Detrás del poder y la importancia de uno de sus progenitores para la historia argentina, están ellas quienes acompañaron o se rebelaron a lo largo de su vida. Un repaso de algunas de las mujeres que fueron más que portadoras de apellido.
Apasionadas, rebeldes, desgarradas de amor y leales a su familia. Lo cierto es que la historia argentina también tuvo una fuerte carga femenina y este es el caso de las hijas de algunos de los personajes que marcaron, para bien o para mal, el curso del devenir de la Argentina.
Algunas pudieron elegir su camino sin importar el qué dirán, otras optaron por quedarse al lado de su padre y otras debieron vivir en su sombra. "El fruto no cae lejos del árbol", suele decirse y pareciera que en estos caso no fue la excepción. Qué fue de las vidas de estas mujeres que mejor conocieron a los hombres que para nosotros fueron héroes y para ellas un simple mortal al que llamaron "papá".
Te puede interesar:
La emotiva historia de Max, el gato que recorrió 8 kilómetros para reencontrarse con el hombre que lo rescató
Manuel Belgrano tuvo dos hijos con dos mujeres, una de ellas fue Manuela quien nació el 4 de mayo de 1819 en Tucumán cuando el creador de la bandera estaba gravemente enfermo. Su madre fue María de los Dolores Helguero Liendo y estuvo con ella hasta los 5 años cuando la menor viajó a Buenos Aires por pedido de su padre. Se fue a vivir con tía Juana a Azul para recibir una mejor educación y donde se conocería con su hermano: Pedro Pablo Rosas de Belgrano.
Aprendió inglés, francés y se casó en 1853 con su primo Manuel Vega y Belgrano con quien tuvo tres hijos. Murió dos años después que una de sus hijas producto de una depresión el 5 de febrero de 1866.
Te puede interesar:
Preludio de la Tercera Guerra Mundial
Para 1812 las cosas estaban más que agitadas en Buenos Aires, después de la Revolución de Mayo se habían conformado dos grupos bien antagónicos: quienes apoyaba a Mariano Moreno y los que simpatizaban con Cornelio Saavedra. Juan José Castelli formaba parte del primero y tras el desastre que significó para su carrera política la derrota en Huaqui, debió viajar a Buenos Aires a rendir cuentas.
Además había que sumarle que ya estaba enfermo de cáncer de lengua y en su casa las cosas tampoco estaban tranquilas. Una de sus hijas, Ángela, tomó la decisión de casarse con un tal Francisco Javier Igarzábal, reconocido saavedrista. El padre, claro está, puso el grito en el cielo y los tórtolos decidieron escaparse para casarse. Los padrinos de ese matrimonio fueron Antonio José de Escalada y Tomasa de la Quintana, quienes años después se transformarían en los suegros de José de San Martín.
Te puede interesar:
El año en que Buenos Aires dejó de ser la capital de Argentina
Para 1826, en plena guerra contra el Brasil, el joven Francisco Drummond se incorporó a la fuerza naval comandada por el almirante Guillermo Brown y fue destinado a la escuadrilla del río Uruguay. Tuvo una destacada actuación que en enero de 1827 le valió el ascenso a Sargento Mayor.
Este no era el único vínculo que tenía con Brown, se había comprometido con una de sus hijas: Elisa. El destino quiso otra cosa porque perdió la vida en abril de 1827 durante la batalla de Monte Santiago y la chica de 17 años terminó siendo viuda antes de tiempo.
Los meses pasaron, y si bien los padres de la joven temieron que enloquecería por la muerte de su amado, nada hacía prever su trágico final. El 27 de diciembre fue encontrada ahogada en el río, los más románticos aseguraron que se suicidó vestida con su traje de novia. Lo cierto es que quienes conocieron a su padre aseguraron que nunca más volvió a sonreír.
Te puede interesar:
La imposible relación entre San Martín y su suegra: ella lo odiaba y lo llamaba de la peor forma
Cuando Manuel Dorrego fue fusilado por orden de Juan Lavalle dejó a dos hijas huérfanas y con dificultades porque murió repleto de deudas. Recién en 1845 Juan Manuel de Rosas les otorgó una pensión para ellas y su mamá, la viuda Ángela Baudrix.
Una de esas hijas, Angelita, jamás pudo olvidarse de lo que pasó a sus 12 años cuando perdió a su papá. Nunca formó familia, vivía sola y tampoco abandonó el luto. Cada 13 de diciembre, fecha en que Dorrego fue asesinado, la visitaban parientes y amigos quienes eran parte de un extraño y macabro ritual: un criado le acercaba una bandeja de plata con la cabeza de un gallo. Entonces la mujer exclamaba "¡Es la cabeza de Lavalle!". Murió a los 72 años, el 3 de marzo de 1888.
Por Yasmin Ali
*Tw: @Yas__Friends
1
Preludio de la Tercera Guerra Mundial
2
Rusia y Ucrania: entender la guerra desde la historia
3
Una mujer, un baile y el misterio de una bala en el pulmón de Carlos Gardel
4
Francisco es el Papa Negro, según la profecía de Nostradamus
5
La imposible relación entre San Martín y su suegra: ella lo odiaba y lo llamaba de la peor forma