*Por Oscar Lamberto
Todo el tiempo estamos tomando decisiones, algunas se resuelven en fracciones de segundos, como el jugador de fútbol que va a patear en el área o el tenista que se juega en la red.
Las decisiones políticas y las de gobierno, cuentan por lo general con más tiempo para resolverlas. Se pueden analizar, consultar asesores, consensuar con distintos actores e incluso corregirlas si se consideran equivocadas.
Las decisiones siempre tienen efectos, en el caso de los deportistas se dirimen entre la gloria y el escarnio, para la tribuna, un genio o un burro.
Con más razón los efectos de las decisiones políticas tienen impacto en el conjunto de la población, cuando se aprueba un impuesto, se otorga un subsidio, se abre una escuela o se compra un patrullero.
En el Estado se toman miles de decisiones por día, mucho son programadas o secuenciales, como lo es pagar los sueldos y jubilaciones todos los meses, pero también están las que deben tomarse como opciones a las alternativas que exige la realidad.
Un fenómeno de la naturaleza, una jugada política de la oposición, un hecho de la política mundial, la mayoría son imprevistos que obligan a decidir.
Cuando el gobierno maneja la agenda pública es como jugar con las blancas en el ajedrez, siempre mueve primero, cuando pierde el manejo de la agenda, las decisiones son casi siempre a la defensiva.
Es sabido que cuando se gobierna los funcionarios deben tomar más decisiones que no quieren que las que quieren, en la jerga partidaria es conocida como tragar sapos. Y a veces se trata de una Laguna de sapos.
Existe una estupidez inventada por el marketing político que los gobernantes deben dar solo buenas noticias, como esto es imposible, se apela a la mentira sistemática.
La decisión del acuerdo con el FMI es un verdadero modelo para ver cómo se toman las decisiones. El gobierno tiene tres opciones, pagar, repudiar o renegociar la deuda. Cada opción tiene sus consecuencias.
Pagar la totalidad es imposible porque no tiene plata, salvo que aparezca un donante, cosa muy difícil; repudiar es poco conveniente por las consecuencias económicas y de aislamiento internacional que conlleva y además es el 12 % de la deuda total, queda como posible y realista la negociación.
En cada negociación por lo general existen dos partes, en este caso el FMI con su staff de funcionarios respaldados por las principales potencias del mundo y por el otro un Estado Soberano representado por su gobierno que está cercano a la insolvencia.
Cabe una pregunta antes de decidir, en estas circunstancias ¿se puede prescindir del FMI?, si se puede, solo que seguramente tendrá consecuencias mas duras que en una negociación.
Cuando Raúl Baglini presentó su célebre teorema, sostenía que la sensatez de las decisiones era directamente proporcional a la cercanía del poder.
Esta vez el teorema no funcionó, los mayores opositores al acuerdo ya no lo conforman los extremos políticos, sino los más caracterizados parlamentarios y dirigentes del oficialismo.
Cualquier persona que tramitó un préstamo en un banco y hasta en una mutual sabe qué hay condiciones o requisitos a cumplir, cuando más dudoso es el deudor más son los requisitos, garantías personales, prendas, hipotecas etc. Nunca el deudor impone las condiciones, salvo casos extremos cuando la empresa deudora es más grande que el banco.
Por los pocos trascendidos del acuerdo entre el Fondo y el gobierno argentino, queda claro que no es el mejor de los acuerdos pero tampoco el peor.
El gobierno se comprometió a pasar el acuerdo por el congreso, hecho que constituye una rareza, bastaría conque se apruebe el monto del endeudamiento, no obstante es probable que sea un requerimiento del ente acreedor, considerado los antecedentes de reiteradas insolvencias y el bajo nivel de compromiso de la dirigencia política.
Quizás entre los jóvenes de hoy suene como una antigüedad un apotegma del primer peronismo, “Primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres”.
Ser funcionario público o legislador no es una obligación, es un hecho voluntario, pero cuando alguien es elegido para gobernar, tiene que hacerlo, en los momentos más difíciles es cuando se ve la pasta de los verdaderos lideres.
En la crisis del 2001 el parlamento tuvo su mayor protagonismo, desde que el gobierno surgió en el Congreso y hubo que sancionar leyes duras y muchas impopulares pero eran el tránsito necesario para encontrar la salida, todos sabíamos de los altos costos que teníamos que pagar, la mayoría aceptó el desafío, “y agónicamente al final del partido la pelota entró en el arco”. No fue la gloria pero tampoco el escarnio.
Lo menos que se puede esperar de un líder es que marque el camino, no importa cuán difícil sea, ni la velocidad de la marcha. Los griegos decían que no hay vientos propicios cuando no se sabe dónde ir.
Nadie toma en serio al dirigente que cambia todo el tiempo su discurso, porque como ilustra “El Príncipe” si no se es querido ni temido, menos es respetado. El fracaso es seguro cuando se dice que si a todo el mundo en todo momento.
*Ex Auditor General de la Nación