Hace 82 años se quitaba la vida el senador que destapó uno de los casos de corrupción más escandalosos de la historia política argentina. El atentando que terminó con la muerte de Enzo Bordabehere en el Senado, cuatro años antes, era dirigido hacia él por lo que nunca logró recuperarse y motivó a su trágico desenlace.
Lisandro de la Torre nació en Rosario en 1868.
Lisandro de la Torre fue uno de políticos más sobresalientes que tuvo la historia argentina del siglo XX. Siendo uno de los senadores más activos en el Congreso, se animó a denunciar hechos de corrupción del poder del turno que le costarían mucho más que su reputación. El triste final de un hombre que luchó contra la burocracia, manejos oscuros y al que intentaron callar con un atentado de catastróficas consecuencias.
De la Torre nació el 6 de diciembre de 1868 en Rosario, hijo de Lisandro de la Torre y Virginia Venturini. Estudió en el Colegio Nacional de Rosario, al finalizar se mudó en 1886 a Buenos Aires para comenzar la carrera de abogacía y que terminó tras defender su tesis sobre régimen municipal el cual consideraba un derecho que el Congreso tenía como deber reglamentar en todo el territorio. En ella incluyó un proyecto de ley para Santa Fe y con el tiempo, los conceptos mencionados se usarían para la reforma de la Constitución Nacional en 1994.
Lisandro de la Torre en su juventud.
Participó de las Revoluciones del Parque en 1890 y 1893 y fue parte de la creación de la Unión Cívica Radical en 1891 que integró Leandro Alem y Aristóbulo del Valle. Pronto se volvió un referente de dicho partido en su provincia, pero sus diferencias con Hipólito Yrigoyen eran insalvables y terminó renunciando e incluso retando a duelo al sobrino de Alem y futuro presidente de la Argentina. Ese duelo le dejaría una cicatriz para siempre en una de sus mejillas y por ello optó por no quitarse la barba hasta el último día de su vida.
Decidió crear un nuevo partido político, la Liga del Sur, que reunía la burguesía rural y comercial de Rosario con el sur de Santa Fe. Recibió un gran apoyo de inmigrantes y pequeños productores que lo llevaron a ser electo como diputado en 1912. Dos años después -en 1914- se conformó el Partido Demócrata Progresista que lo tuvo como presidente, el mismo presentaba algunas propuestas que incluían una reforma tributaria que gravara la riqueza y aliviara los impuestos sobre el consumo, la creación de una marina mercante nacional y una política de proteccionismo industrial.
Don Lisandro en la inauguración del estadio de Newell’s Old Boys.
Se alejó por unos años de la política, recluyéndose en un campo que compró en Córdoba. Cuando ocurrió el Golpe de Estado que derrocó a Yrigoyen en septiembre de 1930; el General José Félix Uriburu pensó en su nombre para sucederlo y que sea lanzado como candidato presidencial, pero rechazó la oferta ante el fraude electoral de los comicios de 1931. De esa forma decidió unirse a la Alianza Democrática Socialista y asumió el cargo de Senador por Santa Fe el 20 de febrero de 1932.
El 1 de mayo de 1933 el gobierno de facto del Presidente Agustín P. Justo firmó el pacto Roca-Runciman donde establecían que el 85% de las exportaciones argentinas de carne se harían a través de frigoríficos ingleses y el 15% restante para los argentinos. El entonces senador De la Torre impulsó una comisión investigadora que revelaría la trama secreta de corrupción que incluía a los frigoríficos Amour, Anglo y Swift y a los ministros de Hacienda, Federico Pinedo, y Luis Duhau, de Agricultura. Su investigación demostró que los frigoríficos no pagaban impuestos, no era inspeccionados y documentación que exponía a los miembros del poder había sido escondida en un barco.
Discurso de Lisandro de la Torre del 12 de septiembre de 1931 en el Teatro Coliseo.
Lo que no sabría es que esa investigación sería el disparador para la gran tragedia de su vida porque mientras se debatía en el Senado un 23 de julio de 1935, De la Torre fue empujado por Duhau y Enzo Bordabehere, también senador, fue a su rescate sin saber que sería lo último que hiciera. Un ex comisario, Ramón Valdéz Cora, le disparó dos tiros en la espalda y cuando se dio vuelta recibió otro en el pecho. Murió en el Hospital Ramos Mejía sin saber que esos disparos iban dirigidos para su maestro.
De la Torre en el velorio de Enzo Bordabehre.
El debate por el negociado de las carnes terminó en la nada, como casi siempre en Argentina. El gobierno intervino Santa Fe y Don Lisandro renunció a su cargo en 1937 y se retiró de la política para recluirse en su departamento de la calle Esmeralda 22 en Buenos Aires.
El suicidio de de la Torre en los diarios.
En diciembre de 1938 cumplió 70 años, sus amigos lo vieron abatido y apagado ya que, además de todo lo que había vivido en aquel Congreso, su madre había fallecido poco tiempo antes. Casi un mes después decidió terminar con su vida dejándole una carta a 57 personas en donde escribió:
"Queridos amigos:
Les ruego que se hagan cargo de la cremación de mi cadáver.
Deseo que no haya acompañamiento público, ni ceremonia laica ni religiosa alguna, ni acceso de curiosos y fotógrafos a ver el cadáver, con excepción de las personas que Uds especialmente autoricen.
Si fuera posible, debería depositarse hoy mismo mi cuerpo en el Crematorio e incinerarlo mañana temprano, en privado.
Mucha gente buena me respeta y me quiere y sentirá mi muerte. Eso me basta como recompensa.
No debe darse una importancia excesiva al desenlace final de una vida, aún cuando sean otras las preocupaciones vulgares.
Si uds no lo desaprueban desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el Universo.
Me autoriza a darles este encargo el afecto invariable que nos ha unido. Adiós. Lisandro de la Torre".
La carta que escribió antes de suicidarse.
Se pegó un tiro en el corazón con un revólver el 5 de enero de 1939 en su escritorio. Solo un barrio de la zona norte de Rosario y una estación de la Línea Mitre en Buenos Aires llevan su nombre, demostrando nuevamente cómo la historia nacional tiene una deuda pendiente con aquellos que hombres y mujeres honrados que sacrificaron sus vidas por una causa que hicieron propia anteponiendo sus valores. Algún día, tal vez, se hablará de Don Lisandro y de tantos otros con la justicia que merecen.
Por Yasmin Ali
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