El Libertador de América redactó su última voluntad años antes de morir en París, el 23 de enero de 1844. La relación con sus hermanos y Merceditas como única heredera oficial.
Algunos personajes de la historia argentina lograron vencer esa barrera del ser persona humana a convertirse en mito y uno de ellos fue José de San Martín. El correntino también tuvo una vida personal y sus decisiones lo llevaron a ser quien fue en el plano militar. Si bien murió en 1850, años antes tenía en claro lo que quería como única voluntad.
El 23 de enero de 1844, San Martín redactó su testamento en París en la escribanía de Francois Huillier. Se trataba de sólo dos carillas y que contaba con ocho cláusulas que terminarían diciendo mucho de lo que fue la vida del Libertador y los afectos que lo acompañaron hasta el final de sus días.
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El 10 de febrero de 1824, San Martín se subió a un barco que lo llevó a Europa para emprender la primera parte de su exilio. Años después, a fines de noviembre de 1828, el General y su amigo Eusebio Soto emprendieron la vuelta al Río de la Plata desde Inglaterra. Cuenta Felipe Pigna en La voz del Gran Jefe, Vida y pensamiento de José de San Martín que el pasaje del prócer fue comprado a nombre de José Matorras con el objetivo de no levantar sospechas y que la primera escala fue en enero de 1829 en Río de Janeiro.
Fue en esa parada donde se enteró que su antiguo oficial de Granaderos, Juan Lavalle, derrocó y dio la orden para fusilar a Manuel Dorrego en el marco de una feroz guerra civil que Don José siempre intentó evitar.
A raíz de esta noticia, San Martín decidió no desembarcar en Buenos Aires y pasó tres meses en Montevideo. Luego se embarcó de manera definitiva para Europa, reiterando su deseo de no querer ser parte de ninguna guerra civil en su tierra. El final de su vida terminó siendo lejos de su patria, aquella que ayudó a liberar.
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A pesar de los rumores sobre la existencia de más hijos de San Martín, al menos un hijo en Perú y otro en Ecuador, lo cierto es que el Libertador solo se hizo cargo de la descendencia que tuvo con Remedios de Escalada. "Dejo por mi absoluta heredera de mis bienes habidos y por haber, a mi única hija, Mercedes", dispuso en primer lugar en su testamento. Mercedes y su esposo, Mariano Balcarce, compraron una casona en Brunoy, la cual había pertenecido a Luis XVIII gracias al buen patrimonio que el padre de Merceditas logró formar.
Don José tenía cuatro hermanos con los que no tenía una relación fluida desde que tomó la decisión de abandonar el ejército español. Aún así, en la segunda cláusula dispuso una renta vitalicia para su hermana María Elena y su hija Petronila. Los hermanos, Juan Fermín y Justo Rufino, ya estaban muertos y aunque con Manuel Tadeo tenía trato, no le dejó nada.
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La tercera fue sin dudas la disposición más polémica: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla". El gesto se debió a la victoria de la Argentina de Rosas sobre Francia a raíz del bloqueo francés al puerto de Buenos Aires entre 1838 y 1840.
Fue tal la polémica que levantó entre los opositores a Rosas su decisión que hasta pusieron en duda la autenticidad del documento y la capacidad mental de San Martín al escribirlo. La realidad es que ambos intercambiaron correspondencia, pero nunca se encontró una aprobación o apoyo a la política interna del Restaurador y el elegir darle el sable tenía que ver con el acto de defenderse de la agresión extranjera y sostener el honor nacional.
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Si bien murió lejos de Argentina, San Martín tenía en claro su deseo que sus restos estén en un cementerio y su "corazón depositado en el de Buenos Aires". Había prohibido que se le haga un funeral, pero en este punto su voluntad se cumplió a medias. Recién en 1880 sus restos llegaron al país, pero a la Catedral.
Ahí se abre otra polémica porque debido a su condición de masón, los restos de San Martín fueron sepultados en el exterior del perímetro en una capilla construida fuera de la nave central. El cajón está inclinado porque fue colocado en un triple féretro: uno de plomo, otro de roble y el otro de abeto y como consecuencia hizo que el sarcófago donde fue puesto quedara chico.
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En la quinta cláusula declaró "no deber ni haber jamás debido nada a nadie" y en la sexta reconoció a su hija el "constante cariño y esmero" que le había posibilitado una "vejez feliz", abrazaba "con todo mi corazón" a sus nietas y destacaba la "hombría de bien" de su yerno. Una de sus nietas, Josefa "Pepita" Balcarce recibió del gobierno francés la condecoración de la Legión de Honor y distinguida por la Cruz Roja por su notable labor durante la Primera Guerra Mundial.
Por último, la última voluntad de San Martín estaba dirigida a Perú al devolverles el estandarte del conquistador Francisco Pizarro "a pesar de ser una propiedad mía", remarcó. Finalmente se hizo en 1861, pero años después se perdió el rastro y gracias a que Merceditas pintó un cuadro con la imagen es que podemos conocerlo hoy en día.
Por Yasmin Ali
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