Congreso de Tucumán del 9 de Julio de 1816.
En todo proceso histórico existen los hechos, pero a nosotros nos llega como se cuentan, algunos tienen base documental, otros se trasmiten por tradición oral, con sus lógicas deformaciones, y otros se los interpreta y los presenta como un relato que es una deformación interesada de la historia.
En 1984 la obra de Jorge Orwell cuenta como la historia se re inscribía en forma permanente para acomodarla a los intereses políticos del momento, de manera que la población no tuviera registros del pasado que contradijera los hechos de presente.
En la historia argentina se hizo uso y abuso del relato, y hay para todos gustos, la llamada historia oficial escrita por Bartolomé Mitre sobre el eje “Mayo/ Caseros “donde hace una selección de “hermanos y amigos” que serían los buenos y los otros que serían los malos se los denostó o directamente se los ignoró.
En la otra vertiente la historia tiene como hitos “Rosas, Irigoyen y Perón” donde los malos de mitre pasan a ser héroes y los exaltados en la historia oficial se transforman en execrables personajes.
Nadie partió tanto el análisis de la realidad como Domingo Faustino Sarmiento con su célebre “Civilización o Barbarie”. Dilema que ser civilizado o bárbaro dependía del lugar político o social que cada cual se ubicara.
En el museo de historia nacional se conservan las banderas rojas del periodo de Rozas con la inscripción “Viva la Santa Federación, mueran los salvajes unitarios”. Para este bando los bárbaros eran los unitarios.
En el siglo diecinueve las diferencias políticas se zanjaron con las armas, la derrota militar del partido federal, la unificación del país con el predominante poder de Buenos Aires, el exterminio de los últimos caudillos federales dio paso a los gobiernos de la llamada “generación del ochenta “que unificó el pensamiento en torno al progreso.
Conquista del desierto, ferrocarriles, puertos, frigoríficos, inserción en el comercio mundial, inmigración y crecimiento económico, educación universal laica y gratuita, son datos verificables.
Pero las interpretaciones y los relatos de la época todavía dividen la opinión de los argentinos de nuestros días.
Los principales héroes nacionales como San Martín y Belgrano fueron muy maltratados por sus contemporáneos, fueron rescatados del olvido cuando finalizaba el siglo diecinueve.
Por mucho tiempo padecí la deformación mental de mirar la historia con un solo ojo y creer que existe un hilo conductor que atraviesa el tiempo donde una línea de pensamiento se va encarnando en distintos actores que representan la voluntad popular.
La construcción de la historia no es una cadena de seres iluminados, aunque los liderazgos son necesarios, siempre existen condicionantes y oportunidades que marcan cada momento.
La realidad es una totalidad, el relato es una descripción interesada de la misma. Dividir la historia en buenos y malos es una simplificación útil para estimular pasiones, imaginar epopeyas, proclamar el patrimonio de la verdad significa que si yo tengo razón los demás están equivocados, procesos que inevitablemente terminan en dictaduras.
Viendo distintos canales de televisión donde aparecen comentaristas políticos, que en general han perdido toda objetividad periodista, cuyo rol ha dejado de ser informar para dedicarse a atacar o defender las respectivas parcialidades, me preguntaba qué dirá la historia de nuestra época y de sus personajes, serán ángeles o demonios o simplemente quedarán en el olvido.
Bucear alguna verdad relativa implica separar la realidad del relato, aunque a muchos lo cautive más el relato que los hechos.
Un profesor de economía de mi época de estudiante, me dijo “no lea tantos discursos, mire los números si quiere saber la verdad”
Mirando los números de distintas épocas de nuestra historia se puede comprobar qué hay mucha más continuidad en los procesos, que las famosas rupturas fundacionales donde cada uno cree que la historia comienza con su llegada. Que muchas etapas de nuestra historia, que, por prejuicios ideológicos, frutos de relatos las creía pésimos, sus números decían cosas distintas.
Uno de esos raros periodos de nuestra historia, de bonanza, buena administración y negado hasta por los propios partidarios fue la presidenta de Marcelo Alvear.
La estructura productiva de un país es mucho más fuerte que la voluntad de los políticos, se puede gritar contra el campo, romper silos bolsas, pero no se puede prescindir de las exportaciones del campo que es la organización de la producción predominante.
La democracia recuperada después de la negra dictadura tiene el mérito de la continuidad institucional como un hecho casi sin precedentes en nuestra historia, y una muy mala nota en la distribución del ingreso y en el crecimiento de la pobreza y eso no hay relato que lo arregle.
Los problemas de la economía que afectan a la gente no se solucionan con magias, ni existen milagros, solo valen medidas correctas, que pueden ser más o menos dolorosas según como se conduzca desde el poder político. Lo lamentable, es que siempre, las medidas que cambian el rumbo, se toman al borde del abismo.