Se trata de uno de los personajes más fascinantes y poco conocidos de la primera parte del siglo XIX. En medio de la feroz disputa entre unitarios y federales asomaba un personaje que por tiempo manejó los hilos del norte argentino y hasta tuvo un rol en el fusilamiento de Manuel Dorrego. ¿Quién fue Don Gregorio?
Cuando parecía que la historia argentina ya no tiene nada para mostrarnos, aparecen personajes y nuevas historias para maravillarnos. Es conocida la lucha sangrienta que llevaron a cabo unitarios y federales por varias décadas del siglo XIX. En ella asoman caudillos de ambos bandos que traicionaron, mataron, fueron asesinados y dejaron una huella que marcó a un país en vías de formarse.
Uno de esos hombres tiene nombre y apellido: Gregorio Araóz de Lamadrid y, como tantos otros, su historia personal y su aporte (bueno o malo, eso ya lo juzgarán), merece mención o, mejor dicho, una nota. ¿Traicionó?, ¿qué rol tuvo en el fusilamiento de Manuel Dorrego? y ¿cómo logró ganarse el seudónimo de "inmortal"?
Gregorio nació el 28 de noviembre de 1795 en Tucumán y tiene el extraño honor de haber sido gobernador de tres provincias: La Rioja entre 1830 y 1831, Mendoza en 1841 y tres veces de Tucumán (1825-1826, 1826-1827 y 1841). Fue uno de los máximos referentes unitarios.
Su carrera casi comenzó con lo que aún no se llamaba Argentina; en 1811 se unió al Ejército del Norte y combatió contra los realistas en Salta, Tucumán, Vilcapugio, Ayohuma, Venta y Media y Sipe Sipe. Estuvo bajo las órdenes de Belgrano donde fue destinado a combatir el federalismo artiguista en el litoral, peleando contra las fuerzas santafesinas de Estanislao López.
Para entender un poco sobre su valentía, hay que viajar al 15 de abril de 1817 cuando al mando de 150 hombres, sitió y ocupó la ciudad de Tarija en Bolivia. Desde allí logró llegar a Tucumán con 386 soldados, más del doble del número original ya que sumó voluntarios. Tras esta acción Belgrano lo ascendió a coronel.
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Podría decirse que su gran enemigo fue Facundo Quiroga a quien el 26 de octubre de 1826 enfrentó en la batalla de El Tala. Por los relatos de testigos se supo que Gregorio dio pelea hasta lo último: "El más valiente de los valientes", según Domingo Sarmiento. Lamadrid recibió quince heridas por sablazos (once en la cabeza), un bayonetazo en la espalda, terminó con el tabique nasal roto y, como si fuera poco, le pegaron un tiro a modo de "de gracia". Vaya uno a saber cómo, pero logró sobrevivir y de ahí se ganó el apodo que lo acompañaría el resto de su vida: "el inmortal".
Para diciembre de ese año ya estaba curado, volvió a enfrentar (y perder) ante Quiroga en el Rincón de Valladares el 6 de julio de 1827. A consecuencia de ello se exilió en Bolivia, pero al enterarse de los planes de Juan Lavalle a fines de 1828, no se lo quiso perder. Hay que decir que trató de impedir el fusilamiento del gobernador derrocado, Dorrego, y hasta lo acompañó en sus minutos finales.
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Años después Lamadrid tendría su revancha con Quiroga, sería en las batallas de La Tablada y Oncativo. Pero mientras festejaba su logro personal, también debía enfrentarse a un nuevo enemigo: Juan Manuel de Rosas. Un dato de color es que uno de los hijos de Don Gregorio, Francisco, era ahijado de "El Restaurador". Cosas de la historia argentina.
Luego del asesinato de Quiroga y del ascenso político de Rosas, decidió marcharse al exilio en Montevideo para 1834. Alejado de su tierra, su compadre y enemigo le encomendó la tarea de viajar al Norte y "limpiar" a los unitarios. Se ve que mucho no conocía al padre de su ahijado porque él aceptó la misión, pero siguió militando en la causa unitaria con los recursos de la Buenos Aires federal.
Entrado en sus últimos años se puso a escribir sus memorias hasta el 5 de enero de 1857 cuando murió en Buenos Aires a los 61 años. Sus restos fueron trasladados a Tucumán en 1895 donde "el inmortal" actualmente descansa.
Por Yasmin Ali
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