En Córdoba y en Buenos Aires yacen estas joyas de la arquitectura de antaño, que con el tiempo fueron abandonadas por dueños y visitantes, más no por los espíritus que ocasionalmente las habitan. Cuál es su historia y cómo visitarlos hoy.
El último fin de semana largo del 2024 está muy cerca, y será una de las últimas oportunidades para disfrutar de unos días de desconexión entre amigos, en familia o, por qué no, en soledad, este feriado de noviembre. Aprovechando las vísperas de Halloween, una selección de tres hoteles "fantasma", ideales para los más valientes.
Algunos son exponentes de la Belle Epoque en la Argentina o de los años '40, cuando el país era el granero del mundo. El Gran Hotel Viena Miramar, de Ansenuza, el Edén de La Falda (ambos en Córdoba) y el Club Hotel Sierra de la Ventana (en la provincia de Buenos Aires), tienen algo que los une: el uso de materiales de lujo, ser destino para una sociedad acomodada y la leyenda de que Hitler estuvo allí.
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A través de los relatos virtuales que hace el guía Javier Gómez, de Tierra Ventana Turismo, se puede revivir la historia del hotel más antiguo de la zona, inaugurado el 11/11/1911 y que hoy tiene un aspecto fantasmal. Es que lleva bastante tiempo abandonado. Fue construido con capitales ingleses y con todos los avances de la Belle Epoque, pensando en la aristocracia nacional que en esos tiempos elegía Mar del Plata como el destino para un verano de tres meses.
Hasta Sierra de la Ventana llegaban acaudaladas personalidades de la alta sociedad europea. El presidente Julio A Roca lo calificó de "maravilla del siglo” cuando lo inauguró como el primer complejo hotelero de Sudamérica y uno de los primeros casinos en la Argentina. Hoy sus restos constituyen un atractivo turístico.
Hacia principios de 1900, el doctor Félix Muñoz y su amigo Manuel Láinez -dueño de 3000 hectáreas en Villa Ventana- intentaban crear un hospital para enfermedades respiratorias, por lo que Manuel le contó sobre el proyecto a su amigo Ernesto Tornquist, influyente y acaudalado terrateniente. Este habló con el representante del Ferrocarril del Sud, el británico Samuel Hale Pearson, a quien le encantó la idea para hacer un hotel de lujo con casino en Sierra de la Ventana.
Así fue como la compañía ferroviaria le compró 120 ha. a Láinez para construir este mega emprendimiento encargado a los arquitectos Gastón Luis Mallet y Jaques Dunant. Contaba con cancha de deportes, teatro, cine, biblioteca, salón comedor para 1.500 personas, más de 150 habitaciones, grifería en oro y plata, casino con sala de juegos, pileta de natación, campo de golf de 18 hoyos y un espectacular parque diseñado por Carlos Thays, huerta, frigorífico, tambo, energía eléctrica, alfombras de Persia, vajilla de Limoges y una escalinata central en blanco mármol de Carrara. El 30 de noviembre de 1914 se inauguró el ramal del tren de trocha angosta que unía la estación de Sierra de la Ventana con el Club Hotel.
De la noche a la mañana se convirtió en el centro de reunión de políticos, diplomáticos y miembros de alta sociedad argentina. La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias letales para el emprendimiento pero, a pesar de la contienda bélica, el 9 de julio de 1916 se festejó allí el centenario de la Independencia con la asistencia de la Infanta Isabel de Borbón y el Príncipe Eduardo de Gales.
El Club Hotel funcionó fuertemente durante seis años, hasta que la Primera Guerra Mundial limitó la llegada de las personalidades europeas, baja económica a la que se sumó el cierre de todas las salas de juego del país por un decreto de Irigoyen. Funcionando a pérdida, finalmente el 20 de marzo de 1920 se decidió su liquidación. 20 años más tarde lo compró el gobierno de la Provincia de Buenos Aires para crear una colonia de vacaciones. El proyecto quedó trunco y, a partir de entonces, lentamente se fueron vaciando la bodega y los elementos del hotel.
En 1943 se convirtió en el alojamiento de los soldados nazis rescatados del acorazado Graf Spee que se hundió en el Río de la Plata. La leyenda asegura que también Hitler estuvo aquí.
Después de que los soldados dejaron el hotel, la degradación y depredación del edificio fue una constante. En la madrugada del 8 de julio de 1983 se incendió y sólo quedó en pie la estructura. La Municipalidad de Tornquist, en cuyo partido se encuentra, lo declaró Monumento Histórico en 1999. Hoy se revive su historia de la mano de Gómez.
Contacto: 54 9 291 509 4696.
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Con apenas 3000 habitantes, un puñado de hoteles de todas las categorías, calles amplias y una preciosa costanera, la bella Miramar de Ansenuza descansa somnolienta durante la semana por la poca afluencia de visitantes. Antiguamente los viajeros llegaban en tren o avioneta para disfrutar de la terapéutica agua salada de la laguna de Mar Chiquita y de su generación natural de ozono, que produce bienestar. La fama del lugar fue tal que llegó a tener 110 hoteles, hasta un hospital para el restablecimiento de personas enfermas y un hogar escuela.
Hoy solo se conserva a la vista el Gran Hotel Viena, patrimonio histórico del ‘40. Es el sitio en el que Patricia Zapata, guía de Miramar desde hace más de 30 años, ofrece visitas por los sectores seguros del edificio, y una nocturna a la luz de las velas, que no es apta para corazones sensibles porque se habla de varios fantasmas que habitan este predio. Fue grande y autosuficiente.
El Gran Hotel Viena se terminó de construir en 1945 gracias a los aportes de inmigrantes alemanes, inversión que demandó U$S 25.000.000, con la intención de aprovechar los beneficios del agua salada en diversos problemas de salud. El propietario del hotel, Máximo Pahlke, lo explotó por unos pocos meses antes de irse de Miramar para no volver nunca más. Finalmente, por problemas sindicales y de la política mundial, cerró sus puertas en 1947. Entre idas y vueltas, aperturas y cierres, terminó atacándolo una de las tantas inundaciones que provocaba la laguna y en 1985 cerró definitivamente sus puertas.
Repasando su historia podemos saber que el hotel fue diseñado de manera que dividiera el espacio edilicio destinándolo a tres clases sociales. La clase alta alemana era la que gozaba de la vista hacia la laguna. Mucho se ha especulado sobre la conexión del Gran Hotel Viena con el nazismo: incluso se cree que Adolf Hitler fue un huésped honorífico del hotel.
El ala principal era la más lujosa. Contaba con pisos de granito, paredes recubiertas de mármol de Carrara y salones iluminados por arañas de bronce con caireles de cristal. Era el único lugar del hotel que poseía aire acondicionado central y calefacción. En planta baja tenía una sucursal bancaria, de correo, central telefónica y peluquería. Actualmente, solo es posible conocer la terraza de esta parte.
Tenía también un pabellón termal donde se aplicaban fangoterapia y balneoterapia con pileta, dos muelles, cocheras, surtidor de combustible de uso exclusivo para los huéspedes, taller mecánico y fábrica de hielo propia. Era como una pequeña ciudad para las personas con buena posición económica.
Hoy, todo el lujo mencionado está librado a la imaginación. En la visita guiada se conoce la historia, los adelantos técnicos que tuvo, se puede imaginar cómo habrán sido los salones y diferenciar el tipo de alojamiento según el poder económico de los huéspedes. En el recorrido se conoce apenas una parte, la que se pudo restaurar es incluye las habitaciones con mobiliario original, algunas armadas casi como si fuera una fiesta de Halloween. No se sorprendan si ven huellas de cuerpos humanos sobre las sábanas... Pero lo mejor es hacer la visita nocturna, iluminados por linternas y velas en las escaleras.
En las habitaciones 106 y 110 es donde, dicen, se perciben más energías extrañas. Están los que afirman que sintieron angustia. Otros confiesan haber visto personas pasar de una habitación a otra. Y la guía asegura que, cuando se sacan fotos de la fachada del hotel, suele aparecer una mujer asomada desde una ventana en planta baja, y un hombre en uno de los cuartos de la clase alta.
Se lo puede ver también a la distancia haciendo una excursión en lancha, desde la laguna, para tomar real dimensión de su estructura y adivinar su magnificencia. Está en San Liniers 136, Miramar de Ansenuza. Entrada: $ 3.000. Abre todos los días de 10 a 12 y los domingos hasta las 15. Tiene página de Facebook.
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Este alojamiento lujoso de La Falda, Córdoba, vivió su época dorada entre 1937 y 1945. Sus primeros dueños, Walter Eichhorn y su esposa Ida, eran amigos personales de Adolf Hitler: incluso lo apoyaron económicamente en su ascenso al poder. En este caso también se dice que el Fuhrer visitó el lugar,
A finales del siglo XIX, un oficial del ejército alemán llamado Roberto Bahlcke recorría a caballo las Sierras Chicas en el Valle de Punilla y, seducido por los paisajes serranos y las bondades del clima, compró 900 hectáreas de la antigua Estancia La Falda de la Higuera, que había pertenecido a Juan Bialet Massé.
En ese terreno finalmente se levantó este hotel, construido a todo lujo y confort con materiales importados de Europa. Así, a finales de 1897 el Edén abrió sus puertas con 100 dormitorios, 30 baños y un salón comedor para 250 personas; otro de fiestas, uno para lectura y escritura, jardín de invierno, salón bar, sala de billares y juegos de salón; una cámara oscura para el revelado de fotografías, sótano y bodegas; 16 piezas el servicio, agencia bancaria una vez a la semana, cancha de golf de 16 hoyos, de tenis, croquet, bochas y tiro al blanco; pileta de natación, caja de caudales, cocheras con dependencias para los choferes, usina eléctrica, calefacción central, cámara frigorífica, lavadero y solárium; huerto, chacinería, caballerizas y hasta un taller mecánico.
Una vez inaugurado, pronto comenzaron a llegar las primeras familias de la alta sociedad, provenientes en su mayoría de Buenos Aires, para pasar largas temporadas estivales. También provenientes de Europa, sobre todo de Alemania, con sus choferes, criados y niñeras. Entre los visitantes figuran personalidades ilustres como Rubén Darío, Arturo Toscanini, Albert Einstein y hasta el Che Guevara cuando era niño. También se hospedaron el Duque de Saboya y el príncipe de Gales, así como los presidentes argentinos Julio Argentino Roca y José Figueroa Alcorta. Se caracterizaba por sus grandes bailes donde se vestía de rigurosa etiqueta durante todas las noches de la temporada. En las cenas se bebía vino del Rin y agua de manantial.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial los propietarios, los hermanos alemanes Eichhorn, de estrecho contacto con Hitler, decidieron venderlo. Si bien no hay un documento que avale que Hitler haya estado físicamente en el hotel, se dice que lo vieron en las cercanías.
En 1953 el edificio fue a remate y, luego de pasar por distintas firmas, en 1965 cerró definitivamente. Como ocurrió con los otros dos hoteles de esta nota, al quedar vacío fue saqueado y destrozado hasta que en 1988 se lo declaró Monumento Histórico Municipal y un año más tarde de Interés Provincial.
A partir de 2000, el municipio se hizo cargo del inmueble. En sus escaleras de mármol de Carrara quedaron plasmadas las huellas de la aristocracia nacional, que hoy ha sido puesta en valor. En la actualidad funciona como un Monumento Histórico Cultural, con visitas guiadas diurnas y nocturnas (prometen actividad paranormal), eventos sociales y privados, teatro, oficinas administrativas como la Departamental Norte de la Policía de Córdoba, Universidad Siglo 21, centro vecinal Villa Edén, Asociación Hotelera de Punilla, agrupación Serrana de Bomberos Voluntarios de la provincia de Córdoba. En el predio también hay un Parque Aéreo, el Hotel Boutique Edén, el Vivero Municipal y la escuela de Tenis de La Falda. Precio: $ 3.000 la visita diurna y $ 4.500 la nocturna (a las 21 y a las 23, con reserva previa).
Está en Av. Edén 1.400, La Falda y su web es edenhotellafalda.com.ar.
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