Desde la fundación del país en 1948, los jóvenes religiosos estaban exentos de la formación militar que es obligatoria para la mayoría de los ciudadanos, pero la escalada del conflicto en Gaza llevó al Ejército a una crisis de personal.
Israel vive momentos decisivos de su historia como Estado moderno, según la mirada de varios analistas. Sea esto exagerado o no, lo innegable es que atraviesa un tiempo cuanto menos turbulento, tanto en lo interno como en lo externo.
Dicha turbulencia ha conducido a que, mediante una disposición judicial, se establezca la obligatoriedad del servicio militar para los judíos ortodoxos, un sector religioso históricamente eximido de esta imposición y minoritario dentro de la población. ¿Por qué un gobierno como el de Netanyahu, ya bastante debilitado por su estancamiento en Gaza, su mala fama internacional y sus tensiones constantes con Estados Unidos, decidiría abrirse un nuevo frente, doméstico en este caso, que le sume más inconvenientes?
Quizás, como sucede muchas veces, las respuestas estén más relacionadas a cuestiones geopolíticas que una cuestión local, aunque ésta efectivamente tenga cierto peso.
Ante todo, ¿adónde está parado Israel? Mientras las imágenes de los ataques sobre los palestinos lograron que octubre del 2023 quedara lejos y que, en cuestión de meses, las víctimas pasaran a ser victimarios; las relaciones con Estados Unidos, principal y más poderoso aliado, están por demás frías. Es sabido que el vínculo entre Tel Aviv y Washington tuvo, sobre todo en el último tiempo, varios episodios cargados de roces y contradicciones de distinta índole. Lo cierto es que, más allá de lo anecdótico de las declaraciones cruzadas, Israel sabe que contar con el respaldo estadounidense constituye un punto crítico no sólo para su defensa, sino también para sostener su existencia misma como Estado.
En este contexto, ¿cómo se inserta el intento de ampliar la cantidad de efectivos militares a través de la incorporación de los judíos ortodoxos? Lo primero a tener en cuenta es que, muy probablemente, la administración de Tel Aviv esté imaginando un escenario que incluya un enfrentamiento mucho más amplio que el de Gaza. Al momento, el más factible parece ser Líbano. Los cruces entre las fuerzas hebreas y el grupo armado Hezbolá han ido creciendo en intensidad y frecuencia durante los últimos días, incluso provocando el desplazamiento de población civil, al mismo tiempo que desde diversos portales no se descarta, en un futuro relativamente próximo, un conflicto abierto entre ambas fuerzas.
Hezbolá ya no es un grupo guerrillero. No sólo cuenta con el respaldo económico iraní y posee armamento de consideración; su intervención en Siria le proporcionó una organización y experiencia en combate iguales o superiores a la de muchos ejércitos regulares de la zona. Israel, por supuesto, conoce en detalle esta realidad, y sabe que recurriendo a armas convencionales, atacar Líbano podría ser altamente riesgoso.
Quizás el discurso que dará Netanyahu ante el Congreso de Estados Unidos brinde alguna señal al respecto. Mientras, cabe preguntarse si en Washington verían con buenos ojos un ataque israelí sobre Líbano o, al contrario, este accionar se sumaría a la lista de decisiones unilaterales bajo la aparente intención de involucrar a Estados Unidos en una guerra regional.
No por esto deben descartarse otra opción: quizás Israel sólo quiera mostrar que se prepara para una conflagración que en realidad no planea provocar.
Por supuesto que tampoco debe descartarse la existencia de factores internos. Podría ser, incluso, que en la división interna dentro de la política israelí esté la razón de la medida. El gobierno de Netanyahu se sostiene en su alianza con ortodoxos, grupo ahora descontento por este reclutamiento forzoso. ¿Podrían quitarle su apoyo y, en consecuencia, hacer caer su gobierno? Ya se han registrado algunos hechos de violencia por parte de estos grupos que se oponen a ser reclutados por el ejército.
Por último, el reciente atentado contra Donald Trump seguido de su posible retorno a la presidencia el año que viene, ¿motivarán a que Tel Aviv tome una actitud más agresiva? ¿Sentirá que los próximos administradores de la Casa Blanca le devolverán el apoyo que tanto le retaceó Biden? ¿Cómo influiría esto en el escenario de Medio Oriente?
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