El 24 de junio de 1935 moría en un accidente aéreo el máximo exponente del tango. El regreso de su cuerpo a Buenos Aires pasaría a la historia por el escandaloso manejo del poder para tapar una de las denuncias más graves en su contra.
Este 11 de diciembre se celebra el Día Nacional del Tango, fecha elegida en homenaje al nacimiento de Carlos Gardel quien fue el máximo exponente de este género en el mundo. Si bien su vida estuvo plagada de capítulos interesantes, algunos sacados de una película, es de destacar el detalle de lo que pasó cuando murió: el escandaloso traslado de su cuerpo de Medellín a Buenos Aires.
Gardel murió el 24 de junio de 1935 en un fatídico accidente aéreo en Colombia y su cuerpo enterrado en el cementerio de San Pedro, en Medellín. Desde ese momento el destino de sus restos serían protagonistas de un vergonzoso manejo que incluyó casi 50 días y 5 países.
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Cuando países como Estados Unidos, Uruguay y Argentina se disputaban dónde debía ser el último lugar de descanso de Gardel, Armando Defino, el apoderado del cantor, llamó a la madre del músico, doña Berta y contestó:
“Mi hijo debe ser enterrado en Buenos Aires, él hubiera querido descansar allí”
Despejada la duda, se puso en marcha la operación para traer el ataúd desde Colombia a la Argentina. Debido a que su muerte fue a causa de un viaje en avión, este no era una opción. Por ello el periplo de 48 días y 18.000 kilómetros se completó en tren, camión, lomo de mula y barco. Los lugares visitados fueron Panamá, Nueva York, Río de Janeiro y Brasil.
El cadáver fue exhumado el miércoles 18 de diciembre de 1935. Tras cavar el pozo, sacaron el féretro de metal y, para evitar los posibles daños durante el viaje, lo pusieron dentro de una caja de zinc y luego en otra de madera.
El jueves 19 el ataúd fue llevado hasta la estación de la ciudad, de donde partió esa mañana en el primer tren del Ferrocarril del Cauca rumbo a la Pintada, a unos 80 kilómetros.
Alcanzado el primer destino, el tren fue reemplazado por una buseta para viajar otros 30 kilómetros rumbo a Valparaiso. Ahí empezaron los primeros problemas: la ruta que llevaba a Ríosucio estaba bloqueada por una gran cantidad de rocas y por eso se utilizaron varias mulas para que transportaran en sus lomos el ataúd y los baúles de Gardel. Tardaron un día completo tras ascender un cerro de 4.000 metros. Según las crónicas, algunas mulas cayeron por el precipicio y se perdieron varios de los baúles.
En Caramanta, el cajón se subió nuevamente a bordo de una buseta y realizó 150 kilómetros hasta Pereira, con paradas en Marmato, Ríosucio y Supía. Allí un tren del Ferrocarril Antioquía viajó 200 kilómetros hasta el puerto Buenaventura.
Para el 29 de diciembre el cajón fue embarcado en el vapor San Mónica y atravesó 700 kilómetros hasta llegar a la ciudad de Colón, en Panamá. Luego pasó a otra embarcación: el Santa Rita, que llevó a cabo los 80 kilómetros restantes del canal y otros 3.700 kilómetros hasta llegar el 7 de enero de 1936 a Estados Unidos.
Al arribar a Nueva York, en esa ciudad el cantante había estado tres años antes grabando varios de sus éxitos, tales como “Mi Buenos Aires querido” y “Por una Cabeza”.
Tras ser velado durante más de una semana en una funeraria de la Gran Manzana, el cuerpo de Gardel fue embarcado el 17 de enero en el vapor Pan American, que protagonizó la última etapa del viaje: 11.000 kilómetros hasta la Argentina, con escalas en Río de Janeiro, Brasil, y en Montevideo, Uruguay. Llegó el 5 de febrero al puerto de Buenos Aires, siendo recibido por 40.000 personas.
Desde allí, una carroza fúnebre llevó el féretro hacia el Luna Park, que albergó la capilla ardiente. Tras una noche completa de ceremonia, el cortejo partió en la mañana del 6 de febrero hacia el cementerio de la Chacarita y fue sepultado en el Panteón de los Artistas.
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Hay una versión muy conocida sobre el posible viaje eterno de lo restos de Gardel. En Tras los Dientes del Perro, Helvio Botana afirma que el entierro del cantante y su organización fue una maniobra entre el presidente Agustín P. Justo y su padre, Natalio Botana, dueño y director del diario Crítica, el de mayor tirada en la época. ¿El motivo? tapar el escándalo de los frigoríficos ingleses, la investigación de Lisandro de La Torre y el asesinato del senador Bordabehere en pleno recinto.
Esto escribió Helvio en su libro: “Fue así que a ocultas, sabia y tenazmente, aceleraron el culto a Gardel y desviaron la mirada de la opinión pública. El estado puso su parte, Crítica lo suyo. Se demoró exprofeso la vuelta de sus restos durante seis meses, buscando que la apoteosis tapara lo que por razones de estado se debía olvidar”.
Hay que decir que versión de Botana tiene un detalle: el asesinato del senador nacido en Uruguay fue un mes posterior a la muerte del cantor, aunque seguramente los homenajes fueron utilizados para desviar la atención pública ante semejante escándalo.
Sobre Gardel, en 1937 el cuerpo fue exhumado nuevamente para ser trasladado unos metros hacia otro mausoleo que tiene en su entrada una estatua del Zorzal. A 134 de su nacimiento, el Morocho del Abasto canta cada día mejor.
Por Yasmin Ali
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