Por Marcelo García.*
Lo que muchos pensaban que jamás iba a suceder, finalmente sucedió. Salió a la luz el verdadero motivo de la furia incontenible de Donald Trump (presidente de los Estados Unidos hasta el 20 de enero de 2021) cuando decía que China "las va a pagar".
A la vista de todos, el vehemente outsider republicano de la política hablaba de las consecuencias y posibles duras represalias de las que sería objeto el gigante asiático por haber sido el epicentro del coronavirus que rápidamente se transformó en una letal pandemia global. Pero Trump, con más datos a mano que cualquier mortal que simplemente lee las noticias, no hablaba de los efectos devastadores del Covid-19 en la salud de la gente (si es que eso en realidad le importaba). Se refería a la Economía, y más precisamente a la de su país, en la antesala de una debacle descomunal.
Es que China se encamina a superar a los Estados Unidos y se convertirá (ahora real y concretamente) en la mayor economía mundial. Lo más grave a ojos de los estadounidenses no es la noticia en sí misma, sino que eso sucederá casi a la vuelta de la esquina, en el año 2028. Este dato no solo resulta alarmante para Trump, sino también para su sucesor, el demócrata Joe Biden; ya que implica una anticipación de cinco años respecto de lo estimado hasta no hace demasiado tiempo. Así lo ha asegurado un grupo de expertos reunidos en el Centro de Investigación Económica y Empresarial (CEBR, por su sigla en inglés).
La cuestión ahora es saber si los datos en los que se basó este informe son lo suficientemente fidedignos y muestran la inevitable realidad; o si en su defecto todo se trata de un plan para desestabilizar de una vez por todas a la nación norteamericana favoreciendo los intereses de sus directos rivales, China y -por supuesto- Rusia. Los números de la gestión de Trump hasta el momento del gigantesco parate económico de los Estados Unidos una vez decretado el confinamiento preventivo contra el coronavirus, parecían darle crédito suficiente. Más allá de estilos y exabruptos, lo de Trump era decoroso en materia económica, con una reactivación inédita durante décadas. Pero cuando las persianas se bajaron y las fábricas dejaron de producir, se cayó la estantería. Los estadounidenses se enfrentaron a una crisis que jamás imaginaron. A mediados del 2020, había más de 45 millones de trabajadores desocupados. Esto, valga como ejemplo, equivale a toda la Argentina sin trabajo.
“Durante algún tiempo, un tema dominante de la economía global ha sido la lucha económica entre Estados Unidos y China. La pandemia de COVID-19 y las consecuencias económicas correspondientes, ciertamente han inclinado esta rivalidad a favor de China”, dijo el Centro de Investigación Económica y Empresarial (CEBR, por su sigla en inglés) en su informe anual recientemente publicado.
El CEBR hizo foco en la “hábil gestión de la pandemia” de parte de China, un país que -según estos expertos analistas internacionales- adoptó rápidas medidas de estricto confinamiento para frenar el avance de la pandemia que ellos mismos originaron. Con este marco, China se encamina a un crecimiento promedio de 5,7% anual entre los años 2021 y 2025, un procesos que desaceleraría hasta 4,5% anual entre 2026 y 2030. De acuerdo a los números actuales, y el preocupante estado de cosas para los norteamericanos, si bien es cierto que Estados Unidos podría experimentar un fuerte repunte de su economía tras la pandemia, algo que se daría en 2021, su crecimiento decrecería hasta el 1,9% anual entre los años 2022 y 2024, y luego bajaría aún más, hasta ubicarse en torno al 1,6%.
En marzo de 2020, apenas iniciado el confinamiento, Trump ya tenía claro el panorama y "se la veía venir". El presidente de Estados Unidos comenzaría entonces a usar muy seguido la expresión “virus chino” para referirse al coronavirus, algo que -como era de esperarse- que enfureció al régimen de Beijing.
El virus “vino de China. Creo que esta es una fórmula muy precisa”, dijo Trump. Y para que a nadie le quedaran dudas respecto de sus objetivos, que claramente eran económicos antes que nada, dijo en su (tan utilizada) cuenta de Twitter: “Estados Unidos respaldará con fuerza a aquellas industrias, como las aerolíneas y otras, que están particularmente afectadas por el virus chino”. La guerra es por la supremacía en la economía mundial. Sin vueltas.
Pero Trump tiene otro motivo para su odio viceral a China. Pese a que durante muchos años la prensa estadounidense cuestionó duramente a Donald Trump por no pagar impuestos, el influyente periódico norteamericano "The New York Times" reveló recientemente que entre los años 2013 y 2015, el magnate pagó US$188.561 en impuestos.
Pero no en los Estados Unidos, sino justamente en China.
Los pagos están estrechamente relacionados con una cuenta bancaria de Trump en el gigante asiático, donde durante años habría intentado concretar inmejorables oportunidades de negocio. La cuenta está controlada por la empresa "Trump International Hotels Management". Un portavoz de Trump indicó al diario que la cuenta fue establecida para "explorar potenciales acuerdos en el sector hotelero en Asia". Pero esta, es otra historia... (aunque se suma a los ya inocultables motivos de ira y odio irreversibles de Trump por la Economía).
La de su país y la suya.
*Periodista de Diario26 y escritor.
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