Edgard Andrew era cordobés y viajó para visitar a su hermano. Violeta Constance Jessop, camarera bahiense en primera, era una de las 23 mujeres que integraba la tripulación. Con distinta suerte, así fue cómo abordaron el barco más famoso y cómo escaparon de la muerte.
Decir que el Titanic fue el barco más famoso de la historia, a esta altura es una obviedad. Pero a 112 años de la tragedia del 15 de abril, pareciera que aún quedan increíbles relatos y claro está, involucran a algún argentino.
Tardó tres años en construirse y solo navegó cuatros días, había partido de Southampton con destino a Nueva York. Eran 2223 personas a bordo, sólo se salvaron 705. Entre las personas que había a bordo se encontraban dos argentinos.
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Edgardo Andrew había nacido en San Ambrosio, al sur de Córdoba y su padre era un inglés que administraba una gran estancia. Para 1911 fue enviado a Londres para comenzar su carrera de ingeniero naval. Para el 14 de abril de 1912, noche en la que el barco choca con el iceberg, el joven tenía 17 años y se dirigía a encontrarse con su hermano Silvano que estaba próximo a casarse en Nueva Jersey.
El destino le jugó una mala pasada al joven porque en primera instancia había sacado pasaje en el Olympic, trasatlántico de la misma empresa del Titanic, pero por una huelga de carboneros obligó a suspender su salida y Edgardo tuvo que cambiar su boleto y desembolsar 12 libras para viajar en segunda clase del barco más famoso.
Al cordobés no le hizo gracia tener que adelantar su viaje, eso significó que no iba a poder ver a su gran amiga, la porteña Josefina Josey Cowan que iba a visitarlo a Londres. Lo dejó escrito en una carta que terminó siendo premonitoria:
“Figúrese Josey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada de orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano”.
Cuando la tragedia dio inicio, estaba comiendo en uno de los salones. Como muchos pasajeros, minimizaron lo sucedido ya que, hasta ese momento, el Titanic era "indestructible". Al tiempo las cosas se complicaron, Edgardo logró rescatar un salvavidas, pero en busca de los botes se encontró con una muchacha de nombre Winnie Trout que lloraba y le terminó cediendo el salvavidas.
Sin lugar en los botes y sin salvavidas, Edgardo tomó la decisión de tirarse al mar helado y nunca más se supo de él. Años después, Winnie quien viviría hasta los 100 años, se encargó de contar la historia de cómo el argentino salvó su vida.
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Violeta Constance Jessop era la otra argentina que viajaba en el Titanic, nacida en Bahía Blanca era una de las 23 mujeres que componían la tripulación del barco. Era camarera de la primera clase.
Violeta se mudó de chica a Mendoza porque se enfermó de tuberculosis, pero al morir su padre se mudaron a Inglaterra. Tenía ocho hermanos más chicos, su madre para mantenerlos se convirtió en camarera y ella le siguió los pasos.
Logró un lugar en los botes salvavidas porque un oficial se lo pidió, era para dar el ejemplo a las pasajeras que temían subirse a esas pequeñas embarcaciones de madera.
Su historia no terminó con el Titanic, porque logró sobrevivir a dos naufragios más. Primero en 1911 cuando el Olympic chocó con un barco de guerra, luego en noviembre de 1916 cuando el Gigantic fue hundido en el Mar Egeo obligando a Violeta a tirarse al agua donde solo sufrió fractura de cráneo. Siguió navegando hasta 1950 y la muerte recién la encontraría a los 84 años, en tierra, en su casa de campo de Inglaterra.
Por Yasmin Ali
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