Desde los inicios mismos del Peronismo, los "Gorilas" se han levantado para barrer definitivamente las políticas sociales lanzadas por Perón en beneficio exclusivo del Pueblo argentino. Pero... ¿pudo el tres veces presidente de la Nación tener un amigo gorila? Así lo contó con sus propias palabras el Líder Justicialista.
Juan Domingo Perón y los Gorilas. Diario 26.
Por Marcelo García.*
Mientras se encontraba viviendo los últimos tramos de su exilio madrileño en la Quinta "17 de Octubre" en Puerta de Hierro, el Teniente General Juan Domingo Perón pasó largas horas hablando con el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez. Esas charlas terminaron dando forma a sus imperdibles memorias grabadas, en las cuales Perón se abrió y se sinceró de un modo muy especial, poniendo sobre la mesa muchos de los temas de los que nunca antes se había animado a hablar.
Durante esos imperdibles encuentros, no hubo tema que no tocara el viejo líder sentado frente a frente con el periodista que -café mediante- le hizo volver el tiempo atrás pasando por su formación militar, sus ideas, los inicios del Peronismo, Evita, los nazis, todo.
Las conversaciones, amenas y relajadas, lo mostraron tal como era en realidad, un trabajo excepcional de su interlocutor, sin dudas.
Perón, en un momento de la charla, comenzó a hablar de su hermano y finalizó contando una anécdota curiosa en la que, entre sonrisas pero sin dejar de atender la cuestión con un cierto dejo de resentimiento, se dio el lujo de tomar a la "chacota" la -siempre incómoda- presencia de los "gorilas" que eran presentados como la viva expresión del antiperonismo de su tiempo.
Dijo Perón en esa oportunidad:
"Mi hermano Mario era un héroe para mí: un muchacho un tanto introvertido, demasiado serio para su edad, más estudioso que yo y hasta creo que más inteligente. Por lo menos aprendía más de prisa. No lo evidenciaba por su carácter un tanto retraído en sus cosas. (...) Mario murió a los sesenta años, cuando me eligieron Presidente, él conservaba su campo en la Patagonia, pero vivía en Buenos Aires. Un día lo llamé y le dije: "Mirá hermano, aquí trabajamos todos para mejorar el país. Vos vas a tener que trabajar en algo también".
Me contestó: "No, yo ya estoy jubilado. Trabajá vos, que te has metido en ésto. A mí dejame tranquilo".
Resolví insistirle: "Tengo una cantidad de cosas que me interesan", le dije. "Pensá en qué podés ocuparte". Pensó un poco y, al cabo de un tiempo, me llamó. "Vos sabés que me he pasado la vida entre animales. Los que no me gustan son los hombres. El único puesto que te aceptaría es el de director del Zoológico. Y te aseguro que te lo convierto en el mejor del Mundo."
Y continuaba recordando el Líder Justicialista: "Lo nombré en seguida ad honorem. Se puso a estudiar el tema, hizo una clasificación rigurosa, separó a los felinos, analizó las costumbres y características de cada especie. No se qué pasó pero los animales estaban maravillosamente bien. Empezaron a parir en cautiverio: los leones, los tigres y hasta el hipopótamo tuvieron crías. A mí me gustaba verlo entrar a la jaula del gorila: había allí un gorila negro y grandote, animal furioso al que todos temían. Sin embargo, se dejaba tocar por él y hasta se convirtió en su amigo. Esa fue la única vez que los Perón tuvimos un amigo gorila".
Dicen por allí que la política es el arte de lo posible, Perón sabía mucho de eso. Sin embargo, la línea insondable entre peronistas y antiperonistas, entre el llamado "gorilaje" contrera y los "cabecitas negras" de Perón, jamás pudo ser atravesada.
Y lo que es peor, tal vez nunca se logre cruzar.
*Periodista de Diario26 y escritor.
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