Van casi 80 años desde el inicio del conflicto entre palestinos e israelíes. Lo que empezó como una cuestión territorial, ha degenerado en el odio entre los pueblos, que excede las cuestiones políticas. Pero eso no es todo: grandes potencias han tenido intereses allí, y su actuación no siempre ha sido favorecer la paz. ¿Cuáles son esos intereses?
Por Mauro Labombarda y Matías Tullio
Sábado 21 de Octubre de 2023 - 14:16
Para hablar sobre este conflicto que hoy alarma y acapara la atención mundial, podemos recurrir a el político e historiador griego Tucídides, quien hace 2.500 años atrás escribió una obra maestra llamada La Guerra del Peloponeso, acerca de la guerra entre Atenas y Esparta, las dos ciudades-estado más importantes en su época.
En una frase, señala una cuestión tan cierta ayer como hoy: “la guerra no se desarrollará en el Ática, como algunos creen, sino en los sitios de donde el Ática obtiene sus recursos. Sus ingresos en dinero provienen de sus aliados”.
Sus enseñanzas y consideraciones políticas siguen siendo una fuente para intentar explicar el entramado de los asuntos internacionales. Veamos por qué.
A la pregunta disparadora, ¿qué fue lo que provocó este nuevo conflicto? Está claro que no hay una sola respuesta. Son varios los factores que inciden en esta situación. Algunos son internos, como la propia historia de las relaciones entre palestinos e israelíes. Otros vienen de afuera.
Es necesario poner el foco en la interacción entre las grandes potencias globales que tienen intereses en la región. El comportamiento posterior al ataque nos puede dar un indicio de lo que hay en juego. ¿Cómo reaccionaron, entonces, las grandes potencias?
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Rusia tiene un pie en la región hace varios años, fundamentalmente en Siria, siendo clave para el sostenimiento de su gobernante, Bashar al-Ássad, que muy amablemente les cedió en contraprestación una base naval en Tartus, ubicada en el Mediterráneo. Su intervención en la región está coordinada con las fuerzas de EE.UU y con las de Israel.
La respuesta rusa fue moderada. Señaló el hecho de que EE.UU no podía no saber sobre el ataque de Hamás. Un interrogante que no le pertenece solo a Moscú. Pero también podemos preguntarnos: Rusia, que tiene presencia fuerte en la región, y buena relación con Israel, ¿tampoco se enteró del salvaje ataque que se estaba preparando? ¿Cómo ve Moscú el protagonismo que pretende China en Medio Oriente alentando acuerdos de paz? Si la crisis escala es probable que se genere una nueva crisis energética y que aumente el precio de los hidrocarburos ¿Ello beneficia o perjudica a Rusia?
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Apenas estallado el conflicto, Arabia Saudita suspendió las negociaciones con Israel, y se reunió con los iraníes. China había mediado en el acuerdo entre ambas potencias regionales. El secretario de Estado de EE.UU, Antony Blinken, viajó a suelo saudí pero fue despachado rápidamente. Pareciera un triunfo diplomático chino.
Sin embargo, la creciente escalada del conflicto echa por tierra sus planes de paz y sus grandes proyectos de infraestructura. Su llamado a la moderación entre las partes pareciera ser un síntoma de debilidad y de falta de opciones estratégicas para moldear el escenario a su favor. Más de la mitad del petróleo que consume lo compra en Medio Oriente. ¿Se beneficia o se perjudica con el conflicto? ¿Qué Ruta de la Seda se puede construir entre morteros y misiles?
Finalmente, está claro que la respuesta de EE.UU fue menos ambigua. Hamás no había terminado de atacar a Israel que dos portaaaviones suyos ya se estaban posicionando frente a las costas israelíes.
Biden prometió ayuda a Israel y se reunió con Netanyahu. Lejos de dar un mensaje pacificador, más bien pareciera haber llevado un bidón de nafta a un incendio. Inmediatamente, desde Jordania, Egipto y Cisjordania le avisaron que no lo iban a recibir. Puede que haya sido una derrota diplomática, como se ha mencionado. Sin embargo, EEUU no precisa los recursos de Medio Oriente, ni tiene grandes proyectos a desarrollar en la zona. ¿Es la paz su necesidad? Son sus adversarios, y sus díscolos aliados europeos, los interesados en los recursos de la región. Entonces, ¿no se fortalece en el conflicto la posición de EE.UU? ¿No se obstaculizan de ese modo los intereses de sus adversarios? Esto no implica decir que está detrás de lo que pasa. Pero sí que quizás no será el primero en correr con agua para apagar el fuego.
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