Durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas fueron varios las revueltas que debió enfrentar, sea por temas ideológicos o reclamos de tinte económico o social. La Revolución de los libres del Sur desembocó en la sangrienta Batalla de Chascomús con consecuencias trágicas y una leyenda que aún perdura.
Batalla de Chascomús.
Batallas, sangre, muertes y conflictos de nunca acabar han sido una constante en la historia argentina. Este es el caso de la Revolución de los Libres del Sur en 1839, en pleno segundo gobierno de Juan Manuel Rosas, un hecho que dejó al desnudo el descontento de aquellos enfrentados al Restaurador y que terminó con terribles consecuencias para aquellos que osaban en revelarse contra él.
Para entender la situación social y económica en que se da esta revuelta hay que irse un año antes de los acontecimientos: al bloqueo francés al Río de la Plata de 1838 que, entre otras consecuencias, llevó al cierre de exportaciones trayéndole graves problemas económicos a la población y a la reducción del gasto público. Parte de los afectados por esta situación eran los productores rurales que además sufrieron la concesión de sus campos a través de la enfiteusis por parte del gobierno.
Juan Manuel de Rosas.
Rosas decidió suspender la renovación de los contratos de las tierras y exigió su devolución o la compra inmediata por parte de sus arrendatarios. La enfiteusis era la principal forma de tenencia de campos en el sur de la provincia y el Restaurador vio esta oportunidad para vendérselos únicamente a sus aliados y negárselo a quienes consideraba "enemigos". El descontento comenzó a crecer entre los estancieros que decidieron gestar un plan para derrocarlo liderados por el hijo de Manuel Vicente Maza, mejor amigo del gobernador.
Pese a que Rosas ya estaba enterado de los planes de los estancieros, estos decidieron seguir adelante contando con que Juan Lavalle los ayudaría en su plan de atacar Entre Ríos y se lanzaron oficialmente a la rebelión el 29 de octubre de 1839 en Dolores. En total lograron reunir casi 2000 hombres liderados por Pedro Castelli, hijo de Juan José Castelli miembro de la Primera Junta; Ambrosio Crámer, un coronel francés que fue oficial de Napoleón Bonaparte; y Manuel Leoncio Rico, oficial del ejército de Rosas.
Pedro Castelli.
Pero los planes debieron cambiar rápidamente porque los "rebeldes" se enteraron de que Lavalle ya no los ayudaría, en su defecto se desvió de su ruta original, y fue así que decidieron avanzar sobre la capital y marcharon hacia Chascomús. La decisión del traslado se debió a que no querían que Rosas reuniera más tropas y para evitar deserciones de sus propios hombres, el problema es que al apurar esto no pudieron brindar el entrenamiento militar pertinente para poder dar pelea a las fuerzas que respondían al gobernador.
Iniciadores de la revolución: M. Martínez Castro - F. Ramos Mejía - Leonardo D. Gandara - M. Ramos Mejía - P. Castelli - Francisco B. Madero - A Barragan - J. Ferrari - E. Ramos Mejía.
El coronel Prudencio Rosas, hermano de El Restaurador, lideró a las tropas oficialistas que avanzaban al encuentro de los rebeldes. El detalle es que a estas filas se unió el regimiento de Nicolás Granada, un militar a quienes los estancieros lo consideraban hasta ese entonces aliado y quien posiblemente haya filtrado información. Con Rosas fueron 1600 solados y 300 indios que llegaron a Chascomús el 7 de noviembre, allí los esperaban unos 1700 hombres de los "Libres del Sur" librándose un combate desorganizado desde un comienzo donde reinó la desazón entre el grupo de los estancieros al notar que varios de los que creían aliados estaban del bando contrario.
Croquis de la Batalla de Chascomús.
Luego de un combate de más de tres horas con saldos de 250 muertos y cerca de 700 prisioneros del bando rebelde y 7 muertos y 15 heridos para la División Sur del Ejército Federal Porteño, las tropas de Prudencio se declararon victoriosas y con la tarea de recorrer los campos en busca de aquellos estancieros y capataces que fueron parte del movimiento o que lo habían apoyado. Uno de ellos fue Castelli quien logró huir del campo de batalla, pero abatido tiempo después por Juan Durán quien lo decapitó y se quedó con su cabeza.
Días después, el 17, una partida de 50 hombres - encabezada por Durán - entró al pueblo de Dolores llevando la cabeza de Castelli colgando del pretal, sobre el pecho del caballo y sostenida por una correa. Decidieron colocarla en el centro de la plaza que aún no tenía nombre para recordarles a los pueblerinos lo que podría sucederles si alguno se atrevía a revelarse contra Rosas. Se cree que el palo donde fue colocada la cabeza medía entre seis y siete metros, con una punta superior con un hierro y un cuero para sostenerla con un fuerte nudo para evitar que se caiga.
La Plaza Castelli, actualmente hay un obelisco donde fue exhibida la cabeza del hijo del prócer.
La cabeza se mantuvo exhibida hasta por lo menos junio de 1847, es decir casi una década de aquella fallida revuelta. Allí nació otra leyenda sobre lo que ocurrió con los restos de don Pedro, cuentan que una correntina Francisca "Mamá Pancha" Gutiérrez en una mañana lluviosa cruzaba por la plaza cuando notó que los restos del desdichado estanciero habían caído tras la tormenta y decidió esperar a la noche para "salvarlo".
Placa que hace mención a la plaza.
Francisca le pidió a su hijo, José Moldes, que tome la cabeza y la lleve a su rancho para resguardarla. Hacerlo y ser descubierto le hubiese significado ser fusilado, pero aceptó ante el pedido de su madre y fue a buscarla para llevársela escondida debajo de un grueso poncho. Se dice que doña "Pancha" rasgó el cotín del colchón para colocarla allí durante cinco años hasta la caída de Rosas en 1852, sus vecinos le aconsejaron que lo mejor era deshacerse de esta y la sepultó en un hoyo en el cementerio.
Monumento en Chascomús que recuerda a los caídos en aquella batalla del 7 de noviembre de 1839.
El tiempo pasó y Rómulo Castelli, hijo de Pedro y nieto de Juan José, llegó hasta Dolores para reclamar los restos de su padre, pero no tuvo suerte. Fue con José Moldes hasta el cementerio, pero la cabeza ya no estaba y nunca más se supo de su paradero. Hoy la plaza donde por años fue exhibido lo que quedaba del jefe revolucionario se llama Pedro Castelli, un pequeño homenaje a un hombre que podría haber cambiado la historia argentina como lo hizo su padre.
Por Yasmin Ali
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