En momentos de incertidumbre y crisis como el actual, no hay techo ni para el dólar ni para las múltiples especulaciones sobre la forma en que desemboca la situación
Dólar. Foto: NA.
Se arrojan diversas posibilidades y aún las más inverosímiles, se tornan posibles. “Alberto no termina”, “Se adelantan las elecciones”, “se vienen los saqueos” y la lista sigue. Ahora, lo concreto es que mientras vuela el tipo de cambio paralelo - el termómetro de la calle - no asoma una reacción contundente de la política. Sigue la desconexión. Aunque, puertas adentro, son muchos los integrantes del oficialismo y la oposición que manifiestan su preocupación. Sobre todo, los intendentes que temen el impacto directo en sus territorios.
“La verdad, pensar que el dólar blue no tiene impacto en los sectores más vulnerables es una simplificación de las cosas. Es verdad que la mayoría no puede ir a comprar, pero la psicosis que se genera es contagiosa. Igual que en los precios. A la corta o larga, impacta y mucho. Y tensa la situación social”, describe un intendente del conurbano acostumbrado a tener que salir a contener con alimentos en los barrios en momentos difíciles como este.
La lógica de la ayuda está llegando a un punto culminante. Desde hace mucho tiempo las oficinas de acción social en los municipios del Gran Buenos Aires ven incrementar el número de pedidos de asistencia. Y a ello se le suma que quienes reciben alguna prestación mensual del Estado la ven diluidas con la inflación. Crece la marginalidad, y con ella el resentimiento al mismo tiempo que el delito.
Todo se dispara. Hasta los vendedores ambulantes en las calles. Se vende lo que se pueda. Las casas más humildes en los barrios se convierten en comercios pequeños. Cuando no, en sitios donde se despacha droga en pequeñas proporciones. No hay que sonrojarse al decir que la venta de estupefacientes se transformó, para muchos, en una salida laboral. Y casi en la única expectativa de “ascenso social”. Para ellos, esa elevación significa acceder a un par de zapatillas que en promedio cuestan entre 30 y 40 mil pesos mensuales. O a un celular de alta gama.
En parte, esta realidad es la que explica porqué los bares, restaurantes o cervecerías - rubro que más ha crecido en los últimos años - se llenan cada fin de semana. Es lógico. La expectativa ante un peso que se derrite es gastar lo que se pueda. Se ha evaporado la capacidad de ahorro de la clase media, y mucho más de quienes se han caído de ella. Pero cuidado, quizá ya no alcance con un nuevo “Plan Platita” para calmar la angustia.
Es aquí donde subyace otro interrogante. ¿Son mayoritarios los sectores angustiados? O, la decadencia de la Argentina reformó su composición de tal forma que, son mayoría quienes no han conocido otra forma de vida que la pelea por comer todos los días. Sin demasiada expectativa. Si esto es así, tal vez sea una de las formas de explicar por qué no hay una reacción más contundente ante la constante pérdida de calidad de vida. El famoso estallido que parece estar a la vuelta pero no llega.
Suele explicarse que, como gobierna el peronismo, no hay levantamiento social. Y que esto acontece cuando el justicialismo está en la oposición. Los hechos muestran que la nueva burguesía y incluso oligarquía - sistema de gobierno en la que el poder está en manos de unas pocas personas de una clase social privilegiada- en los términos exactos de su definición, hoy está en la dirigencia política.
Aún en varios de los líderes de los movimientos sociales se ve está realidad. No viven de la misma manera de a quienes dicen defender. No todos. Pero sí hay algunos casos en la mira. El líder del movimiento Evita, Emilio Pérsico, en su momento compró en el municipio de La Matanza, la vivienda que perteneció al jefe de Montoneros, Mario Eduardo Firmenich. Es el mismo Pérsico al que se la adjudica una reciente frase inquietante en una de las reuniones que mantuvieron diversos sectores para unificar posturas y reclamos callejeros. Allí, el mensaje del funcionario del ministerio de Desarrollo Social habría sido: “Si nos sumamos a esas movilizaciones, nos tenemos que ir del gobierno. Y si nos vamos, quizá hasta se tenga que ir Alberto (Fernández)”. Diversas fuentes confirman los dichos.
El control de la calle siempre ha sido una preocupación del peronismo. En otros tiempos, se lo garantizaba la CGT. Ya no. Los líderes sindicales tuvieron que lanzar una movilización para el 17 de agosto sólo para no quedar en falsa escuadra ante quienes son sus representados. La inflación no distingue niveles de trabajadores. Los golpea a todos. Algunos con más elementos para defenderse que otros.
La existencia de cada uno de estos grupos está solventada por recursos producto de las innumerables telas de araña que el Estado tiene para regular las actividades. Desarmarlas es un gran desafío, pero al mismo tiempo, una mala noticia para quienes han convertido a ellas en su principal fuente de ingreso.
Por tal razón, la propuesta que realizó el Intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela - con aspiraciones a ser candidato a gobernador - puede abrir una caja de pandora. En un extenso proyecto que ahora discutirá el concejo deliberante busca que las habilitaciones para comercios, empresas y pymes que quieran gestionar su habilitación no deban pagar un sólo centavo. De prosperar generaría dos efectos inmediatos: mostraría que es posible hacerlo sin quitarle financiación a las arcas locales y al mismo tiempo provocar un efecto dominó. Se trata, en principio, de una medida impositiva pero al mismo tiempo sanitaria. Limpiaría a quienes son gestores de la corrupción. Es tiempo que el Estado sea aliado de la actividad privada y no enemigo. ¿Cuál es el pensamiento que prevalece cuando un emprendedor tiene intenciones de comenzar una actividad comercial o industrial? “Debo lidiar con el municipio, la provincia o el Estado Nacional”. Lidiar es lo mismo que decir luchar o reñir para conseguir algo. El comienzo del fin de esa realidad está en manos de los intendentes o de quienes lo han sido y hoy ocupan cargos nacionales y provinciales. Saben de primera mano lo que pasa en sus barrios. Y además, la mayoría de ellos, tiene las cuentas de sus comunas equilibradas.
En un clima tan extraño se escuchan las peores cosas. Y la gran mayoría parten del propio oficialismo. Es imposible así poder planificar hasta en el corto plazo. Aparece Aldo Rico y llama a juntar a las fuerzas armadas. Del otro lado, Juan Grabois, alertó que “esto no da para más”. Y apuntó a Alberto Fernández. El presidente, como se tituló en esta misma columna hace un mes atrás, está cada vez más sólo. Por eso, como el dólar, no hay techo para imaginar cómo finaliza esta crisis.
*Por Sebastián Dumont
Periodista de Canal 26