El 1 de enero de 1872 -en Tandil- gringos, vascos y masones fueron asesinados con la excusa de "encarnar el mal". Hombres, mujeres y niños fueron víctimas de uno de los hechos más estremecedores que tiene a un curandero falso como protagonista y causante de desatar una xenofobia sangrienta.
La banda culpable de la masacre el primer día del año 1872.
El 1 de enero de 1872 fue lunes, el pueblo de Tandil recibió el nuevo año sin saber que ese mismo día terminaría siendo uno de los más oscuros para el pueblo. "¡Mueran los extranjeros y los masones!", se escuchó en la madrugada que se transformaría en un mar de sangre con la muerte de 36 personas, entre ellas varios niños, y que escondería una trama de xenofobia, odio y engaño.
Gerónimo G. Solané era un gaucho que -se cree- era enterriano, chileno o boliviano, conocido en la zona como Tata Dios o Médico de Dios ya que se presentaba como sanador y profeta. Ramón Rufo Gómez era un tandilense que estaba desesperado buscando una solución para los dolores de cabeza de su esposa, Rufina, y creyó encontrar la cura cuando le hablaron del Tata y de sus remedios caseros. Lo fue a buscar a Azul en noviembre de 1871 y como agradecimiento lo invitó a alojarse en su estancia La Argentina.
No tardó en correrse la voz sobre sus cualidades para "curar" y el rancho donde se había instalado se transformó rápidamente en una especie de clínica con seguidores que lo iban a visitar, afirmando que tenía poderes que eran productor de realizar "un pacto con el diablo". Los testimonios que quedaron recuerdan al hombre hablar muy mal de los extranjeros y masones, argumentando que "vienen a robarnos la tierra y el trabajo". Además, los culpó de la epidemia de fiebre amarilla que azotó Buenos Aires y entre sus seguidores repetía que esa gente "debía ser exterminada".
Litografía de Miguel Potel Junot con los principales integrantes de la banda, gentileza La5tapata.net.
No hay mucha información sobre Solané, solo que rondaba los 45 años, era alto, canoso de barba larga y vestía con poncho. Tenía una mano derecha, Jacinto Pérez, que pasó a llamarse "San Francisco" o "San Jacinto El Adivino". A finales de ese mismo año, Pérez relató a los seguidores de su jefe que le había anticipado, basándose en su "don de adivino", que el 1° de enero correría sangre. Ese día, por la madrugada, cerca de 50 paisanos a caballo llegaron a la plaza del pueblo; antes pasaron por la cárcel y liberado a los presos, que se sumaron al grupo que acusó a gringos, vascos y masones de encarnar el mal y que la única solución era matarlos.
La primera víctima fue un organillero italiano que festejaba en la plaza del pueblo, minutos después se dirigieron a los límites de Tandil donde degollaron a ocho vascos que conducían una tropa de carretas. No se detuvieron, al tiempo ingresaron en la casa de Guillermo Thompson para matarlo a él, a su esposa y al dependiente. Juan Chapar, su vecino vasco francés, fue también víctima como hombres, mujeres y niños que vivían en la casa.
El "Libro de la Humanidad", el cuaderno en el que Tata Dios (o su ayudante) anotaba a los pacientes que atendía.
La última parada fue en la estancia Bella Vista, del español Ramón Santamarina, pero no encontraron a nadie y decidieron comer, atender a los caballos y dormir. Uno de los primeros vecinos en alertar la violenta escena fue Prudencio Vallejo, que había escuchado a hombres gritando al pasar delante de su casa y el primero en descubrir los cadáveres de los vascos de la caravana. Los vecinos se juntaron, al mando de José Ciriaco Gómez, para buscar a los culpables a quienes encontraron en dicha estancia tomando mates.
Al ingresar a la estancia intentaron mediar con los asesinos, pidiéndoles que se rindieran, pero estos se dieron a la fuga y desembocando en otra masacre. Murieron en total 10 personas, entre ellas Pérez atravesado por una lanza, y 8 prisioneros. Algunos lograron ser capturados después y otros huyeron. El saldo fue devastador: 36 muertos; 16 franceses, 10 españoles, 3 británicos, 2 italiano y 5 argentinos. En lo que respecta a Solané fue detenido en su rancho, se declaró inocente pero no evitó la presión.
El poncho que Solané tenía cuando fue asesinado, Museo Fuerte de la Independencia.
El "Tata Dios" fue puesto en un calabozo y engrillado, intentaron interrogarlo, pero él se negaba. Sus últimas palabras fueron: “Una vez que venga el juez del crimen y me escuche, que es el único a quien prestaré declaración, tenga la seguridad que me sacarán estos fierros que tengo y se los van a poner a otros”. El 6 de enero de 1872 se escuchó un disparo, había sido asesinado, nunca se supo quién disparó.
El resto de los detenidos fueron a juicio, 29 implicados fueron acusados por la muerte de 36 personas. Tres fueron condenados a muerte como fue el caso de Crescencio Montiel os Cruz Gutiérrez, Esteban Lasarte, quien murió en prisión por sus heridas, y Juan Villalba. Habían sido apodado “los apóstoles de Dios”; siete fueron sentenciados a quince años, dos a tres años y otros dos a dos años de cárcel. Los otros quince fueron liberados.
Cuchillo utilizado en la masacre, hallado manchado de sangre, en las proximidades del almacén de Don Juan Chapar.
Los condenados a muerte fueron fusilados, el 13 de septiembre de 1872, en la plaza de Tandil ante 800 personas. Antes de morir, Cruz Gutiérrez llegó a decir que fue Pérez quien los convenció de que el Tata Dios los protegería, pero que para ello era necesario masacrar a los extranjeros.
El tiempo pasó y nunca se supo si el Tata Dios efectivamente tuvo algo que ver con la matanza. Lo cierto es que fue uno de las primeras masacres de odio que tuvo el país y lamentablemente, no la última.
Por Yasmin Ali
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