La llegada de la Noche Buena de 1914 y una inesperada propuesta para confraternizar. No hubo ataques, ni disparos; solo abrazos y un largo día de paz.
Tregua navideña en Bélgica. Foto: Bundesarchiv.
El 24 de diciembre de 1914 las tropas alemanas avanzarían sobre las británicas en la que, se supone, debió haber sido la última de las batallas de Ypres, en Bélgica; enmarcada en una serie de enfrentamientos de la Primera Guerra Mundial conocidos como la "Carrera hacia el mar". Terminaba el primer año de un conflicto que, hasta entonces, no se comparaba con ningún otro anterior.
Sin embargo, la fecha quedó grabada por un acontecimiento muy especial: las estrategias, las nuevas tácticas de esa guerra "moderna" y los incipientes intereses geopolíticos de las naciones en pugna, quedaron de lado por el factor humano.
La disputa por los codiciados territorios del llamado "Frente Occidental" había dejado el saldo de una innumerable cantidad de muertos y heridos de ambos bandos, tras cruentas batallas que llevaban varios días en esa misma zona. Pero, al finalizar la jornada, y luego de ocuparse de la atención de los soldados que necesitaban asistencia, llegaba la Noche Buena.
Alemanes e ingleses en paz. Foto: Harold B. Robson, colección de Imperial War Museums. Dominio público.
Lo inesperado vino del lado de los alemanes, bajo el mando del capitán Friedrich von Sinner, que comenzaron a decorar sus trincheras con lo que encontraban a mano. Allí pusieron velas encendidas y faroles, dispuestos a pasar una fiesta en paz. El curioso ritual dio paso a un improvisado coro de soldados que entonaron canciones navideñas, culminando su "repertorio" con la famosa "Noche de paz". Del otro lado de las barricadas, los ingleses quedaron sorprendidos y -pese a no entender las palabras- comprendieron el mensaje. Replicaron del mismo modo, pero cantando en su idioma.
Luego, un maravilloso silencio que presagiaba algo nuevo por venir. Un soldado alemán, que hablaba en inglés, lanzó clara la propuesta: “Mañana es Navidad; si ustedes no luchan, nosotros tampoco lo haremos”. Y el mensaje no cayó en saco roto. Uno a uno, alemanes y británicos salieron de sus escondites, se encontraron a mitad de camino entre las trincheras, y al vivo grito de "feliz Navidad", luego de apretones de mano y abrazos, también intercambiaron preciados regalos navideños, como whisky y cigarrillos.
Cruz colocada en 1999 en el sitio de la tregua. Foto: gentileza Redvers, Wikipedia.
Las armas no tronaron esa noche y tras compartir respetuosas ceremonias de entierro de los caídos en batalla, juntos leyeron el salmo 23 de la Biblia. El mensaje no podía ser más esperanzador para quienes sufrían los dramas de la guerra: "Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre".
Los únicos ofendidos por la "tregua de Navidad" fueron los generales John French y Sir Horace Smith-Dorrien, ambos al mando de las tropas de los ingleses, quienes pretendieron impedir -sin éxito- el pacífico encuentro entre con los enemigos. Por entonces, no muchos creían que el llamado "armisticio informal" fuera posible. Sin embargo, los soldados demostraron que era real y sentaron las bases para que, en años venideros, cosas similares se intentaran en otras guerras. Fueron ellos quienes demostraron que en el corazón de la gente, siempre, hay lugar para el amor y la amistad.
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