Se trata de una de las proezas militares más asombrosas de la historia mundial. En enero de 1817 el general emprendía una tarea que parecía casi imposible y de la que aún hoy se habla y estudia en academias.
“El 17 empieza la salida de la vanguardia: las medidas están tomadas para ocultar al enemigo el punto de ataque. Si se consigue y nos dejan poner pie en llano, la cosa está asegurada. En fin, haremos cuanto se pueda para salir bien, pues si no todo se lo lleva el diablo”, con estas palabras el General Don José de San Martín hacía referencia, el 13 de enero de 1817, a la epopeya que estaba a punto de emprender junto a su ejército: el cruce de los Andes. Lo hizo en una carta a su gran amigo y compañero de batallas, Tomás Guido. Pero, ¿cómo hizo posible lo impensando hace ya más de 100 años?
Para adentrarnos en este logro titánico a inicios del siglo XIX, hay que contextualizar la situación de San Martín y en qué fase de su plan libertador se encontraba. En 1816 las Provincias unidas del Río de la Plata se habían independizado de España, pero aún faltaba una parte importante de Sudamérica, fue por ello que se trasladó a Mendoza para seguir con la planeado. Ya nombrado gobernador de Cuyo comenzó a diagramar el cruce para conquistar “esos montes” como llamaba a la cordillera.
El plan era simple, si se permite la palabra: cruzar los Andes, liberar Chile y luego avanzar por mar hacia Lima junto a Bernado O’Higgins y con la ayuda de Simón Bolívar, lograr de una vez emancipar el territorio sudamericano.
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Instalado en la provincia cuyana como gobernador junto a su familia, allí nació su hija Mercedes, el lugar prácticamente se fue convirtiendo en un cuartel militar: se instalaron talleres de artillería, almacenes de acopio de alimentos, fábricas de pólvora y campos de entrenamiento con un rol clave del Fray Luis Beltrán. San Martín consiguió apoyo del gobierno central y fue nombrado Comandante en Jefe del Ejército para dar paso al Ejército de los Andes.
La preparación de los hombres para el cruce fue de película: se instaló una base en los cuarteles del Campo de Plumerillo donde recibieron adiestramiento militar civiles, gauchos, mestizos, esclavos libertos, indígenas y voluntarios.
La sociedad mendocina no se quedó de brazos cruzados y también fue parte esencial del plan al realizar colectas de dinero, cedieron terrenos para la instrucción militar, se donaron materiales de construcción y los carreros se ofrecieron para hacer traslados y las mujeres se pusieron al frente para donar ropas y confeccionar uniformes.
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El plan era dividir el ejército en seis columnas que se colocaría desde La Rioja al sur de Mendoza. El mismo ingresaría por seis pasos diferentes, llegando de manera sincronizada para encontrar en un lugar en común para tomar la ciudad de Santiago.
El 5 de enero se llevaron a cabo las ceremonias de partida de las tropas con la Virgen del Carmen de Cuyo como Patrona. Además, se enarboló la bandera del Ejército de los Andes para que el 9 del mismo mes comenzara el avance y entre el 12 y 19 cruzaron las columnas.
En total se unieron 4.000 soldados de combate, 1.400 fueron destinadas a tareas de transporte, sanidad y abastecimiento. Se usaron 1.000 mulas y 1.600 caballos; 600 reses para ser faenadas; 900 mil tiros de fusil, carabinas, 2.000 balas de cañón, 2.000 de metralla y 600 granadas.
La columna principal fue liderada por Miguel Estanislao Soler, Bernardo O’Higgins en el centro y José de San Martín en la retaguardia cruzó por paso de Los Patos. Por otro lado, la segunda columna estuvo al mando del general Juan Gregorio de Las Heras quien cruzó por Uspallata y las cuatro columnas secundarias se dividieron, dos por el flanco norte, y las otras dos por el flanco sur ya que su objetivo era confundir y distraer a los realistas.
O'Higgins y San Martín tenían una semana de diferencia en sus viajes, pero mantenían comunicados mediante chasquis.
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Entre el 9 y 10 de febrero el ejército llegó a Chile tras atravesar la cordillera. El 12 de febrero de 1817, el Ejército de los Andes atacó al ejército español y entró de manera triunfal a Santiago de Chile el 14 de febrero. Después de la derrota en la Batalla de Chacabuco, las tropas realistas se reforzaron con auxiliares que llegaron desde Perú. Casi un año después, el 19 de marzo de 1818, lograron una victoria importante en Combate de Cancha Rayada.
El sabor a victoria les duraría poco porque llegó el triunfo definitivo con la Batalla de Maipú que aseguró la independencia de Chile.
"Al ejército de los Andes queda para siempre la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos, y dimos la libertad a Chile", dijo San Martín en Chile después del cruce.
Al correntino le quedaban más páginas gloriosas por escribir, aún le quedaba una misión más: liberar a Perú.
Por Yasmin Ali
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