El Libertador de América intentó cumplir su deseo de regresar a su Patria, pero el derramamiento de sangre entre unitarios y federales fue demasiado para soportarlo. ¿Cómo se gestó la vuelta que no fue?
El 10 de febrero de 1824 José de San Martín, aquel hombre criado en España que regresó a su tierra natal para dar inicio a la campaña libertadora, se subía a un barco que lo llevó a Europa para emprender la primera parte de su exilio.
Y sí, al exilio del Libertador de América habría que dividirlo en dos partes. Aquella primera de cinco años y la segunda que comenzó en 1829 cuando intentó regresar al Río de la Plata, dejando trunco su desembarco a Buenos Aires por un crimen político.
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A fines de noviembre 1828, San Martín y su amigo Eusebio Soto emprendieron la vuelta al Río de la Plata desde Inglaterra. Cuenta Felipe Pigna en La voz del Gran Jefe, Vida y pensamiento de José de San Martín que el pasaje del prócer fue comprado a nombre de José Matorras con el objetivo de no levantar sospechas y que la primera escala fue en enero de 1829 en Río de Janeiro.
Fue en esa parada donde se enteró que su antiguo oficial de Granaderos, Juan Lavalle, derrocó y dio la orden para fusilar a Manuel Dorrego en el marco de una feroz guerra civil que Don José siempre intentó evitar.
A raíz de esta noticia, San Martín decidió no desembarcar. Además de no querer ser cómplice de la sangre derramada entre unitarios y federales, pensó que su propia vida podría verse en peligro por lo que decidió quedarse en el buque y recibir visitas. Su llegada, o intento de, no pasó desapercibida para la prensa rioplatense que descubrió rápidamente quién era el tal José Matorras.
Florencio Varela escribió en el El Pampero: “En esta clase reputamos el arribo inesperado a estas playas del general San Martín, sobre lo que diremos, a más de lo expuesto por nuestro coescritor El Tiempo, que este general ha venido a su país a los cinco años, pero después que ha sabido que se han hecho las paces con el emperador del Brasil”
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Decidido a no pisar Buenos Aires, el buque llegó hasta Montevideo. Reunido con viejas amistades explicó el motivo de su negativa de pisar suelo porteño:
“Yo supe en Río de Janeiro sobre la revolución encabezada por Lavalle y en Montevideo el fusilamiento de Dorrego. Me decidí (...) por nada desembarcar, atendiendo desde aquí algunos asuntos que tenía que arreglar, y regresar a Europa. Mi sable no se desenvainará jamás en guerras civiles”
En Montevideo pasó tres meses donde se reunió con el General José Rondeau, con el ministro de Guerra uruguayo, Eugenio Garzón y asistió como invitado a las sesiones de la Asamblea Legislativa que debatía lo que sería la Constitución oriental. Cada mañana leía las noticias de Buenos Aires.
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Pasados los tres meses, San Martín embarcó esta vez de manera definitiva para Europa reiterando su deseo de no quería ser parte de ninguna guerra civil en su tierra.
Tomás de Iriarte, quien lo acompañó hasta el buque de donde partiría al viejo continente, brindó detalles de lo que fue su partida: "San Martín nos opuso constantemente la más incontrastable resistencia: nos dijo que deseaba vivir y morir en el país, porque encontraba un gran vacío en Europa, que le repugnaban las costumbres de etiqueta, los hábitos que estaban en oposición con su carácter franco de soldado, pero que había resuelto expatriarse y no volver al país, mientras asomase la guerra civil y la anarquía”.
Para 1831 el General estaba asentado en Francia donde recibió la visita de figuras como Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento. Hasta el final de sus días se escribió con Tomás Guido, su gran compañero en el campo de batalla que lo actualizaba sobre la situación en el Río de la Plata, su hogar.
Por Yasmin Ali
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