Un asesinato por encargo terminó en una doble ejecución de pena de muerte que sería la última que se registraría en el país.
La recreación del cruento "crimen de la calle Gallo". Foto: Caras y Caretas.
El 22 de julio de 1916 fue sábado y faltaban tres meses para la asunción del primer gobierno democrático surgido de la ley Saénz Peña. Ese día no sería uno más en la historia argentina: se aplicaría por última vez la pena de muerte para delitos comunes.
Las circunstancias criminales quisieron que se tratara de un crimen pasional y un supuesto robo que pronto se descartó por el ensañamiento contra la víctima.
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Frank Carlos Livingston tenía 46 años cuando fue asesinado, era subcontador del Banco Hipotecario Nacional y llevaba 28 años de casado con Carmen Guillot, madre de sus seis hijos.
Los dos condenados a muerte por el Crimen de la calle Gallo.
El 20 de julio de 1914 ingresó a su domicilio sin saber que sería lo último que haría: dos sujetos lo interceptaron en el hall y le propiciaron 36 puñaladas que acabaron con su vida.
Los investigadores primero se volcaron por la hipótesis del robo porque le faltaba la billetera. Pero el comisario Samuel Ruffet no le cerraba por dos cosas: el ensañamiento y que Livingston tenía su reloj de oro.
Los asesinos dejaron en la escena del crimen los cuchillos con el que cometieron el asesinato, objetos que ayudaron a resolver rápidamente el caso ya que tenían olor a pescado y uno de ellos tenía escamas. Las preguntas a la mucama de la familia terminaron de encajar las piezas.
Los acusados por el crimen.
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La mucama tuvo un amorío con el pescador Salvatore Vitarelli, proveedor de la familia del muerto, quien recibió una "tentadora" oferta.
Doña Carmen le encargó el asesinato de su marido quien, según sus palabras, era una persona violenta y golpeadora. Vitarelli aceptó y contrató a dos calabreses para el trabajo sucio: Giovanni Bautista Lauro y Francisco Salvatto de 24 y 27 años respectivamente.
La casa ubicada en Gallo al 1680.
Fueron detenidos y declarados culpables por el juez del caso que los condenó a muerte. A la esposa y a Vitarelli les cayeron las penas de prisión perpetua.
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El 22 de julio de 1916, un poco más de dos años después del crimen, los calabreses fueron conducidos ante el pelotón de fusilamiento que constaba de ocho efectivos.
Lauro había dejado una estampita de San Genaro, patrono principal de la ciudad de Nápoles, en la pared de la celda y el Salvatto pidió como último deseo darle un par de pitadas a un cigarrillo. Fueron fusilados en el patio de la Penitenciaría Nacional.
Ejecución de los detenidos por el crimen de la calle Gallo.
La pena de muerte estuvo contemplada en el proyecto de Código Penal de 1922, pero el Congreso no la votó.
Años después, José F. Uriburu instauró la ley marcial y recién en 1984, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, fue derogada cuando el país suscribió al Pacto de San José de Costa Rica.
Por Yasmin Ali
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