Es uno de las temas que más divide a historiadores, entre quienes defienden y entienden su decisión y otra parte que lo considera "un error". Lo cierto es que un hecho trascendental en el río Paraná sería la causa de semejante regalo.
Cuando José de San Martín decidió no volver a pisar Buenos Aires a comienzos de 1829, tras un frustrado regreso de su primer exilio, Manuel Dorrego era fusilado por orden del general Juan Lavalle. A ambos conocía muy bien de la época de la campañas por la independencia y semejante noticia le bastó para decidir no desembarcar en las tierras que lo vieron nacer. Ese mismo, la figura de Juan Manuel de Rosas, comenzaba a pisar fuerte en la política.
Años después este estanciero de renombre se convertiría en gobernador de Buenos Aires, tomando así las riendas de un territorio que aún estaba lejos de ser la Argentina que hoy conocemos. Un significativo hecho durante su segundo mandato, que culminaría en 1840, sería causa suficiente para obtener el regalo más preciado: el sable corvo de San Martín.
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Para marzo de 1838, Francia bloqueó el puerto de Buenos Aires debido a un conflicto diplomático con Rosas: el enojo por no recibir el mismo trato que Inglaterra y porque los franceses residentes en la Confederación Argentina no estaban exceptuados del servicio militar como sí lo hacían los ingleses. A esto hay que sumarle la decisión del Restaurador de apresar a dos franceses: a Pierre Lavié por robo y a Michel Bâcle, acusado de vender mapas de la Confederación Argentina a Bolivia, nación con la cual el papá de Manuelita tuvo conflictos.
Los franceses tenían claro su misión: "No es posible ningún arreglo con Rosas y sería más seguro, y más digno, enviar fuerzas de tierra que unidas a las de don Frutos y de Lavalle concluirían pronto con el monstruo y establecerían de una manera permanente en el Río de la Plata la influencia de la Francia".
Los europeos contaron con el apoyo unitario y los exiliados por el régimen rosista y fue así que los franceses tomaron la isla Martín García y secuestraron barcos de Buenos Aires. Lavalle, otra vez Lavalle, fue la apuesta a confiar pero Rosas lo volvió a derrotar y desistió. "El gobierno francés se interesa muy poco por los asuntos de Buenos Aires y de los franceses comprometidos allí", anunció.
El 29 de Octubre de 1840, se firmó el Tratado Arana-Mackau. El representante argentino Felipe Arana y el francés Ange René Armand de Mackau, acordaron que Buenos Aires indemnizaría a ciudadanos franceses por las pérdidas del conflicto, que ningún ciudadano francés tendría más privilegios que otro extranjero en la Confederación, y que los franceses abandonarían la Isla Martín García devolviendo todo lo secuestrado y levantando el bloqueo al puerto.
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El 23 de enero de 1844, San Martín redactó su testamento en París en la escribanía de Francois Huillier. Fue por esta victoria de Rosas ante los franceses, y no por la Vuelta de Obligado como se cree, que el Padre de la Patria decidió dejarle su sable:
"El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla".
Fue tal la polémica que levantó entre los opositores a Rosas su decisión que hasta pusieron en duda la autenticidad del documento y la capacidad mental de San Martín al escribirlo. La realidad es que ambos intercambiaron correspondencia, pero nunca se encontró una aprobación o apoyo a la política interna del Restaurador y el elegir darle el sable tenía que ver con el acto de defenderse de la agresión extranjera y sostener el honor nacional.
Actualmente el sable en cuestión se puede ver en el Museo Histórico Nacional, ubicado en Parque Lezama.
Por Yasmin Ali
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