La icónica catedral de Francia volverá a estar disponible para que el público pueda acceder y participar en las prácticas religiosas tras un arduo proceso de restauración.
El 15 de abril de 2019 fue una fecha muy dolorosa para Francia, país que vio cómo una de las estructuras más famosas del mundo, la catedral de Notre Dame, era alcanzada por un feroz incendio. Este episodio, de origen aparentemente accidental, conmocionó no solo a París, sino a toda la comunidad internacional debido a que el monumento -escenario de momentos históricos como la beatificación de Juana de Arco- estuvo al borde de convertirse simplemente en un conjunto de hierros.
Tras el gravísimo incidente, el Gobierno y la Iglesia de Francia se pusieron de acuerdo para unir esfuerzos con el objetivo de recuperar el templo en un plazo de cinco años, algo que se convirtió en un asunto de orgullo nacional. Así, apenas un lustro después, se reinaugura la catedral cuya construcción comenzó en el año 1163 y terminó en el 1345.
Esto fue posible, en gran parte, gracias una campaña que recibió cerca de 800 millones de euros de cientos de miles de donantes de 150 países, y a la creación de un organismo público para organizar, coordinar y ejecutar las obras.
Luego del éxito que significó la reconstrucción de Notre Dame, a partir del 8 de diciembre de 2024, los visitantes podrán recorrer nuevamente este icónico edificio, testigo de más de ocho siglos de historia.
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La reapertura de la catedral no solo representa un hito arquitectónico, sino también un símbolo de esperanza y perseverancia para París y el mundo entero. Luego de lo que parecía ser una destrucción sin remedio, se espera que el renacer de la catedral atraiga a millones de visitantes deseosos de disfrutar nuevamente de la majestuosidad de una de las obras más emblemáticas y queridas del planeta.
Se trata de un templo que fue creado por Maurice de Sully, un campesino que se convirtió en obispo de París en 1160, con el objetivo de levantar la catedral más grande del mundo occidental para dedicársela a la Virgen María (su nombre significa "Nuestra Señora"). Si bien no llegó a ver la finalización de las obras, su nombre aún resuena en las calles de la capital francesa debido a que fue la mente maestra detrás de una de las catedrales góticas más antiguas del mundo.
La importancia de esta catedral es total debido a que fue testigo de sucesos muy importantes en la historia de la humanidad, así como también de episodios poco conocidos pero muy sorprendentes. Desde que se comenzó a idear, su construcción ya ilusionaba tanto a los parisinos como a personalidades influyentes del mundo. Tanto fue así, que el papa Alejandro III se encargó personalmente de poner la primera piedra en presencia del rey Luis VII, llamado Luis el Joven.
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Si bien en la actualidad nadie duda de la importancia de la catedral, eso no siempre fue así. Con la abolición del culto católico en 1793, uno de los mayores tesoros arquitectónicos del mundo se convirtió en nada más que un "templo del raciocinio", con un altar dedicado a la diosa Razón. Las estatuas de reyes y santos de la fachada fueron decapitadas o destruidas en fragmentos que quedaron dispersados por todo París.
En 1794, Maximilien Robespierre, uno de los más prominentes líderes de la Revolución francesa, hizo aprobar la existencia de un "Ser Supremo", cuyo culto no necesitaba edificios religiosos. De este modo, abandonada y deteriorada, la catedral terminó siendo un depósito de vino para el ejército.
Lo increíble de esta decisión es que, apenas unos pocos años después, tuvo lugar en esta misma catedral un acontecimiento que cargó de valor la presencia de Notre Dame en París. Un evento muy importante se dio en 1804, cuando Napoleón Bonaparte eligió el templo para su coronación como emperador, siendo el primer soberano francés en hacerlo.
En ese momento, el monumento fue rápidamente restaurado para su coronación: las casas de numerosos vecinos fueron expropiadas y demolidas para crear una gran plaza con tribunas; el edificio fue blanqueado con cal y decorado con tapices llenos de emblemas del Imperio y un majestuoso trono imperial dominaba el interior.
Además, uno de los datos más curiosos de Notre Dame está relacionado con las gárgolas. Uno de los elementos más característicos de la catedral no estuvo presente desde los inicios de su construcción, sino que se añadió en el siglo XIX, años después de que Víctor Hugo publicara su famosa novela, Nuestra Señora de París.
Además de su estética, estas gárgolas brindan protección simbólica. Con aspectos espeluznantes, representan monstruos que deben espantar a los demonios y las fuerzas del mal, ahuyentándolos de los muros santificados, que albergan la comunidad de creyentes. También tienen una gran utilidad, ya que protegen a Notre Dame cuando llueve, evitando que el agua caiga por las paredes y cause daños en la piedra.
Por todo esto y más, la reconstrucción de la catedral de culto católico es un gran éxito para Francia, que recupera uno de los símbolos que lo distinguen ante el resto del mundo.
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