Lluvia radioactiva, mutaciones humanas, cáncer y el fusilamiento de perros, algunas de las consecuencias que dejaron las explosiones nucleares más catastróficas de la historia de la tierra.
Desde el inicio de los tiempos que el hombre desea tener poder y, en el camino hacia la cima de la ambición, ocurrieron eventos catastróficos para la humanidad: la primera guerra mundial y el holocausto, entre otros. En el campo de batalla, cuando las balas dejaron de ser suficientes, los líderes militares decidieron emprender un camino más letal y crearon las armas nucleares que acabaron con la vida de millones de personas en Hiroshima y Nagasaki, en Japón.
Los primeros ensayos de las bombas nucleares fueron retratados en la más reciente obra de Christopher Nolan, "Oppenheimer", que cuenta la historia del científico que creó la bomba radioactiva que aniquiló de manera instantánea a 70.000 personas.
En 1945 se realizó la primera explosión nuclear, que ocurrió cerca del pueblo de Alamogordo, en Nuevo México, donde un grupo de militares y las mentes más brillantes del momento se reunieron para ganar la carrera de ver quién creaba el arma más letal durante la segunda guerra mundial. El claro ganador de la competencia fue Estados Unidos.
Liderado por Oppenheimer, la prueba "Trinity" sentó las bases para la futura bomba que pondría fin a la segunda guerra mundial y desatara la guerra fría. Al ver la explosión de Trinity, al científico se le atascó una frase en la mente: “Ahora me he convertido en La Muerte, Destructora de Mundos”.
En ese entonces solo se pensaba en ganar la guerra y conseguir el poder. Tal vez, los ambiciosos deseos por los primeros creadores de un armamento tan letal fueron más importantes que las apocalípticas consecuencias ambientales que estas explosiones traerán al planeta y el impacto letal que la radiación tendría en los humanos y animales.
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Desde hace solo 14 años que cada 29 de agosto se conmemora el día internacional contra los ensayos nucleares. En 2009, la Asamblea General de la ONU aprobó por unanimidad la resolución 64/35 propuesta por la república de Kazajistán. Dicho documento celebra la clausura del polígono de ensayos nucleares de Semipalatinsk, perteneciente a la ex Unión Soviética y que creó el explosivo nuclear más potente de la historia, conocido como la "Bomba del zar".
Esta fecha es clave para combatir los intentos de construcción de estas armas tan letales para los humanos como para el planeta. Sin embargo, para tener un mundo libre de armas nucleares todavía falta el compromiso de algunas naciones.
En 1996 los países de todo el mundo se unieron en el Tratado de prohibición completa de ensayos nucleares, pero todavía 8 países no reconocen el acuerdo y bajo esta premisa, podrían seguir creando armas potencialmente letales para la humanidad y una de sus pruebas podría acabar con la vida de en la tierra. Estos países son China, Egipto, Irán, Pakistán, India, Israel, Estados Unidos y Corea del Norte.
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En el mundo ocurrieron alrededor de 2.152 pruebas nucleares. Las dos bombas más letales de la historia fueron lanzadas por Estados Unidos a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en el marco de la Segunda Guerra Mundial. El hecho fue devastador, ya que el impacto aniquiló a toda la población de esa zona.
La zona cero es donde se produce la explosión y sus cercanías. En este lugar, la mortalidad es del 100% y nada queda en pie. Tras el impacto de una bomba nuclear, se produce una onda expansiva que emana radiación ionizante. Los efectos de esta catástrofe se vuelven evidentes en el clima y en el ambiente, el hábitat del hombre.
Para los humanos, estar cerca de un evento de tal magnitud implica la muerte inmediata o la radiación puede ingresar al organismo y destruir sus defensas, generando enfermedades que conduzcan a la muerte. Lo que también puede ocurrir es que la energía liberada se impregne en el ADN humano y produce malformaciones en la descendencia de los afectados por la explosión.
El resto de energía gamma emanada por la bomba es liberado en forma de radiación retardada que puede provocar lluvias radioactivas. En un principio, las cenizas del evento se asientan en el suelo, contaminándolo por completo y se inunda el aire de partículas dañinas para los humanos.
Esta lluvia radioactiva no es literal, sino que es el fin de la explosión y sus restos se expanden por todo el territorio, contaminando cada espacio. Sin embargo, si las condiciones climáticas acompañan la catástrofe y llueve, se crearán "puntos calientes" en zonas donde las sustancias nocivas quedan impregnadas.
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Los efectos de las catástrofes nucleares alcanzan hasta el mejor amigo del hombre, los perros. La evidencia de ello son los perros abandonados en la ciudad fantasma de Chernobyl, donde una noche de 1986 una explosión en la central nuclear liberó a la atmósfera 400 veces más material radiactivo que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima.
El libro “Voces de Chernóbil”, recopila los relatos de los sobrevivientes de la catástrofe que tuvieron que huir de sus casas con lo puesto y fueron obligados a dejar a sus mascotas atrás. "Familias desconsoladas clavaban notas en sus puertas: no mates a nuestra Zhulka. Es una buena perra", aseguran las páginas del escrito.
El accidente de Chernobyl arrojó a la atmósfera miles de sustancias contaminantes para el ambiente, entre ellas plutonio y uranio. Estas partículas radioactivas emiten una energía tan potente que pueden provocar mutaciones como el cáncer, perjudicar la fertilidad o reducir la esperanza de vida, pero en los perros de la zona ocurrió todo lo contrario.
Luego del catastrófico suceso y de ser abandonados, los perros de Chernobyl vagaron por el bosque, con el paso del tiempo se fueron multiplicando, sobreviviendo y evolucionando en la ciudad más radioactiva del mundo. El hecho de que hayan subsistido 15 generaciones tras la gran explosión es atribuido a las mutaciones en el ADN que fueron heredando y las cruzas de razas que se fueron dando desde 1986.
A causa de la contaminación de la región y la cantidad de partículas nocivas que tienen en su organismo, los descendientes de los perros que estuvieron en la explosión mueren jóvenes, a los tres o cuatro años y sólo algunos sobreviven hasta los 12 años.
Uno de los desgarradores relatos de “Voces de Chernóbil” cuenta que tras el accidente los perros aullaban e intentaban subirse a los autobuses que llevaban a sus familias, pero eran frenados por los soldados que los pateaban. Luego llegaron los escuadrones militares, que fusilaron a los canes para evitar la propagación de la radiación.
Los fenómenos nucleares, que comenzaron en el mundo a causa de ambición humana, solo trajeron muerte, destrucción y un apocalíptico panorama ambiental que de la mano del calentamiento global y el voraz deseo humano por el consumo que aumenta la contaminación, nos conduce de manera acelerada al fin de los tiempos, dónde ni los inocentes animales se pueden salvar.
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