Una extraña carta, delatores que advirtieron sobre una célula terrorista y un operativo policial. Así se descubrieron las actividades en el país de uno de los hijos del arquitecto de la llamada "Solución Final".
El 20 de mayo de 1960, un comando de agentes del Mossad, el poderoso brazo del servicio de inteligencia israelí; secuestró al nazi Adolf Eichmann en Argentina. Fue durante la presidencia del doctor Arturo Frondizi y -más temprano que tarde- el descontento generalizado de la opinión pública por el modo en que Israel procedió en esas circunstancias, no se hizo esperar. Pero esa historia lejos estaba de terminar.
Tras meses de silencio y movimientos acotados, el rastro dejado en el país por uno de los arquitectos de la llamada "Solución Final al problema judío" volvió a aparecer, del modo menos pensado.
Mientras el alto jerarca del régimen de Hitler estaba detenido y era juzgado en Jerusalén por los crímenes cometidos y su completa responsabilidad en el Holocausto, un hecho -repentino e inesperado- puso en jaque a uno de sus cuatro hijos. Y no era uno cualquiera.
Horst Adolf Eichmann, que de él se trata; no tuvo reparos en mostrarse públicamente haciendo exhibición de simbología nazi para reivindicar a su padre en una clara ofensa a millones de víctimas de la barbarie hitleriana en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Pero sus actividades iban mucho más allá de las arteras provocaciones. Todo salió a la luz el 28 de enero de 1961 luego de un operativo policial llevado a cabo en la Provincia de Buenos Aires. El previo aporte de un cartero indiscreto podría haber activado las investigaciones; cuando, no sin algo de curiosidad, entregó una carta en la modesta casa de la calle Garibaldi 6067, en la localidad de Virreyes, casi a la vera de la ruta nacional 202 en San Fernando. El nombre del destinatario de la misiva enviada desde Bahía Blanca, llamó su poderosamente su atención: Horst Adolf Eichmann.
En un abrir y cerrar de ojos, la Brigada de Investigaciones de la Policía bonaerense dio con pistas seguras y activó un rápido procedimiento en adyacencias de la autopista Ricchieri, cerca del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza. Se sospechaba que en una vivienda de la zona operaba una célula extremista y cuando los efectivos se apersonaron en el lugar fueron repelidos a tiros desde el interior. Pese a estar rodeados, los agresores -curiosamente- lograron escapar.
En la morada había armas, explosivos y distintivos nazis, pero lo más intrigante fue el hallazgo de una fotografía de Horst Adolf Eichmann, identificado como el auténtico cabecilla.
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Las trabas no demoraron en llegar y por algún motivo, la Brigada de Avellaneda, a cargo de la pesquisa; ocultó deliberadamente información, aunque eso no impidió que policías inquietos visitaran a Eichmann en su casa para someterlo a un inconducente interrogatorio. La carta recibida por el hijo del exjerarca nazi y su escueta declaración solo sumaron más interrogantes.
Eichmann sostuvo que en los días previos había recibido la sorpresiva vista de dos señoritas, de nombre Alicia y Elena, de la localidad de Bahía Blanca, quienes le demostraron su inocultable interés por integrar alguna organización antijudía. De hecho, se habían presentado ante él con el pleno conocimiento -según sus palabras- de que era el jefe de un grupo antisemita muy importante.
También Eichmann declaró que tanto era así que sabía que ante cualquier atentado contra su persona sería vengado violentamente con el ataque de gente de su confianza contra comandos sionistas que actuaban en el país.
Las mujeres fueron ubicadas por la policía e identificadas como Alicia Fernández y Elena Martínez. Eran amigas y en su carta a Eichmann le manifestaban textualmente estar ansiosas por entrar en acción. El caso de Fernández merecía especial atención, ya que junto a su hermano, era "confidente de la policía" y denunciaba -entre otros- a elementos comunistas que por entonces publicaban la revista "Palabra Obrera". Tanto como Horst Adolf Eichman, esas mujeres se jactaban de contar con el apoyo incondicional de militantes nacionalistas de su entorno que orquestaban ataques contra la comunidad judía local y les daban segura protección.
La causa policial contra Horst Adolf Eichmann fue cajoneada y archivada. Ni las autoridades nacionales, ni la Policía, ni tampoco la Justicia hicieron nada para impedir su accionar como jefe de una banda de neonazis que estaba a la vista de todos.
Fue el segundo de cuatro hermanos. Junto a Klaus y Dieter buscó por todos los medios que su padre fuera liberado por los israelíes para regresar a la Argentina. Fundó el Frente Nacional Socialista Argentino, desde donde cometió varios robos y organizó no pocos atentados, tal como sucedió contra una sinagoga de la comunidad judía en la localidad bonaerense de Florida, y hasta el momento de su muerte fogoneó la causa nazi. Ricardo, el menor de los hijos del exjerarca nazi del régimen de Hitler, fue el único nacido en Argentina y nunca expresó públicamente las ideas sectarias y violentas compartidas por su padre y sus hermanos.
Horst Adolf Eichmann escapó de las garras de la Justicia y nunca, jamás, fue otra vez molestado, una suerte que -afortunadamente- no tuvo su padre.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica.
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