Hace solo unos días finalizó la cumbre del G20, en Bali. El encuentro dejó una interesante reconfiguración mundial marcada por constantes tensiones.
El canciller alemán Olaf Scholz; Joe Biden, presidente de Estados Unidos; el presidente francés, Emmanuel Macron y Narendra Modi, primer ministro de India, juntos en la cumbre del G20. Reuters
Bali, en Indonesia, fue la sede elegida para acoger la Cumbre del G20 que agrupa a las 20 economías más grandes del mundo y que fue, por años, un foro de cooperación internacional. Decimos que fue, porque en el último tiempo, y más precisamente este año, el G20 se convirtió en un espacio de reuniones bilaterales entre los mandatarios más importantes del mundo, pero sus declaraciones conjuntas más generales no siempre tienen un impacto real sobre los asuntos geopolíticos globales.
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Si tuviéramos que sintetizar este evento y dividirlo en momentos, uno de los principales sería precisamente horas antes del inicio oficial de la cumbre, cuando Xi Jinping (presidente de China) y Joe Biden (presidente de Estados Unidos), se reunieron por primera vez de manera presencial desde que Biden llegó a la Casa Blanca, a inicios del 2021. Una reunión de tres horas, donde poco trascendió de lo que hablaron, pero ambas delegaciones informaron que se trató de un “encuentro productivo y muy ameno”. Sin dudas, a priori, parece una buena señal diplomática, en medio de un vínculo visiblemente más tenso entre Washington y Beijing durante los últimos meses.
El presidente estadounidense, Joe Biden, junto al presidente chino, Xi Jinping, en la cumbre de líderes del G20 en Bali, Indonesia. Reuters.
Justamente, ambos países podrían considerarse los ganadores de la cumbre. Tanto Joe Biden como Xi Jinping fueron las figuras claves del encuentro. Biden protagonizó una importante “micro cumbre” del G7 en pleno G20, debido a la crisis por el misil caído en Polonia. La cautela que manejó Estados Unidos en el asunto, dejó muy bien parado a Biden. Por otro lado, Xi Jinping, aprovechó para tener reuniones bilaterales con Narendra Modi (primer ministro de India), Anthony Albanese (primer ministro de Australia) y Emmanuel Macron (presidente de Francia). Los encuentros de Xi Jinping con líderes de Occidente, o próximos a Occidente, muestran los esfuerzos diplomáticos de Beijing por “diferenciarse” de las metodologías más belicistas de otros países.
También se puede considerar que hubo momentos tensos, justamente protagonizados por ambos mandatarios. La reunión entre Biden y Recep Erdogan (presidente de Turquía), marcada por el rechazo turco a las condolencias norteamericanas tras el atentado en Estambul del pasado domingo; o la post reunión entre Xi Jinping y Justin Trudeau (primer ministro de Canadá), donde el mandatario chino reprendió en público a Trudeau por filtrar a la prensa, información de su encuentro privado. Sin embargo, está claro que ambos mandatarios salieron airosos después de transitar semanas importantes: Xi Jinping fue reelegido para un tercer mandato en China y los demócratas, con Biden a la cabeza, lograron retener el Senado en las Midterms norteamericanas.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, habla con el presidente de China, Xi Jinping, en el G20. Reuters.
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Si bien la categoría de “perdedor’ puede tensarse, Rusia ha sido por lejos, el país que menos provecho pudo sacar a esta cumbre. La ausencia de Vladimir Putin, la fugaz presencia de su ministro de asuntos exteriores, Sergei Lavrov; y la declaración final del G20 acompañada por todos los países llamando a poner fin a la guerra en Ucrania, mostró que, en este caso, Rusia efectivamente quedó aislada diplomáticamente. Incluso sus socios, India y China, se distanciaron. Distancia no es lo mismo que ruptura, pero hay un notable agotamiento de buena parte de los actores del sistema internacional en relación al conflicto. El Kremlin, adelantándose a una situación incómoda de conocimiento previo, decidió no asistir al evento y ceder protagonismo.
Presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Mucho se ha dicho, en los últimos días, de posibles negociaciones ‘off the record’ entre Rusia y Estados Unidos sobre el conflicto en Ucrania. Si bien no se conoce el nivel de progreso de esas negociaciones, lo cierto es que todos los actores comienzan a mostrar un agotamiento financiero y diplomático lógico a un conflicto que, hasta el momento, no ha encontrado solución alguna.
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En las semanas previas a la cumbre, existía una alta expectativa de que América Latina pudiera capitalizar este nuevo escenario internacional y hacer pesar sus intereses regionales, y nacionales también. Sin embargo, eso quedó bastante lejos de los hechos objetivos.
La ausencia de Andrés Manuel López Obrador (presidente México), debido a asuntos de su agenda interna; sumada a la ausencia de Jair Bolsonaro (presidente en funciones de Brasil), dejó afuera de la cumbre a dos de los tres mandatarios que representan a la región en el G20. La ausencia de Brasil, que emprendió ya una compleja transición tras la victoria de Lula da Silva, marca que la agenda sudamericana quedó bastante desdibujada frente a las demás regiones.
Sin López Obrador, ni Bolsonaro, solo la participación de Alberto Fernández parecía poder rescatar la participación de la región en la cumbre. El lamentable percance con la salud del presidente argentino, comprometió el discurso inicial que Argentina iba a dar frente a los demás líderes del mundo. Sin discurso inicial, Fernández se limitó a su encuentro con Xi Jinping, por temas comerciales; así como al encuentro con las autoridades del Fondo Monetario Internacional por los vencimientos de deuda que se vienen y la situación de las metas fiscales pactadas.
Presidente de Argentina, Alberto Fernández, llegando al G-20.
En cualquiera de los casos, la región no pudo capitalizar al máximo esta importante cumbre marcada por la multipolaridad, por la reconfiguración económica y financiera global, así como por un creciente peso de los mercados emergentes. Es interesante analizar cómo, en contrapartida, el continente africano estuvo muy bien representado por Cyril Ramaphosa (presidente de Sudáfrica) que trasladó algunas de las preocupaciones no solo nacionales, sino regionales (de África), a los principales mandatarios del mundo.
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