La conoció cuando ella tenía 14 años y él 26, se casaron en secreto sabiendo que la familia no aprobaría la relación. Hoy en día prevalecen las cartas de amor que a diario escribía cuándo él partió a Londres, ignorando la tragedia que se avecinaba a sus vidas.
Durante la Guerra de Independencia, que duró casi 15 años, hubo más que historias de corceles, espadas, traiciones y sangre derramada. También quedó lugar para el amor y si bien son relatos con tinte trágico, asemejándose a Romeo y Julieta, no fueron menos pasionales y merecen ser recordadas.
El matrimonio de Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno merece un capítulo aparte en aquellos años tumultuosos en el Río de la Plata. Desde cómo se conocieron a un trágico final que expuso las miserias humanas, rodeado de una hipótesis que aún hoy sigue sin quedar en claro.
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Mucho antes de su público enfrentamiento de Cornelia Saavedra, Moreno comenzaba una prominente carrera de abogado. Nacido el 23 de septiembre de 1778, viajó con 22 años a Chuquisaca (hoy Bolivia) para continuar sus estudios en la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca y a la Real Academia Carolina de Practicantes Juristas de Charcas. Elegir la profesión de abogado fue en contra de los deseos de la familia que pensaban en Mariano como un sacerdote.
En el norte debió hacerle frente a numerosos problemas de salud que lo acompañaron toda la vida como ataques de reumatismo que lo obligaron a permanecer en cama. Fue durante esa época que conoció a Guadalupe, una joven de 14 años y oriunda de Chuquisaca, que se encontraba recluida en un monasterio porque su mamá quería ser monja. El flechazo fue instantáneo.
Vale aclarar que en esa época era muy común una abultada diferencia de edad entre las parejas, como así también que las mujeres sean desposadas a muy temprana edad. Se casaron el 20 de mayo de 1804 y el 25 de marzo del año siguiente nació su único hijo, Mariano.
Algo en él lo hizo volverse a Buenos Aires y junto con su familia emprendieron el viaje en 1805. No lo sabía, pero era el principio del fin.
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A menudo se habla de Moreno como uno de los cerebros de los eventos de mayo de 1810 y la conformación de la Primera Junta. No solo lo hizo desde su rol de secretario, también desde el periodismo al fundar La Gaceta un 7 de junio, pero eran tiempos difíciles y de confrontación constante con Saavedra con quien terminó formando una rivalidad insostenible.
Sus ideas opuestas sobre cómo actuar tras la Revolución y en pleno proceso independentista, convirtió los últimos meses de 1810 en un tire y afloje de poder. Saavedra se unió a los diputados del interior para frenar la influencia de Moreno y para el 18 de diciembre ordenó una votación para incorporar o no a los diputados a la Junta. Lo logró conformando la Junta Grande y no dejándole otra opción a Mariano que presentar su renuncia que no fue aceptada. Así solicitó una misión ante las cortes de Brasil y Gran Bretaña para gestionar el apoyo a la independencia. Sería su último viaje.
El 24 de enero de 1811, Mariano embarcó a Inglaterra en el momento más tenso de su relación con Saavedra. Su hermano Manuel lo acompañó y dejó un relato perfecto de lo que sucedió en ese barco:
"El 24 de enero de 1811 salió el Dr. Moreno del Puerto de Buenos Aires en la escuna de Su Majestad Británica la Misletoe para el puerto de la Ensenada y el 25 por la tarde se transbordó a la fragata inglesa de comercio nombrada la Fama. Desde antes de embarcarse la salud del Dr. Moreno se hallaba grandemente injuriada por la incesante fatiga en los asuntos públicos. Debilitado su sistema sufrió un mareo demasiado fuerte, después del cual cayó en una languidez tan profunda que le fue imposible sostener las incomodidades anexas a una navegación penosa.'No sé qué cosa funesta se me anuncia en mi viaje', nos decía con una seguridad que nos consternaba. No pudiendo proporcionarse a sus padecimientos ninguno de los remedios del arte, ya no nos quedaba otra esperanza de conservar sus preciosos días que en la prontitud de la navegación. Todas las instancias hechas al Capitán para que arribase a [Rio de] Janeiro o al Cabo de Buena Esperanza, no fueron escuchadas. A las cuidadosas atenciones que le pagaba nuestra amistad y respeto, correspondía con una suavidad admirable, pero con el triste desengaño de que serían sin efecto. Su último accidente fue precipitado por la administración de un emético que el Capitán de la embarcación le suministró imprudentemente y sin nuestro conocimiento. A esto siguió una terrible convulsión, que apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y de sus amigos. Acostado sobre el piso solo de la cámara, se esforzó en hacernos una exhortación admirable de nuestros deberes en el país que íbamos a entrar y nos dio instrucciones. El último concepto que pudo producir, fueron las siguientes palabras: ‘Viva mi Patria, aunque yo perezca’. Ya no pudo articular más. Tres días estuvo en esta situación lamentable: murió el 4 de marzo de 1811 al amanecer”.
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Cuando su amado embarcó, Guadalupe nunca dejó de escribirle cartas. En una de ellas puede leerse: "ay, Moreno de mi vida, qué trabajo me cuesta el vivir sin vos, todo lo que hago me parece mal hecho, las gentes, la casa, todo me parece triste, no tengo gusto para nada".
En otra carta le pidió: "No olvides de tu Mariquita; dedícale siquiera una hora al día para acordarte de ella y para corresponder las lágrimas y desvelos que tiene por vos". Cerraba esa misma carta con un "adios mi amado Moreno de mi alma" y firmaba "tu mujer que te ama más que a sí misma y verte desea". "¿Quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acordate que tenés una mujer fiel a quien ofendés", le escribió en otra.
Mariano no llegó a leer ninguna, murió como se sabe en altamar el 4 de marzo de 1811. Aún hoy se debate si fue envenenado o no, lo cierto que cuando su enemigo Saavedra se enteró atinó a decir: "Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego".
Por Yasmin Ali
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