El PSOE, partido de centro-izquierda y actual oficialismo español, logró sacudir a buena parte de la política española con sus sorprendentes resultados electorales, dejando un sabor amargo en la derecha española.
Era casi la medianoche en España el pasado domingo y Pedro Sanchez - presidente español desde 2019 - anunciaba en un mitin callejero junto a sus seguidores que el país “dijo NO” a la derecha española y a las ideas del pasado, y se proclamaba como el ganador de la noche, aunque había quedado segundo en términos de voto popular.
Del otro lado, la principal fuerza en cuanto a votos y bancas, el PP, prometía ir a la carga para la formación de un nuevo gobierno, aunque las caras de incredulidad dominaban en el búnker. ¿Por qué la segunda fuerza más votada festejaba más que la principal fuerza votada?
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Hace casi dos meses, el PP (Partido Popular), robustecido por los problemas en gestión del gobierno de Sánchez, aplastó en las elecciones regionales al PSOE (Partido Socialista Obrero Español). El mapa español se tiño de azul y se habló de una derrota, no solo catastrófica, sino histórica del oficialismo.
Tras el contundente triunfo del PP -y cuestionado por amplios sectores políticos y mediáticos del país-, Pedro Sánchez jugó una carta muy fuerte y poco habitual en la política: el adelantamiento de las elecciones generales. La fecha elegida fue el 23 de julio. En ese momento, Sánchez alegó que esto se debía a la necesidad de que el gobierno, quedara en manos de quien fuera, recobrara la confianza de los ciudadanos. Allí, y desde el primer día, Sánchez jugó su segunda carta: la polarización discursiva.
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Por su parte, Sánchez no dirigió el eje de su discurso diferenciador hacia el núcleo más fuerte, era una pérdida de tiempo. Así, mientras el PP se esforzaba por moderar sus mensajes para acercarse al electorado medio español, Sánchez apuntó con precisión hacia potenciales socios de gobierno del PP, habló de Vox, un espacio político que se autodenomina de derecha pero que sus contrincantes consideran parte de la ultraderecha, debido a ciertas reivindicaciones políticas como la figura de Francisco Franco o Miguel Primo de Rivera.
Para polarizar en el discurso, Sánchez usó otra estrategia y focalizó - muy hábilmente - su campaña en una especie de pugna entre el “futuro” (por su potencial coalición de gobierno) o el “pasado” (por la alianza PP-Vox, con especial eje en este último).
¿Qué pasó entonces? Frente a esos ataques teledirigidos, Vox endureció sus discursos en materia cultural (proponiendo, por ejemplo, eliminar las políticas con perspectiva de género), educativa (proponiendo matizar la educación sexual y dejarla a cargo de cada familia) y migratoria (hablando de deportar a todos los inmigrantes ilegales, y a aquellos legales que hayan cometido algún tipo de delito sin importar su gravedad). La radicalización de Vox terminaría reforzando el discurso de Sánchez, indirectamente.
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Por su parte, el PP designó a Alberto Nuñez Feijoó como su candidato presidencial, hombre histórico en la política española y del PP, pero sin tanto carisma para el común de los españoles puesto que representaba el establishment tradicional de la política. Puertas para adentro, muchas voces del PP anhelaban una candidatura de Isabel Díaz Ayuso - actual Presidenta de la Comunidad de Madrid -, que aglutina a la casi totalidad de votos de la derecha española, aunque finalmente nunca llegó.
A la hora de la votación del pasado domingo, quedó en claro que primó la moderación. Vox, la fuerza que más radicalizó su discurso, hizo una mala elección perdiendo 19 bancas en comparación con 2019. El PP, que hizo énfasis en tratar de moderar su discurso, amplió sus bancas en relación a 2019 y llegó a ser la fuerza con más bancas (136) así como la fuerza más votada. Sin embargo, la nota la dio el PSOE, al cual hace dos meses todos daban fuera del poder y camino a otra derrota aplastante. Sin embargo, no fue así: no sólo no fue una derrota aplastante, sino que el PSOE logró aumentar sus bancas en relación al 2019, sumando dos bancas más. Sus aliados de palabra, bajo el nombre “Sumar”, le agregaron otras 31 bancas, emparejando el escenario final.
Sánchez, que jugó a la polarización con la pata más vulnerable de la coalición de derecha, pudo festejar una victoria debido al escenario del que partía: una derrota asegurada. El resto, es historia. Con un Sánchez al que todos ya consideraban derrotado y que se inventó un capítulo más dónde tironeará de la cuerda del poder para revalidar su mandato frente a su histórico adversario, el PP, en una especie de leve retorno al bipartidismo español. En cualquier escenario, el ocaso de Sánchez no fue tal y sigue aún con vida.
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En Bruselas, sede de la UE, recibieron con alegría los resultados. No solo porque Sánchez no fue derrotado, sino porque su contrincante, Feijoo, se mostró más moderado y dispuesto a negociar.
La postura que predomina dentro de la Unión Europea es la de evitar el avance de los extremos euroescépticos, es decir, de aquellos partidos que puedan abogar por un alejamiento de España en relación a la Unión Europea. En esa línea estaba Vox, que luego de ser derrotado y además luego de escuchar el discurso Feijoo con un tono moderado, hicieron pensar en Bruselas que las aguas se dirigirán al sector medio - moderado, donde ya se encuentra también Sánchez con el PSOE.
Lo que resta definir es si alguno de los adversarios logrará formar gobierno antes del 17 de agosto - con Sánchez mejor posicionado debido a su experiencia previa en 2019, para formar un gobierno de coalición con amplios sectores del congreso -, o si, por el contrario, habrá nuevas elecciones.
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