Foto archivo.
*Oscar Lamberto
En mi niñez creía que política y discurso eran lo mismo, la confusión se debía al aprendizaje por observación, es que en la esquina de mi casa había un comité radical , donde se levantaba una tribuna y los políticos daban sus discursos, para los chicos del barrio era una excusa para escaparnos de noche.
Con el tiempo comprendí que el discurso es parte importante de la política , pero el discurso es tan solo un elemento del conjunto y no el todo.
El discurso como elemento de comunicación entre el político y los ciudadanos fue cambiando conforme la tecnología incorpora nuevos instrumentos, la tribuna callejera, los medios gráficos la radiodifusión, la televisión por aire o por cable, internet, las redes sociales.
Con el tiempo en la política, la imagen devino en ser más importante que la palabra, los grandes oradores que cautivaban multitudes fueron desapareciendo reemplazos , por representantes que hablan poco, en general repiten consignas elaboradas por expertos en campaña, se visten acorde a la imagen que quieren proyectar, cuidan su aspecto físico , con el criterio que nadie escucha, solo ve.
En la era de lo efímero y lo instantáneo la imagen y las pocas palabras se han potenciado, hay un cálculo que nadie mira un video que exceda un minuto de duración , los títulos son más importantes que los contenidos de las notas, y lo peor es que la mayoría se informa o se desinforma por los títulos y opina o actúa según los datos que recibe.
En el ritual de nuestra joven democracia hay elecciones cada dos años lo cual implica campañas electorales para que los postulantes a cargos puedan ganarse la preferencia de los votantes.
Una parte importante de la población tiene sus preferencias definidas ya sea por historia o por ideología, otra parte no tiene pertenencia y puede variar su voto según las circunstancias, otros no tienen ningún interés y en cada elección por crecimiento vegetativo aparecen los nuevos votantes.
Con el tiempo se fue perdiendo la costumbre del voto decidido en familia y el punteo del padrón que garantizaba el poder a caudillos y punteros barriales, las campañas llegan a tu casa como la venta de un producto de consumo masivo.
La era de la imagen tiene el correlato del conocimiento , sin conocimiento no hay imagen y en sociedades recargadas de información instalar un candidato es cada vez más costoso y requiere de mucho profesionalismo en la construcción del mensaje.
Si bien hay un voto partidario, ya no es suficiente para garantizar el triunfo, las campañas son para movilizar y captar independientes y nuevos votantes y son estos los que deben identificar a los candidatos , en la modernidad la imaginación puesta al servicio de ganar un voto no tiene límites.
En la campaña en curso durante varios días se instalaron como temas principales , las fiestas en olivos, el sexo de los peronistas y el consumo de marihuana, los temas que preocupan a la gente , como inseguridad, inflación, pandemia o empleo, quedaron en segundo plano.
La frivolidad reemplazó al discurso y al debate, el insulto y el grito aparecen como herramientas electorales, los efectos se verán en las urnas.
A veces los mensajes tienen efectos residuales no deseados,y además llegan a todas partes, un joven votante de mi provincia me pregunto si podía votar en la provincia de Buenos Aires, le expliqué que no podía que estaba en el padrón de Santa Fe, “ que lastima, me respondió , hay una candidata que no jode con que tenemos que estudiar o trabajar y propone garchar y yo no puedo votarla”.
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