China y Rusia son destacados jugadores a nivel mundial, con China como una potencia económica y Rusia con un gran poder militar, incluyendo el mayor arsenal nuclear del mundo. A menudo se los considera como contrapeso al poder global de los Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de sus relaciones actuales, hay factores geográficos, históricos y políticos que podrían limitar su asociación en el futuro.
La geografía condiciona, pero no determina, reza una de las máximas en geopolítica. No determina, porque el arte de la política y los azares de la fortuna también juegan su parte. Pero sería absurdo creer que la posición que ocupa un país respecto de sus vecinos, el clima, las fronteras y los recursos naturales, entre tantos otros atributos geográficos de una nación, no configuran su política exterior.
En el caso de Rusia y China, el estudio de la interacción entre los factores políticos y geográficos que inciden en su relación, nos puede decir mucho sobre el futuro de la misma. ¿Por qué ahora resulta importante conocer y debatir sobre esta cuestión? Como dijimos, son dos de los grandes actores del tablero mundial. Probablemente los más importantes después de la primera potencia mundial, EE. UU. De esa relación triangular entre chinos, rusos y estadounidenses se derivan acontecimientos que tienen efectos en todas las partes del globo. Mucho suele escribirse sobre la relación de Washington con uno otro o con el otro. ¿Pero qué hay del “eje” Pekín - Moscú?
Con un poco de perspectiva histórica, un vistazo rápido a las relaciones sino-rusas nos permitiría observar que a lo largo de los últimos 4 siglos han ido intercalando momentos conflictivos con épocas de paz. Mientras China se mantuvo fuerte, los tratados firmados reflejaron una paridad de fuerzas que impidieron a Rusia, un Imperio en expansión, imponer sus condiciones. A medida que el poderío del gigante asiático fue declinando entrado el siglo XIX, Rusia fue expandiéndose hacia el este, conquistando territorio chino hasta llegar al Pacífico, e imponiendo a China la firma de un nuevo status quo a través de una serie de tratados que Pekín luego llamaría “tratados desiguales”.
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Ninguno de los dos gigantes estaría exento de cambios una vez entrado el siglo XX. El Imperio Ruso dio lugar al nacimiento de la URSS; en China, el fin de la larga era imperial dio lugar al nacimiento de una república turbulenta que, entre guerra civil e invasiones externas, sucumbió al nacimiento de la República Popular China, de orientación comunista y con Mao Zedong a la cabeza. La convergencia ideológica sino-soviética, más allá de sus matices, hacía presumir que las relaciones entre ambos entraban en una nueva era. Duró poco. Las relaciones se fueron deteriorando ya en la década de 1950 y la disputa hizo resurgir cuestiones fronterizas sin resolver que tocaron su pico máximo de tensión en 1969 en un choque armado entre chinos y soviéticos en la frontera sobre el río Ussuri. La URSS era un gigante militar, China no.
Ante el peligro que suponía un enfrentamiento con Moscú, Pekín miró a Washington, que también estaba interesado en un acercamiento. Así empezó la denominada política triangular, el resto es historia: el encuentro de Nixon con Mao; el comunicado de Shangai; las inversiones norteamericanas en China y su rápido fortalecimiento; en fin, la disolución de la URSS.
A inicios del nuevo milenio, ya con Putin en el poder, Rusia y China firmaron los acuerdos necesarios para resolver antiguas disputas fronterizas.
Con ese tema fuera de agenda, al menos por un tiempo, el futuro de la relación entre Moscú y Beijing parecía seguir solo un camino ascendente. De hecho, no puede negarse la tendencia a profundizar las relaciones entre ambas naciones en los últimos 15 años. “Una sociedad sin límites” llegaron a decir Xi Jinping y Putin en febrero de 2022.
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Unos días después de tan enfática proclama, Rusia invadió Ucrania. Cabe preguntarse si China sabía lo que Rusia planeaba o fue, en cambio, tomada por sorpresa. Sin embargo, estuviera al tanto o no Beijing de las ideas de Rusia, la guerra en Ucrania es una muestra clara de lo divergente que pueden llegar a ser los intereses rusos y chinos. Porque además de los países europeos, otro de los grandes perdedores de lo que ocurre en Ucrania es justamente el gigante asiático. No podía ser de otra manera, ya que una potencia que basa su poder en el comercio, necesita condiciones de paz para expandirse.
La guerra y los conflictos determinan obstáculos a las rutas comerciales, recesión, aumento de energía y alimentos (tan indispensables para China) y en este caso concreto además, la respuesta confusa y dubitativa de China sobre la invasión rusa, enturbió la relación con Europa, uno de sus mayores socios comerciales,
Que empresas como SINOPEC o Huawei hayan suspendido operaciones o parado el desarrollo de inversiones proyectadas en suelo ruso no es un indicativo de apoyo. Más bien, todo lo contrario. La posibilidad de sanciones a dichas empresas, y que ello pudiera resentir aún más el vínculo con sus socios europeos fue más importante para China que apoyar las acciones rusas. Esto no es un tema menor.
La geopolítica nos enseña que alianzas e intereses no son lo mismo. Las alianzas son circunstanciales, los intereses permanentes. La realización de ejercicios conjuntos de defensa, las declaraciones cargadas de ideología anti occidental y el importante comercio entre China y Rusia, no necesariamente revela intereses comunes.
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