El FMI y el Gobierno argentino. Foto: NA.
El reo condenado a muerte y al pie del cadalso, grita "Majestad si me das un año más de vida, le enseño hablar a tu caballo". El rey intrigado y asombrado con la propuesta se compadeció y sentenció "se posterga la ejecución por un año".
Devuelto a su celda, su compañero de reclusión le inquirió cual era la jugada , porque desconocía que el condenado tuviera conocimiento alguno sobre caballos.
La respuesta fue contundente, he ganado un año, en un año pueden pasar muchas cosas, se puede morir el Rey, me puedo morir yo, puede haber una revolución, a veces hay indultos, y quien te dice hasta pueda enseñarle hablar al caballo.
Este cuento vino a mi memoria escuchando las idas y vueltas en torno al acuerdo con el FMI. El gobierno llevó la negociación hasta el borde del cadalso, donde las alternativas eran el default con todo lo que implica, o ganar tiempo que lo posicione mejor en una futura negociación.
Paradójicamente el mismo Congreso que pocos meses atrás rechazó el presupuesto para 2022, ahora construyó una mayoría impensada para autorizar el endeudamiento que surge del acuerdo con el organismo de crédito.
Cuando todos afirman tener la razón en general no la tiene ninguno. Hay sectores dentro y fuera de la coalición de gobierno contrarios a cualquier acuerdo incluso aceptando la insolvencia y el aislamiento internacional, hay otros que afirman que el acuerdo es incumplible por la dureza del ajuste, y otros que es insuficiente, que sin reformas estructurales el esfuerzo será inútil y no habrá crecimiento.
Es bastante inconsistente reducir la emisión sin bajar en forma equivalente el déficit, esto obliga al gobierno a financiarse con el crédito interno compitiendo con el sector privado, de manera que la producción tendrá menor financiamiento y además más caro porque la tasa de interés aumentó para evitar que los ahorristas escapen al dólar. Estas políticas ya se aplicaron en el pasado reciente y no funcionaron.
Como racionalizar el gasto no pasa por la mente de la dirigencia política, cualquier corrección del déficit solo se concibe con más impuestos y aumento de tarifas.
En un país con la inercia inflacionaria desatada, todas estas medidas tendrán impacto en los precios, la inflación es la mayor fábrica de pobres .
El acuerdo permite ganar tiempo pero si no hay cambios profundos la economía en su conjunto no va a crecer, salvo sectores específicos, dinámicos y muy eficientes, beneficiados más por la coyuntura internacional que por políticas internas.
Pero con lo difícil e intrincado que fuere el problema económico mucho más resulta la compleja situación política, donde existen diferencias inocultables entre quienes tienen que decidir.
En todo el mundo los gobiernos administrados por coaliciones funcionan con programas, sin un programa todo es voluntarismo y se impone "el cacique que junta más indios". Si las fuerzas que lo integran son parejas, sin un acuerdo básico, las acciones de gobierno se bloquean todo el tiempo. El comportamiento se parece mas a las disputas tribales que al de un Estado moderno.
La confrontación permanente, primero subterránea y hoy a cara descubierta esmerila el poder político, los egos personales están poniendo en riesgo la gobernabilidad, en un gobierno no se puede ser oficialismo y oposición al mismo tiempo.
La gestión queda subordinada al conflicto y entró en un creciente deterioro , servicios de salud, educación, jubilaciones, transporte público, aerolíneas, generación de energía, su mal funcionamiento golpea fuertemente a la población más vulnerable.
Para agravar el cuadro los grupos en pugna tienen un punto en común: considerar a los que generan riqueza como enemigos a quienes hay que despojar de sus rentas, juegan con fuego, cualquier chispa puede incendiar la pradera.
Como al reo del cuento, los plazos para encontrar el camino se acortan aceleradamente. Los milagros existen , creer que alguno pueda ocurrir aumenta la esperanza. Mientras tanto tirar la pelota para adelante, puede ser todo el plan del gobierno.