Desde la invasión rusa a Ucrania, el presidente Recep Tayyip Erdogan trató de mantener relaciones tanto con el Kremlin como con Occidente.
Por Canal26
Lunes 26 de Febrero de 2024 - 17:40
En lo que respecta a la guerra en Ucrania, Turquía se encuentra en medio de Rusia y Occidente -principalmente Estados Unidos-, y su postura no termina de ser clara. Por un lado, Ankara proporciona apoyo militar y diplomático a Kiev, y su presidente, Recep Tayyip Erdogan, prometió no aceptar nunca la toma de territorio ucraniano por parte de Moscú.
Además, Turquía desempeñó un papel crucial a la hora de asegurar las exportaciones marítimas de Ucrania, inicialmente a través de un acuerdo de cereales negociado por la ONU y ahora gracias a un corredor en sus aguas territoriales.
Pero, por otro lado, nunca se unió a Occidente para imponer sanciones a Rusia, sino que se convirtió en uno de los principales compradores de petróleo crudo ruso, sólo por detrás de China y la India. Además, el aeropuerto de Estambul sigue siendo un centro para vuelos hacia y desde las principales ciudades rusas.
En su búsqueda de equilibrio, Turquía a veces el país se inclina más hacia Occidente y otras veces se acerca más a Moscú, aunque recientemente, hubo un giro hacia Estados Unidos y sus aliados.
A finales de enero, el parlamento turco aprobó la adhesión de Suecia a la OTAN, cuestión que se había convertido en moneda de cambio para Ankara, que exigía concesiones tanto de Estocolmo como de la administración y el Congreso de Estados Unidos.
Antes de la votación parlamentaria, el Departamento de Estado de Estados Unidos aprobó un acuerdo por 23.000 millones de dólares para vender cuarenta nuevos aviones de combate F-16 a los turcos, que espera la luz verde por parte del Congreso.
Turquía necesita de estos aviones para compensar su expulsión del consorcio internacional que construye el caza F-35, castigo que llegó debido a la adquisición por parte de Ankara en 2019 de misiles tierra-aire S400 de fabricación rusa.
La tensión por dicho acuerdo militar llevó a que Washington imponga sanciones a la agencia de adquisiciones de defensa de Turquía, en virtud de la Ley de Contrarrestación de los Adversarios de Estados Unidos mediante Sanciones (CAATSA). Sin embargo, ambas partes parecen haber solucionado sus diferencias y se volvieron a comprometer en cuestiones que van desde la ampliación de la OTAN hasta la diplomacia en Medio Oriente en respuesta a la guerra en Gaza.
En tanto, Erdogan parece dispuesto a respetar las sanciones que EEUU le impuso al Kremlin. Tras una orden ejecutiva emitida por el presidente Joe Biden con el fin de castigar a las empresas que ayudan al esfuerzo bélico de Moscú, los bancos turcos cortaron los lazos con sus homólogos rusos.
En el mientras tanto, Turquía aumentó su presencia en el Mar Negro. El 11 de enero inauguró una operación naval conjunta con Rumania y Bulgaria, en la cual los tres países desplegarán barcos desminado, patrulleros, helicópteros y drones para limpiar las rutas marítimas de minas perdidas, que causaron problemas desde el inicio de los combates en Ucrania.
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Si bien todos estos acontecimientos son significativos, equivalen a un reajuste táctico más que a una revisión estratégica de la política exterior turca, ya que Erdogan no tiene intención de abandonar a Rusia.
La columna vertebral de la relación con Moscú es el comercio energético. Según cálculos de la agencia Reuters, las importaciones turcas de crudo ruso alcanzaron un máximo histórico de 400.000 barriles por día en noviembre, volúmenes que pueden aumentar aún más en 2024, después de que Lukoil de Rusia firmara un acuerdo con la refinería STAR de Turquía para suministrar 200.000 barriles de petróleo por día y emitir un préstamo de 1.500 millones de dólares.
De esta manera, los beneficios del comercio energético garantizan que el giro parcial de Turquía hacia Occidente no tenga un impacto importante en sus relaciones con el Kremlin, y más cuando Moscú necesita a Erdogan debido al salvavidas económico que este proporciona. Mientras que, por otro lado, Washington prefiere el compromiso con Ankara a la hostilidad, por lo que tanto Estados Unidos como Rusia deben convivir con equilibrio de Turquía.
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