La imagen de Israel fue cambiando desde el 7 de octubre de 2023, y también su relación con Estados Unidos. Un año después, Irán es un protagonista activo de la guerra, y China está afectada comercialmente.
A un año del ataque atroz cometido por Hamas, parece haber más preguntas que respuestas. ¿En qué posición se encuentra cada uno de los actores involucrados en un conflicto cuyo desenlace todavía es incierto?
En primera instancia, ante los ojos de buena parte del mundo, debido al salvaje ataque de Hamas la posición inicial de Israel gozó de verdadera empatía, pero con el correr del tiempo ese sentimiento fue reemplazado por un rechazo a lo que se considera una respuesta brutalmente desproporcionada, que ya cuenta más de 40 mil muertos en la Franja de Gaza. Para colmo, Hamás no desaparece ni devuelve a los rehenes que continúan padeciendo el cautiverio. La organización parece haber sido al menos debilitada pero, ¿lo está realmente?
Más aún, más allá de la respuesta al ataque y de la entrada en la Franja de Gaza, la situación de Israel no pareciera haber mejorado demasiado. Incluso se podría decir que, al contrario, es más precaria.
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Luego de un año en guerra, el desgaste es mayúsculo en una sociedad políticamente fracturada, que además comienza a sufrir el deterioro económico que produce el conflicto. Junto a ello, están quienes se comienzan a preguntar cuál es el objetivo que se persigue con esta escalada. La acción sobre Hamás podía entenderse en un sentido punitivo, al menos en su comienzo. ¿Y ahora? Si un año de guerra en Gaza no terminó con Hamás, ¿qué espera lograr Netanyahu en el Líbano frente a una organización como Hezbolá, en principio mejor preparada que Hamás?
A esto habría que sumar los tambores de guerra con Irán, un rival de mayor envergadura que los ya mencionados. Israel está empantanado, y no faltan los que creen que el objetivo de Netanyahu es sostener la guerra para mantenerse en el poder.
Al mismo tiempo, la relación con Estados Unidos es, a pesar del apoyo que sigue brindando Washington, probablemente la peor en varias décadas. Son numerosas las ocasiones en las que distintos funcionarios estadounidenses optaron por contradecir o desentenderse del accionar israelí desde que la tensión comenzó a escalar en octubre del año pasado. Ninguna de las acciones de fuerte impacto contra Irán contó con el visto bueno de Washington, que tampoco se inclinó por tomar represalias serias contra Teherán cuando Israel fue atacado.
Quizás debamos leer en ese sentido por qué las ofensivas lanzadas por Irán vía drones o misiles casi no contaron con el efecto sorpresa necesario, ni causaron daños de consideración. Hasta fueron avisadas con antelación. Da la sensación de que, en coincidencia con Estados Unidos, la nación persa busca evitar un conflicto regional de gran envergadura. Al menos, no quedar involucrada directamente.
Sin embargo, ahora que Tel Aviv abrió un nuevo frente en Líbano -donde asesinó a Hassan Nasrallah, jefe de Hezbolá, junto a otros líderes-, se abre el escenario en el cual una de las organizaciones más importantes para la política regional iraní, Hezbolá, deberá hacer frente a las fuerzas israelíes. Si Israel ataca con dureza a Hezbolá y logra causarle daños serios, ¿podrá Irán seguir actuando con cautela?
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Finalmente, no es posible entender el año de conflicto fuera del enfrentamiento mundial que marca nuestro tiempo, el de Estados Unidos y China. Las proyecciones comerciales chinas se ven seriamente afectadas por los distintos focos abiertos hace un año: el puerto de Tel Aviv inhabilitado, los hutíes cortando el paso por el Mar Rojo, Siria sumida en una inestabilidad eterna y el precio del petróleo, que venía en baja, amenazando nuevamente con dispararse.
China necesita estabilidad para mantener sus exportaciones y un flujo constante de energía, alimentos y minerales. ¿Cuánto de esta inestabilidad se explica a partir de sus fallidos intentos en 2023 por pacificar la región? Intentó dialogar con todas las partes, y por poco parecía que lo lograba, pero quizás algunas dificultades para entender el lenguaje causaron exactamente lo contrario: que todo estallara.
Del otro lado, Estados Unidos -en año de elecciones-, y Rusia, no parecen verse tan afectados por la conflictividad que asola al mundo y, en particular, Medio Oriente. Quizás eso explique la excesiva prudencia que muestran para responder ante cada nuevo hecho que brota de este conflicto.
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