Fundado el 28 de julio de 1849, fue el primero en el país de carácter laico y gratuito. Varios hombres y mujeres destacados de la historia nacional, tres de ellos terminarían siendo presidentes, pasaron por sus aulas. Su historia y cómo se convirtió en uno de los modelos educativos a nivel nacional.
Fachada del colegio actualmente.
Julio A. Roca, Victorino de la Plaza, Eduardo Wilde, Onésimo y Honorio Leguizamón, Olegario Víctor Andrade, José Benjamín Zubiaur, Francisco Barroetaveña, Francisco Beyro, Teresa Ratto, Hortensio Quijano, Arturo Zampay, Domingo Liotta y Arturo Frondizi fueron algunos de los nombres más destacados que pasaron por las aulas del Colegio del Uruguay en la ciudad de Concepción del Uruguay. Una institución tan antigua como prestigiosa y cuya historia se remonta al 28 de julio de 1849, día de su fundación por iniciativa del entonces gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza.
La educación para Urquiza había sido tema predominante en su agenda durante su gobernación, dedicándose a promover la educación popular. Para 1848 ya había escuelas públicas en todos los distritos de la Provincia. El Colegio del Uruguay sería su mayor legado para la educación de Entre Ríos y a nivel nacional.
Parte del patio.
El actual edificio es obra del arquitecto Pedro Renón, recomendado a Urquiza por Antonio Cuyás y Sampere, quien presentó los planos el 1º de octubre de 1849, rápidamente aprobados, ya que el 14 del mismo mes fue colocada la piedra fundacional ubicada a una cuadra frente a plaza Ramírez, sobre una superficie de 4830 metros cuadrados. Las obras se demoraron por más de dos años, concluyendo a fines de 1852, y cuyo costo, presupuestada en 100.000 pesos, tuvo un costo efectivo de 85.941 pesos.
Fue el primer colegio laico, público y gratuito de nuestro país. Un dato que no debe pasar desapercibido teniendo en cuenta el contexto que atravesaba Argentina en ese entonces y la importancia que ocupaba la iglesia católica en la escena social y política. Las cuestiones de la educación laica obligatoria, el matrimonio civil y el nombramiento gubernamental de las autoridades religiosas terminarían siendo uno de los conflictos predominantes entre el gobierno argentino y la iglesia durante el siglo XIX. El gobierno de Urquiza había dado un paso fundamental.
El colegio en 1924.
La institución educativa, con una formación humanista, alcanzó su “época de oro” en 1854 y 1863 con el rectorado del Doctor Alberto Larroque, quien estaba desde hace dos años en el cargo. El colegio contaba con más de 200 inscriptos, un internado con becas, se establecieron conferencias semanales para que los alumnos aprendieran a hablar en público, un aula militar y clases de dibujo por el pintor Juan Manuel Blanes y estudios de Derecho.
De las personalidades destacadas que pasaron por allí se pueden enumerar a tres presidentes argentinos: Julio Argentino Roca, Victorino de la Plaza y Arturo Frondizi, y uno paraguayo, Benigno Ferreyra; los escritores Olegario Víctor Andrade, Martín Coronado y Eduardo Wilde, y los juristas Onésimo, Honorio y Martiniano Leguizamón. También Francisco Beiró, ministro del Interior de Hipólito Yrigoyen, y Jacinto Hortensio Quijano, vicepresidente durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón. Entre tanto hombre hay que destacar a la primera mujer graduada de bachiller en un colegio nacional: Teresa Ratto, quien luego se transformaría en la segunda médica argentina, detrás de Cecilia Grierson.
Julio Argentino Roca, Victorino de la Plaza y Arturo Frondizi, los tres presidentes que estudiaron allí.
Las tradiciones han superado el tiempo y alumnos de varias generaciones las han continuado como la cábala que involucra al busto de Roca, ubicado en la puerta de la señorial biblioteca: ningún estudiante puede pasar sin tocarle la nariz que hoy luce brillante y desgastada. ¿El motivo? dicen los que saben que al hacerlo vas a aprobar el examen.
La bibloteca.
En una carta dirigida a su mano derecha, Antonio Crespo, Urquiza reflexionaba sobre la importancia de la educación en sus ideas políticas: “Mis afanes, mis desvelos y conatos para enseñar e instruir a esta joven generación son contraídos y encaminados al loable fin de propagar la civilización, elevar a la provincia y si se quiere, a la Confederación toda, al más alto grado de progreso y adelanto”. Estas palabras fueron escritas en 1849, año de la fundación del colegio y cuando Domingo Sarmiento editaba “La Educación Popular”.
El caudillo entrerriano fue un adelantado como varios pensadores e intelectuales en su época, aquellos que veían a la educación como el único camino posible para que los ciudadanos se capaciten correctamente para ejercer su deber ético y moral tanto en la elección de representantes como en el día a día. Producto de este pensamiento aún hoy en día continúa en pie un colegio que fue y es un emblema educativo y que nos recuerda lo que fuimos y lo que podemos volver a ser.
Por Yasmin Ali
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