El Libertador, artífice de la independencia sudamericana, nacido en Corrientes en 1778 estuvo rodeado de polémicas y misterios que han llegado hasta nuestros días. Un recorrido por lo más destacado del prócer nacional.
José Francisco de San Martín es uno de los máximos próceres de Argentina. Si bien conocemos su gesta emancipadora y sus logros militares, poco se conoce de aquel hombre que volvió a sus tierras después de 34 años para comenzar la campaña libertadora. Esposo, amigo, líder militar y héroe, San Martín también dejó varias curiosidades que vale la pena repasar.
Nacido el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú y muerto el 17 de agosto de 1850 en Francia, San Martín fue mucho más que un prócer que hoy admiramos y varios políticos toman de referencia. ¿Cómo fueron sus primeros años que marcaron el devenir de su vida?
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Su familia ha sido objeto de numerosos debates y hasta polémica, pero con el tiempo quedó fuera de discusión y prácticamente no se han mencionado la vida de sus padres y de sus hermanos, cuya relación también es tema aparte. Quiénes fueron y qué fue de la vida de las primeras personas que acompañaron al Libertador.
Los padres de la familia eran españoles, Juan nacido en Cervatos de la Cueza y Gregoria en Paredes de Nava, ambos en el norte. El jefe de la familia se enlistó a los 18 años como soldado voluntario y decidió probar suerte en el ejército español en América. Se le encomendó hacerse cargo de Las Caleras de Vacas, estancia que estaba en lo que hoy es Colonia, Uruguay. Casi en simultáneo Gregoria también cruzó el Atlántico con su primo Jerónimo, fue en Buenos Aires donde la pareja se conoció y se casó en 1770 para luego mudarse a donde el ejército lo había mandado para continuar con su trabajo.
Allí llegaron los primeros hijos del matrimonio: María Elena, nacida el 18 de agosto de 1771; Manuel Tadeo, el 28 de octubre de 1772; y Juan Fermín Rafael, el 5 de febrero de 1774. Es decir, los tres hermanos mayores de San Martín fueron uruguayos. Al tiempo, y debido a que las misiones jesuíticas fueron divididas en distritos, el gobernador Juan José Vértiz designó a San Martín padre a cargo de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú donde nacieron en febrero de 1776 Justo Rufino y el 25 de febrero de 1778 José Francisco. A fines de 1783 los San Martín dejaron el Río de la Plata, el más pequeño apenas tenía 5 años.
En cuanto a sus hermanos: la mayor, María Elena, se casó en Madrid en 1802 y murió en 1852. Tuvo una hija, Petronila, que el Libertador incluyó en su testamento. Su madre Gregoria vivió con ella cuando su papá falleció a los 68 años. Don José tenía 18 años y la madre viviría hasta poco después del combate de San Lorenzo en 1813.
Manuel Tadeo, el segundo, siguió la carrera militar y su hermano más famoso lo consideraba el mejor militar de todos hasta su muerte en Valencia en 1851. Juan Fermín Rafael también se enroló en el ejército, viviendo en Filipinas donde formó familia y donde murió en 1822.
Justo Rufino, el otro correntino, era el hermano favorito de José y lo acompañó en su exilio en Bruselas hasta su muerte en Madrid en 1832. Todos los San Martín hicieron su vida lejos de la tierra que los vio nacer, menos el más chico que volvió a los 34 años para escribir el capítulo más importante de la historia argentina y sudamericana.
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Ya en pleno rol militar, San Martín mantendrían un encuentro histórico con Belgrano quien era relevado de su puesto como Jefe. A pesar de intuir su destino, Belgrano envió el 17 de diciembre de 1813 una comunicación al gobierno donde pedía por José de San Martín como su reemplazante. El creador de la bandera consideraba que debía entregársele el mando y que él podría ir "de Coronel de su Regimiento o de soldado, pues el Coronel San Martín supone más conocimientos militares por ser su carrera”.
Las autoridades de ese momento, el Segundo Triunvirato, al principio negaron cambios en la cúpula y por algún tiempo Belgrano creyó que San Martín llegaría a la zona en calidad de asistidor. De todas maneras al saber de su llegada le escribió:
“Mi corazón toma un nuevo aliento cada instante que pienso que usted se me acerca porque estoy firmemente persuadido de que con usted se salvará la Patria y podrá el Ejército tomar un diferente aspecto" y días después le escribió:
“Deseo mucho hablar con usted de silla a silla para que tomemos las medidas más acertadas. Sin tratar con usted a nada me decido. Que venga usted feliz a mis brazos son los votos que dirijo al Cielo”.
Los próceres se encontraron a finales de enero de 1814 en la Posta de Yatasto, una antigua posta ubicada en la provincia de Salta y conocida por ser la sede de célebres reuniones históricas. Estuvieron juntos un mes donde seguramente intercambiaron opiniones y secretos militares. Don José, valoró las cualidades de Belgrano e intentó mantenerlo a su lado: "De ninguna manera es conveniente la separación del General Belgrano de este ejército. No encuentro un oficial de bastante suficiencia y actividad que pueda reemplazarlo".
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El 23 de enero de 1844, San Martín redactó su testamento en París en la escribanía de Francois Huillier. Se trataba de sólo dos carillas y que contaba con ocho cláusulas que terminarían diciendo mucho de lo que fue la vida del Libertador y los afectos que lo acompañaron hasta el final de sus días.
La disposición más polémica fue el destino de su sable: "El que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla". El gesto se debió a la victoria de la Argentina de Rosas sobre Francia a raíz del bloqueo francés al puerto de Buenos Aires entre 1838 y 1840.
Fue tal la polémica que levantó entre los opositores a Rosas su decisión que hasta pusieron en duda la autenticidad del documento y la capacidad mental de San Martín al escribirlo. La realidad es que ambos intercambiaron correspondencia, pero nunca se encontró una aprobación o apoyo a la política interna del Restaurador y el elegir darle el sable tenía que ver con el acto de defenderse de la agresión extranjera y sostener el honor nacional.
Si bien murió lejos de Argentina, San Martín tenía en claro su deseo que sus restos estén en un cementerio y su "corazón depositado en el de Buenos Aires". Había prohibido que se le haga un funeral, pero en este punto su voluntad se cumplió a medias. Recién en 1880 sus restos llegaron al país, pero a la Catedral donde actualmente descansan.
Por Yasmin Ali
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