En las afueras de la ciudad escocesa más populosa, Glasgow, se encuentran los estudios Wardpark, donde se instaló hace más de 11 años la producción de la serie de Disney+. En esta nota, los secretos de una ambiciosa realización: desde los trajes a las armas, todo el trabajo artesanal.
Los Estudios Wardpark, en North Lanarkshire, en las afueras de Glasgow, Escocia, fueron elegidos hace poco más de 11 años por Ronald D. Moore y su equipo de productores para convertirse en la sede de producción de Outlander. Son los estudios más grandes de Escocia y, con la intención de darle color local a la novela de Diana Gabaldon, ambientada en un comienzo en las Highlands escocesas del 1700, aprovecharon las instalaciones y la mano de obra local no sólo para crear los interiores de las casas en las que fueron viviendo los personajes de la saga, sino también para confeccionar vestidos, pelucas, accesorios, y hasta las armas que usaron los actores y extras durante todo este tiempo.
Las paredes del hall de acceso están adornadas con fotos de todos los momentos de la serie, que se siguió haciendo en Escocia aunque la acción llevó a los protagonistas al Caribe y a América. Es el único lugar donde los visitantes tienen permitido tomar fotos.
Aún no se sabe qué ocurrirá con los miles de vestidos, pares de medias, zapatos, mosquetes, espadas que se fueron produciendo y reciclando en más de una década. Todos están perfectamente almacenados y rotulados en uno de los galpones, esperando a ser reutilizados.
Salvo algunas prendas icónicas, que se presentan en exhibiciones itinerantes. Como el traje de bodas de Claire, el atrevido atuendo de terciopelo rojo que usó en Versailles o el que cosió cuando volvió al pasado, lleno de bolsillos para esconder elementos de los años '60. Debería ir todo a un museo de Outlander. Sería muy visitado.
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Estos trajes, los tartanes y todos los elementos que completan lo atuendos, del mismo modo que las prendas que se usaron entre 2014 y 2019, fueron pensados por la esposa de Moore, la talentosa Terry Dresbach. Ella se puso a la cabeza de un equipo de diseñadores, costureros y artesanos para confeccionar todo siguiendo la usanza de cada época en la que transitó la serie. Muchos de estos empleados (escoceses), empezaron como aprendices y terminaron como jefes de área, porque Ourlander se convirtió además en una escuela en sí misma.
Algo similar pasó con carpinteros, montajistas y utileros, que estuvieron bajo las expertas órdenes del director de producción Jon Gary Steele (responsable también de Sandman) hasta 2020, cuando tuvo que alejarse de Outlander por la cantidad de trabajo pendiente en otras producciones que tenía.
En una visita al set que hizo para la prensa en 2018 (y de la que participó quien firma esta nota), contó que estaba tan en el detalle que, para forrar los muebles de la casa de la tía de Jamie, Jocasta, en las colonias, mandó a tapizar los sillones con unas 10 telas distintas hasta encontrar la perfecta, fue la más cara de ese momento. Y confesó que, como Jocasta era ciega, creó "muchas texturas en muebles y paredes para ayudar a Maria Doyle Kennedy (la actriz irlandesa que la interpretó) a estar en personaje".
"Sí. Somos freaks. Imprimimos las alfombras para que parezcan antiguas. Los productores nos decían: 'No podemos costear ésto'. Y después exclamaban: 'Oh, Dios esta fantástico!'".
El nivel de la producción fue tal que se llegó a trabajar hasta en cuatro sets al mismo tiempo para la serie resultara tan creíble como lo es. "Los directores filman todo, así que hasta las paredes son importantes en este programa", confesó. Posteriormente, Steele fue reemplazado por Mike Gunn.
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En uno de los edificios de Wardpark Film está la armería, territorio comandado por el especialista Jim Elliott. Allí trabaja rodeado de espadas, cuchillos, escudos, arcos y flechas. Incluso las que usaron el odiado Black Jack Randall y Jamie, claro.
El armero principal de Outlander hasta 2020 hizo él mismo con su equipo los mosquetes que comenzaron a usar los actores (y actrices) cuando desembarcaron en las colonias: “Estoy preparando las armas desde la temporada uno y avanzamos mucho en su desarrollo. Mi trabajo es hacerlas, que funcionen y que parezcan auténticas aunque las hayamos construido nosotros. Lleva un año y medio de preparación hacerlas. Eso incluye investigación y contactar a los museos para hacer las mejores réplicas de época posibles. Por ejemplo, en 1768 los indígenas estadounidenses arrojaban flechas largas, adornadas con plumas, que nos enseñaron a hacer unos muchachos que vinieron especialmente de Canadá. Son bien afiladas, puntudas, perfectas para la caza. También hicimos tomahawks y mosquetes calibre 50, para los que tuvimos que extremar las medidas de seguridad: disparan a 100, 200 yardas y nosotros precisábamos que lo hicieran a 75 (unos 68 metros) para que dieran bien en cámara”. Sin dudas, aquí también se tienen en cuenta todos los detalles.
En la armería siempre probaron la funcionalidad de las armas verdaderas y la credibilidad de las réplicas de goma: se lucen y se sienten iguales que las reales. Las metálicas son para correr y las otras para atacar sin lastimar al otro actor. Elliott, orgulloso de su trabajo, contó que Tobías Menzies (Jack y Frank Randall en la serie) “quería llevarse la espada que le hicimos como souvenir cuando terminó en el programa, porque se enamoró de ella, del peso que tenía para las escenas de lucha y de la forma en que le colgaba del uniforme. Pero no se la dimos”, contó mientras la mostraba.
Particularmente, para la sangrienta batalla de Culloden (originalmente en 1746), que marcó la aniquilación de los clanes escoceses a manos de los “Casacas Rojas”, tuvieron que forjar 700 espadas y cuchillos que llenaron cuatro camiones al momento de ser transportados. Además, Elliott y su equipo se encargaron de entrenar a los actores en el uso de toda esta parafernalia, especialmente con las armas de fuego.
Hay una ley en Gran Bretaña que obliga a cumplir con esto en un rodaje: “No confío en los actores con el uso de la pólvora porque puede ser muy peligrosa, sobre todo con nuestro clima tan húmedo. Los mosquetes se pueden atascar, no disparar hacia adelante y lastimar a quien los esté usando. Todo acá es real, así que sus vidas dependen de que hagan bien las cosas. La pólvora no es broma pero la sustituyo por arena blanca para que les sople en la cara como si fueran los restos del detonante. Tenemos un seguro de 10 millones de libras (más de 12.000 dólares) para los involucrados en las escenas de acción. Igualmente estoy muy consciente de la seguridad en el set, por eso me reservo la custodia de las armas y el explosivo durante la filmación. Cada temporada es más trabajo para nosotros. Cada historia trae nuevas armas; es muy excitante".
Ahora los estudios son famosos, fueron comprados por una productora estadounidense y siguen dando trabajo a los artesanos de la zona. Quizás, en algún momento se vea el fantasma de Jamie, tal como lo vio Randall en la primera temporada, vagando por los estudios o acechando en la sombre. El efecto de Outlander es tan poderoso que todo es posible.
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