Una pequeña guía hacia el "wellness" que nos enseña que a veces el dolor físico tiene un origen emocional y por eso, nosotros también tenemos el poder de "desinstalarlo" del sistema operativo del cuerpo. Conoce los consejos y las herramientas para poder lograrlo.
Cuando el dolor se instala en nuestro “sistema operativo", empezamos a funcionar en automático con esos dolores a cuestas, es decir, nos habituamos a llevarlo en nuestro cuerpo y a cargar con el dolor en “nuestras espaldas”.
Las tensiones corporales más típicas son las que se instalan en forma de contracturas en el cuello, cintura o espalda. Decimos que se “instalan" porque cuando aparecen tienden a quedarse, salvo que prestemos atención y nos pongamos manos a la obra. De las afecciones, las más características son la dermatitis, úlceras, pinzamientos.
A punto de filmar su película número 40, a sus 93 años, le preguntaron al prestigioso director de cine Clint Eastwood, cuál era su secreto para mantenerse activo y vital: "Nunca dejo que el viejo entre en casa”, respondió. Y siguió: “Cuando me levanto todos los días no permito entrar al viejo, ese es mi secreto desde hace más de 60 años, mantenerme ocupado y nunca dejar que el viejo entre en casa”.
Eso mismo sugiero hacer cuando el dolor golpea la puerta de nuestra casa, de nuestro cuerpo; el templo sagrado que no siempre cuidamos como debiéramos.
Aunque no nos demos cuenta, muchas veces somos nosotros mismos quienes, inconscientemente, recibimos el dolor -o la tensión- y permitimos que se quede; nos acomodamos a esa situación, la naturalizamos. Lo mismo sucede con otras dolencias que se vuelven crónicas: gastritis, úlceras o dermatitis. Es como tener una piedra en el zapato y acostumbrarnos a caminar así por la vida. Incorporamos a nuestro cotidiano un modo de estar y de vivir con molestias, con la creencia de que eso es “normal”.
Sin embargo, también nosotros tenemos el poder de “acotar” el tiempo de visita de esa molestia, echar al dolor de nuestro cuerpo, si es que no vamos a estar dispuestos a sostenerlo más.
Lo primero que seguramente uno hace al percibir una molestia en el cuerpo, es realizar una consulta, pero además de eso: ¿nos preguntamos a nosotros mismos por el dolor? ¿lo hemos dejado instalarse o hemos intentado echarlo? Otras veces, quizás esperamos que se “quite” el dolor con una medicina, olvidando que el poder está en uno mismo: para sanar, el primer paso es decidirse a hacerlo.
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Las personas tenemos un “sistema operativo”. Con esto nos referimos a una forma de accionar, de hacer, un modo de estar y de vivir. Un sistema complejo donde la mente da órdenes al cuerpo para realizar acciones.
Entre la mente y el cuerpo están las emociones, no es que estén en el “medio”, sino que hay una mente, un cuerpo y emociones. Las emociones, al manifestarse, liberan determinada química que afecta de diferentes maneras al cuerpo. Si las emociones se expresan fluida y armoniosamente, el cuerpo fluirá de manera armoniosa y saludable también. Por el contrario, cuando no nos conectamos con las emociones o no las gestionamos adecuadamente se ubican en el cuerpo esos “dolores emocionales”; esto sucede sin darnos cuenta. La sabiduría popular lo explica en frases sencillas tales como, “se me parte el corazón” ante una tristeza, o me “saqué una mochila de encima” (generalmente un exceso de equipaje conlleva tensión o dolor). La irritación excesiva (ponerse nervioso/a, enojarse, por ejemplo) puede provocar colon irritable y también el estrés emocional puede terminar produciendo úlceras, entre otras patologías.
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La buena noticia es que tenemos el poder dentro nuestro para decidir qué deseamos hacer, y lograrlo. Para eso, a continuación, vamos a recorrer tres pasos para “desinstalar” el dolor de nuestro “sistema operativo”:
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Paso 1. Desnaturalizar el dolor
Poner en cuestión ese dolor, empezar a desnaturalizarlo y proponernos quitar el dolor de nuestro cuerpo, echar al dolor de casa (dejar de vivir con la señora “Dolores” …). Se trata del momento de empezar a dar órdenes distintas al cuerpo para que se ordene de una manera diferente, resetear el sistema desde la mente al cuerpo. Es la etapa en la que se decide hacer algo diferente a lo que hasta ahora se había estado realizando.
Al menos una vez por día, dedicar unos minutos para “conectar” con el dolor y recordar la nueva decisión. Es importante hacerlo confiando en que esto nos ayudará a sentirnos mejor. En ese rato de reflexión, debemos hacernos las siguientes preguntas:
- “Decido desde hoy vivir en salud”
- “Suelto el dolor y la tensión de mi cuerpo”
- “Soy un Ser sano, solo que me olvidé que lo era”
- “Me perdono por olvidarme de cuidar mi cuerpo”
Si lo que uno hizo hasta ahora, no dio resultado es tiempo de cambiar de método.
Las emociones generan neurotransmisores, algo así como una “química” que se libera en el cuerpo (dopamina, oxitocina, serotonina y endorfina). Cuando esto se repite, el cuerpo se acostumbra y “pide más”; nos volvemos “adictos” a esa emoción. Un ejemplo paradigmático es la persona quejosa. La gente que se queja todo el tiempo, más se queja y más necesita quejarse y cuando se junta con gente que se queja se siente a sus anchas escuchando y acotando sus propias quejas, se ha vuelto “adicta” a la queja”.
Darle un estatuto programático y metódico a esta terapia. Programar por un tiempo estas acciones posibilita observar y medir resultados en el corto plazo. Si en ese lapso de tiempo se percibe mejoría, se podrá extender, o bien, discontinuar si sucede lo contrario. La disciplina, la confianza y la paciencia son sumamente importantes para aplicar este método de “desinstalación” del dolor del sistema operativo
La vida es un juego que nos invita a jugar (vivir) y decidimos jugar (vivir) de determinada manera.
Si estamos viviendo en el dolor podemos cambiar de juego y pasar del “mal-estar” al “Bien-estar”. Creerlo, es crearlo.
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