En 1934 la Ciudad de Buenos Aires miró al cielo y se maravilló ante la llegada del impresionante dirigible alemán. Pero detrás de la visita se escondía un secreto: hacer contacto con referentes del Partido Nazi en la Argentina.
El Graf Zeppelin sobre la Sedalana. Foto: AGN.
Caminando por el barrio porteño de Coghlan, uno de los más apacibles caseríos de la Buenos Aires actual, se puede recorrer la manzana comprendida entre la Avenida Congreso y las calles Estomba, Quesada y Dr. Rómulo Naón. El lugar, en principio, no debería llamar particularmente la atención ya que lo que se ve en realidad es una enorme sucursal de la cadena de supermercados "Carrefour", un edificio que -por supuesto- no fue desde siempre parte del paisaje barrial.
Los emprendimientos pujantes que hicieron crecer al barrio y le daban el "pan de cada día" a los vecinos habían ido llegando de a poco, como cuando en 1921 se instaló la fábrica de muebles "Barthel", a la que aún se puede ver sobre la calle Freire 3047, o incluso cuando se abrió la empresa "Nestlé" que instaló una bienvenida fábrica de chocolates en Núñez 4150 desde el año 1930.
Sin embargo, la firma que más interés (y puestos de trabajo) generó en la zona por aquellos años fue la "Sedalana", una empresa textil de capitales alemanes llegada a Coghlan en 1928. Quienes allí trabajaban, creían que el dueño era el alemán campechano al que veían cada santo día de sus vidas sentado tras el escritorio en la oficina ni bien entraban a la planta, pero en realidad los verdaderos dueños eran los influyentes germanos del consorcio Lahusen, uno de los mayores emprendimientos económicos, industriales y financieros de Alemania en prácticamente toda Sudamérica desde principios del siglo XX. Los Lahusen fueron verdaderos puntales para la llegada y el establecimiento en el país de muchos alemanes que -en adelante- serían absolutamente funcionales a la causa de Alemania y luego, por supuesto -desde 1930 y mucho más desde 1933 en adelante- a los intereses de los nazis en esta zona del mundo. De hecho, los Lahusen tenían decenas de emprendimientos y estancias en la Patagonia de Argentina y eran dueños de incontables extensiones de terrenos en el sur del país. Todo fue absolutamente funcional al Partido Nazi.
La importancia de este poderoso consorcio alemán y el de sus empresas satélites, como la "Sedalana" por ejemplo, quedó palmariamente demostrada en 1934, oportunidad en la que los asombrados vecinos de Buenos Aires salían a las calles y subían a las terrazas para saludar el paso del gigantesco dirigible alemán Graf Zeppelin.
La enorme nave de 236 metros de largo y 30,6 metros de circunferencia máxima; había zarpado desde Alemania conducida por el Doctor Hugo Eckener, que no era otro más que el mismísimo director de la compañía Zeppelin de dirigibles. Previamente había pasado por Brasil y, finalmente, el 30 de mayo de 1934 dejó ver su intimidante silueta sobre el cielo de Buenos Aires. El dirigible pasó por El Palomar, la zona militar de Campo de Mayo (en las afueras de la Capital) y también sobrevoló la Casa Rosada (sede del gobierno) y el centro porteño, pero extrañamente también pasó porel barrio de Coghlan.
Los vecinos que curioseaban desde las veredas y que fueron testigos privilegiados del paso de la nave por el espacio aéreo barrial, creyeron cándidamente durante muchos años que esa inesperada "aparición" tenía como objetivo dar un saludo formal a los muchísimos empleados alemanes de la "Sedalana", pero los motivos fueron otros.
El dirigible permaneció largo rato suspendido sobre la fábrica textil. A través del cable que solía utilizarse como otro de los medios de comunicación con tierra cuando la nave se mantenía en el aire, se bajó y se subió importante y secreta información.
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No es posible establecer el tenor de ese traspaso, pero estuvo estrechamente relacionado con los fuertes intereses alemanes y nazis establecidos en la Argentina por aquel entonces. El Graf Zeppelin fue en ese caso, por así decirlo, la cara más visible y la menos sospechada de la "quinta columna" de la Alemania de Adolf Hitler firmemente enquistada en el país.
La enorme nave voladora sobre la empresa de capitales alemanes (arriba), y el mismo lugar en la actualidad (abajo). Fotos: Marcelo García.
La enorme cruz esvástica, símbolo del régimen nazi, estaba pintada en los timones de la descomunal nave voladora. Éste y otros dirigibles, orgullo de la ingeniería alemana, eran utilizados por Adolf Hitler como marquesinas para la propaganda del fascismo.
“Es penoso comprobar que el Graf Zeppelin, expresión del ingenio mecánico y científico de un gran pueblo, vea restado el brillo de su misión como mensajero de paz y concordia para transformarse en embajador de la barbarie nazi”, se pudo leer esa misma noche en la edición vespertina del diario argentino "Crítica". El tiempo le dio la razón al periódico anti nazi dirigido por Natalio Botana.
En los años '50 la "Sedalana" (tal como aún hoy en día se la sigue llamando) pasó a ser "Telesud", empresa que produjo los televisores Zenith para la República Argentina y que era manejada por el empresario Jorge Antonio, hasta que -finalmente- mucho después llegó el actual "Carrefour". Pero nadie, absolutamente nadie, podrá olvidar la enorme sombra (también de dudas) que proyectó sobre el barrio la imponente silueta del Graf Zeppelin y los secretos que se llevaron a la tumba aquellos alemanes.
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Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica.