Una caminata, la aparición de un misterioso informante y la curiosa historia que se esconde en el edificio abandonado de "Barthel Muebles", en el barrio porteño de Coghlan. Un relato signado por la presencia de fantasmas legendarios.
La vieja mueblería abandonada en Coghlan. Foto: Marcelo García.
Mi padre tenía una sana y sagrada costumbre: amaba salir a caminar. Eran largas caminatas desde su querido barrio porteño de Villa Urquiza con rumbo a zonas -a veces- algo lejanas. En cierto modo, se dejaba llevar. El ritual duraba horas, desde pasado el mediodía hasta bien entrada la noche, cuando sentía que llegaba el momento que lo forzaba a regresar.
Así armó un archivo envidiable, con datos, historias curiosas, alguna que otra leyenda, fotografías y un sin fín de maravillosas ilustraciones que él mismo hacía de los lugares por donde solía pasar.
Una de sus aventuras -que no eran un escape, sino un encuentro con sí mismo- lo llevó hasta el barrio de Coghlan, cuando se encontró frente a una bella propiedad en la calle Freire 3065, casi esquina Iberá. Se trata de un magnífico complejo de edificaciones que albergó a la firma "Barthel Muebles" y que -milagrosamente, gracias a ser nombrada como patrimonio histórico de la Ciudad de Buenos Aires- aún se encuentra en pie, pese a que hace muchos años dejó de funcionar. Pasar por allí y no detenerse es sencillamente imposible.
Comenzando el Siglo XX, la zona era parte de un corredor ubicado al noroeste de la Capital Federal, que se transformó en uno de los principales polos industriales de aquellos tiempos, con inmejorables oportunidades para hacer negocios. En 1921, Enrique Barthel fundó allí su propia compañía, que empezó fabricando mobiliario de estilo y, luego, se especializó en la restauración de muebles antiguos.
La entrada a "Barthel Muebles", un lugar lleno de misterios. Foto: Marcelo García.
"Barthel Muebles" fue una de las primeras compañías asentadas en el -por entonces- incipiente barrio de Coghlan; incluso antes de la llegada de la "Nestlé" y la poderosa "Sedalana", una empresa dedicada a la exportación de lanas desde la Patagonia, con fuerte inyección de intereses alemanes, luego nazificada, y perteneciente al poderoso consorcio "Lahusen".
La mueblería creció haciendo trabajos a pedido para otros negocios del ramo, pero sobre todo vendiendo muebles a importantes bancos y embajadas, entre ellas la de la Alemania nazi. Para el año 1940, empleaba a unas setenta personas.
La mueblería que resiste el paso del tiempo. Foto: Marcelo García.
Mi padre quedó maravillado frente al viejo portón de madera que -celoso- aún franquea la entrada. Por las vueltas del destino (o vaya uno a saber porqué) apareció un hombre entrado en años, casi como él, y -como no podía ser de otro modo, tratándose de mi padre- surgió la conversación.
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El "aparecido", posiblemente un cuidador, señaló la construcción (de un piso, con bella galería) al fondo del terreno y largó lo más interesante: "Allí es donde se escondían los alemanes". Y el dato, llevó a la pregunta inevitable: "¿Qué alemanes?".
La parte trasera del inmueble, donde vivían "los alemanes". Foto: Marcelo García.
El inesperado "informante" se despachó como si nada, y sin dar vueltas a la atrapante cuestión, le contó sobre un grupo de marineros del Panzerschiff Admiral Graf Spee, el legendario acorazado de bolsillo de la Kriegsmarine (Marina) nazi, autohundido por su capitán Hans Langsdorff tras la épica Batalla del Río de la Plata el 17 de diciembre de 1939, entre las costas de Buenos Aires y Montevideo (Uruguay) tras verse rodeado de los destructores británicos HMS Achilles, HMS Exeter y HMS Ajax.
Los tripulantes del Graf Spee internados en la Argentina en ese momento han sido 1.055 en total, muchos de los cuales fueron llevados a las provincias de Córdoba y Mendoza, y varios a la localidad bonaerense de Sierra de la Ventana, mientras que otros tantos se apoyaron en las redes desplegadas por la Abwehr (la inteligencia del régimen de Adolf Hitler) para volver a Alemania.
Autohundimiento del "Graf Spee" y ficha de los marineros. Archivo: Marcelo García.
Sin embargo, fueron varios los que se mezclaron con el argentino común y rehicieron sus vidas, entre ellos los alemanes que vivieron y trabajaron en la mueblería de Barthel. El lugar estuvo activo hasta no hace muchos años, y luego quedó mudo y abandonado, aunque nadie se atrevió jamás a demolerlo.
Vieja ilustración de "Barthel Muebles" en sus días de gloria. Archivo: Marcelo García.
Tal vez sean los inquietos fantasmas de esos mismos marineros -devenidos en insospechados operarios de una vieja fábrica de muebles- los que logran, cada día, que ese magnético espacio se resista a desaparecer.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Nota: El artículo no expresa ideología política. Solo investigación histórica.