Las tensiones en Medio Oriente se intensifican tras los recientes asesinatos de líderes de Hamas y Hezbollah, mientras la región enfrenta el riesgo de un conflicto mayor en medio de advertencias de represalias por parte de Irán.
Desde el asesinato del líder político de Hamas en Teherán y de los comandantes del grupo terrorista Hezbollah en el Líbano, la región enfrenta una nueva guerra de nervios ante los anuncios de represalias por parte de Irán y Hezbollah contra Israel.
La situación nos recuerda lo sucedido en abril pasado, tras la muerte de comandantes de la Guardia Revolucionaria iraní en Siria. Poco después, Irán lanzó su primer ataque directo contra Israel, lo que desencadenó una contraofensiva israelí contra el régimen de los ayatolás.
En abril, Irán había advertido a otros países sobre su respuesta inminente, lo que permitió a Estados Unidos, Israel y otras naciones aliadas prepararse para el ataque. La defensa antiaérea israelí, apoyada por aviones occidentales y jordanos, así como por misiles antiaéreos, logró interceptar la mayoría de los drones iraníes, que a baja velocidad tuvieron que recorrer 2.000 kilómetros para alcanzar su objetivo. Aunque Irán aseguró haber infligido castigos a sus enemigos con misiles más sofisticados, la realidad es que ningún blanco civil fue atacado.
Parecía un baile cronometrado en el que ambos lados, conscientes del riesgo de una escalada mayor, actuaron con cautela para salvar las apariencias. Afortunadamente, en ese momento, se evitó un conflicto regional mayor. Todas las partes buscaron ese objetivo más allá de las declaraciones y amenazas.
Durante esa crisis, me pregunté, y lo compartí con ustedes: ¿Era tan importante para Israel eliminar a los comandantes iraníes en Siria como para arriesgar una respuesta directa de Irán?
En ese contexto, la guerra en Gaza no estaba logrando los avances prometidos por el gobierno de Netanyahu, y su popularidad caía mientras se multiplicaban los pedidos para que renunciara.
Recientemente, surgieron denuncias sobre la información que el gobierno israelí poseía antes de los ataques del 7 de octubre, lo que ha generado especulaciones sobre por qué no se evitó el peor atentado terrorista en la historia de Israel. Además, la prolongación de la guerra en Gaza, sin lograr la destrucción de Hamas como se había anunciado, sumado a la falta de una política clara para liberar a los rehenes, debilitó aún más la posición del primer ministro.
Ahora, con la eliminación de importantes figuras de Hamas y Hezbollah, se teme que un nuevo e impredecible espiral de enfrentamientos desate una guerra total en la región. Sin embargo, para el veterano primer ministro israelí, conocedor de la geopolítica local y global, la situación podría ser vista desde una perspectiva diferente, quizás más vinculada a sus intereses personales que a los colectivos.
Mientras escribo esta nota, las amenazas de Irán no cesan, al igual que los movimientos militares del Pentágono, así como de británicos, franceses y jordanos, quienes han dejado claro que defenderán a Israel ante un ataque. Ninguno de estos actores desea una guerra regional. Estados Unidos, aunque enfrentado a Netanyahu y su política en Gaza, sabe que una guerra total perjudicaría a su candidata en las próximas elecciones presidenciales.
Netanyahu, consciente de esta situación, parece estar jugando al límite. Mientras prepara a la población israelí para lo peor, los generales iraníes advierten que la orden de ataque del ayatolá será cumplida, aunque el nuevo presidente de Irán ha pedido al líder religioso y a los militares que no ataquen Tel Aviv, argumentando que beneficiaría políticamente a Netanyahu.
Hezbollah, por su parte, asegura estar listo para una gran operación militar, aunque persisten dudas sobre la veracidad de estas amenazas. Antes de que el presidente iraní consultara a su entorno qué pasos dar ante el asesinato del líder de Hamas, Irán había advertido a Israel, a través de Hungría, que no llevaría a cabo una respuesta militar inmediata.
Pero, ¿en qué tipo de guerra se avisa al enemigo de los movimientos a seguir? ¿Cómo logrará Irán castigar a Israel sin llegar a un punto de no retorno? ¿Qué hará Netanyahu si la respuesta iraní supera sus cálculos?
Muchas de estas preguntas se responderán en los próximos días, aunque lo ideal sería que quedaran suspendidas en el aire. Otras, sin embargo, ya tienen respuesta.
Una encuesta reciente en Israel muestra que, por primera vez en mucho tiempo, la imagen de Netanyahu y su partido han repuntado, en caso de elecciones anticipadas. Este dato podría revelar el corazón de la crisis en Medio Oriente.
Dicen que el miedo paraliza. Quizás la posibilidad de una guerra regional hace que los fracasos militares en Gaza, la falta de liberación de rehenes, y las denuncias contra las fuerzas israelíes pasen a un segundo plano ante el temor de una guerra más grande e impredecible.
¿Pero cuánto tiempo se puede seguir arriesgando hasta que lo impensado, lo impredecible, se imponga en una guerra? Ese es, sin duda, el peor de los escenarios.
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