Hace 204 años fallecía uno de los próceres más importantes de la historia argentina. Sus últimos días los pasó en la total miseria y con una Buenos Aires que le dio la espalda. El después le tendría guardado un par de sorpresas más.
Manuel José Joaquín Corazón de Jesús Belgrano nació un 3 de junio 1770 en Buenos Aires. Solo vivió 50 años, pero los suficientes para convertirse en uno de los personajes más sobresalientes de la historia argentina.
Abogado, militar, periodista, economista, diplomático y político fue una de las caras de la lucha por la independencia, defensor de las ideas de la libertad y creador de la bandera. Su trabajo fue revalidado a través de los años por historiadores como Bartolomé Mitre; algo impensado en sus últimos días ya que los atravesó en la mayor de las pobrezas y olvidado.
El drama de su familia para lograr que sea enterrado, una autopsia que sorprendió y el vergonzoso episodio que involucró a dos ministros y sus dientes que la prensa no pasó por alto.
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Era 1820 y Belgrano, cerca de cumplir 50 años, emprendía su regreso a Buenos Aires. Debió delegar el mando del Ejército del Norte por culpa de la hidropesía que sufría y sumado a los problemas cardíacos y de riñones. No tenía dinero, el Estado le debía 18 sueldos y los 40 mil pesos que obtuvo por sus triunfos de Salta y Tucumán, los donó para la construcción de escuelas. Fue gracias a los 2 mil pesos que su amigo José Celedonio Balbín le dio que regresó, casi en su agonía, a la provincia que lo vio nacer.
Por sus constantes dolores, el viaje fue una pesadilla. Llegó en marzo y se instaló en la casa paterna sobre la calle Pirán. Fue atendido por los médicos John Redhead y John Sullivan que fueron testigos de cómo fue olvidado por la sociedad porteña. Sullivan escribió:
“Se vio abandonado de todos el general Belgrano, nadie lo visitaba, todos se retraían a hacerlo”.
Murió el 20 de junio a las 7 de la mañana. Su muerte fue anunciada solamente por un diario cinco días después: el Despertador Teofilantrópico Místico Político del Padre Francisco de Paula Castañeda.
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En el convento de Santo Domingo se le practicó una autopsia. El doctor Sullivan reveló haber sacado mucho líquido de su abdomen, encontrando un tumor en la región del epigastrio derecho, más precisamente en el estómago, el lóbulo izquierdo del hígado, la cabeza del páncreas y parte de la aorta torácica. Los pulmones también le llamaron la atención, tenían el tamaño de una mano y flotaban en líquido.
Además el hígado, el bazo y corazón estaban agrandados, a este último describió como “de dos puños”. “El corazón correspondía con las acciones y nobleza de este hombre verdaderamente grande. No tenía señal de enfermedad y era de un volumen que pocas veces se encuentra en investigaciones anatómicas", escribió el médico irlandés.
Al cuerpo lo vistieron con el hábito de los dominicos y metido en un ataúd de pino cubierto con un paño negro. Fue tapado con cal y enterrado en el atrio del convento de Santo Domingo el 27 de junio. Como detalle de la austeridad económica que se manejaba, para el mármol de su tumba se usó la de un mueble de uno de sus hermanos.
Más de un año después, el domingo 29 de julio de 1821, el gobierno de Martín Rodríguez decidió darle a Belgrano el honor de funeral que merecía. Un cortejo de brigadieres, coroneles y autoridades civiles y eclesiásticas se detenían en cada esquina para un rezo. Las tropas llevaban los atributos de luto en sus uniformes, en sus armas y en sus banderas. Desde la madrugada de ese día, cada media hora en el Fuerte, con su bandera a media asta, se disparaba un cañón.
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El 4 de septiembre de 1902 se exhumaron sus restos con el objetivo de construir un monumento en su honor. Lo que debía ser una jornada de respeto y de admiración ante uno de los héroes de la patria, terminó en un escándalo porque los ministros Joaquín González, del Interior, y Pablo Riccheri, de Guerra se llevaron de "souvenir" sus dientes.
Lo insólito fueron las excusas con que intentaron disfrazar la inaceptable acción: González dijo que lo hizo para "mostrárselo a unos amigos". Riccheri, por su parte, para llevárselo a Bartolomé Mitre porque "él había escrito la biografía de Belgrano" y para ver si era conveniente engarzarlo en oro antes de devolverlo. Un disparate.
El escándalo no tardó en hacerse público ya que dos de los medios más importantes de la época, Caras y Caretas y La Prensa, lo denunciaron en distintas publicaciones. Ante semejante denuncia pública de dos de los medios más prestigiosos argentinos, a los "amigos de lo ajeno" no les quedó otra que devolver el souvenir que se llevaron. Tras recuperar parte de la dentadura del prócer, el padre Modesto Becco agradeció a la prensa y criticó a los políticos "que nos avergüenzan".
Finalmente el mausoleo fue inaugurado un 20 de junio de 1903, actualmente se puede visitar en el Convento Santo Domingo ubicado en la Avenida Belgrano.
Por Yasmin Ali
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