Suena absurdo tener nostalgia del futuro, pero por estos días es muy difícil sentir nostalgia del pasado.
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Suena absurdo tener nostalgia del futuro, pero por estos días es muy difícil sentir nostalgia del pasado, entre recuerdos selectivos, relatos amañados, historias interpretadas, pareciera que solo existe un pasado subjetivo, cada cual recuerda una parte sustentado en creencias, donde los hechos son reconstruidos para justificar posiciones del presente.
Quedan excluida de estas patologías los investigadores de la historia, que respaldan sus hallazgos con evidencias documentadas y hasta pueden reconstruir cómo vivían y cuál eran las costumbres de civilizaciones pasadas. Sus trabajos nos permiten comprender procesos y cambios que ocurrieron y que podrían repetirse.
También separo las vivencias y afectos personales, la familia, la cadena de amistades que me dieron contención y razones para vivir.
Lamentablemente la instrumentación política de hechos del pasado desnaturaliza el verdadero mensaje que nos señala la historia.
Estas reflexiones vienen a cuento, cuando cotejamos problemas de nuestra realidad cotidiana caracterizada por mayorías empobrecidas, inseguridad, alta inflación, muy desigual distribución de la riqueza y de oportunidades.
Sobre todo de oportunidades, son cada vez más los niños que nacen condenados a una vida de privaciones a partir de la falta de los nutrientes que permitan el desarrollo de su cerebro y de las capacidades para mejorar su condición de vida.
La respuesta son planes de contención que impidan los estallidos sociales, pero insuficientes para el ascenso social que generó la sociedad industrial, sin olvidar las argumentaciones políticas que suenan como comentarios que explican buscando culpables sobre porque ocurren las cosas que ocurren, pero demostrando incompetencia o desinterés para corregirlas.
La agenda de la política está concentrada en los propios problemas de los políticos y aparece como ajena a las demandas sociales, el desacuerdo de la población con estos comportamientos es comprobado en cada medición de la opinión ciudadana.
Algunos discursos pretenden colocarse en las antípodas de los demás, pero solo ocurren en el mundo de las palabras, la realidad camina en otro plano y casi no tiene modificaciones con los cambios de gobiernos.
En la era de los gobiernos oligárquicos de fines del siglo XIX y principios del XX se decía “ todos los problemas se solucionan con dos buenas cosechas”. Un siglo después seguimos dependiendo de buenas cosechas.
Vivir pensando en el pasado, que ya no tiene arreglo, también es un escapismo para no afrontar los problemas, ya sea por virtuoso o por horroroso, es pasado. Todavía se discuten el merecimiento de las estatuas, las únicas que aprecian su utilidad, sin diferencias ideológicas, son las palomas.
Tampoco puede generar nostalgia cuando después de muchos años la generación de los hijos será más pobre que las de sus padres, una juventud llena de sueños devino en una vejez ganada por la angustia.
El narcotrafico avanza y crece como una mancha pesticida que cubre todo el territorio, corrompe, envenena y mata. Los sicarios siembran de muerte y terror las barriadas de las grandes ciudades, con la indiferencia de la mayoría que ha internalizado el crimen narco con el eufemismo “ajuste de cuentas”.
No hay más lugar para épicas de la mentira, la épica debe estar en la construcción del futuro, existe un mundo de oportunidades, solo hay que despojarse de las anteojeras que se nutren con prejuicios.
Las democracias se debilitan cuando no dan respuesta a los problemas de las mayorías, hace casi 40 años que esperan que se cumplan las promesas que con la democracia se cura y se educa. El peligro es la aparición de iluminados o autoritarios que empiezan con recortes a las libertades en ara de un futuro mejor y terminan en dictaduras.
Como creo que los pueblos no se suicidan y en algún tiempo encuentran su camino, también va a ocurrir con el nuestro, en su momento la taba se dará vuelta, por que tengo muchos años no creo que lo pueda ver, confío en que mis nietos puedan disfrutarlo.
Deseo un país donde la gente tenga trabajo, que exista una moneda estable, que la educación y la salud sean de calidad y para todos, que los egresados de las universidades puedan trabajar de lo que estudiaron y no tengan que emigrar, que quien decida invertir no esté pendiente del próximo espasmo de un gobernante, que se multipliquen las empresas, que los jubilados sean tratados con dignidad, simplemente tengo nostalgia de un país normal.