La búsqueda de la joven desaparecida misteriosamente en 1983 tuvo un nuevo capítulo: los huesos eran de diferentes tamaños y pertenecían tanto a adultos como a niños y se harán los estudios correspondientes para determinar si pertenecen a la hija desaparecida del funcionario de la Santa Sede.
Por Canal26
Sábado 20 de Julio de 2019 - 20:17
(Búsqueda de Emanuela Orlandi en el Vaticano, REUTERS)
Un nuevo capítulo del enigmático caso de Emanuela Orlandi, la hija de un funcionario del Vaticano que desapareció misteriosamente en 1983, se abrió con la inspección de dos osarios descubiertos en un sótano del Cementerio Teutónico de la Santa Sede.
Se extrajeron osamentas por la mañana cuyo análisis morfológico, que se inició en el mismo lugar, "seguirá el sábado 27 de julio", señaló en un comunicado la Santa Sede.
"No esperábamos tantos huesos. Se han encontrado miles de huesos, así que imaginamos que corresponden a docenas de personas", dijo Giorgio Portera, un genetista designado por la familia Orlandi, al abandonar el cementerio alemán del Vaticano.
Señaló que los huesos eran de diferentes tamaños y pertenecían tanto a adultos como a niños.
"Son experiencias muy fuertes porque podrían ser los huesos de mi hermana. Pero no queremos pensar en ello hasta que tengamos los resultados", dijo Federica Orlandi, hermana de la víctima.
Los análisis corrieron a cargo del profesor Giovanni Arcudi (especialista en medicina legal designado por el Vaticano), en presencia de un experto nombrado por la familia Orlandi, según los protocolos reconocidos a nivel internacional", indicó la Santa Sede.
Este descubrimiento se añade al intento del papa Francisco de ayudar a la familia de Emanuela, una adolescente que desapareció del centro de Roma hace 36 años.
Por ello familiares y representantes de la familia Orlandi fueron invitados a presenciar la inspección de los osarios descubiertos tras la exhumación hace una semana de unos restos solicitada por la familia, convencida de que la chica se encontraba allí.
"Queremos saber la verdad aún si es como arrojar sal a una herida abierta. No nos vamos a rendir", declaró Pietro Orlandi, hermano de la desaparecida, quien batalla desde hace décadas.
Una serie de señalamientos anónimos llevaron a que el Vaticano autorizara la apertura de dos tumbas del cementerio alemán con la esperanza de hallar algún rastro de la hija del funcionario del Vaticano.
Pero estaban vacías: ni rastro de Emanuela Orlandi, pero tampoco de la princesa Sophie von Hohenlohe (fallecida en 1836) ni de Charlotte-Frederique de Mecklenburg (fallecida en 1840), que deberían estar enterradas allí.
Los expertos estiman que los restos de las dos princesas fueron trasladados durante las obras de remodelación realizadas en ese edificio entre los años 1970 y 1980.
El descubrimiento en un sótano de la edificación, pocos días después, de los dos osarios inspeccionados este sábado, lo confirmaría.
Pero para la familia Orlandi, los silencios del Vaticano sobre el caso han pesado a lo largo de tantas décadas, a pesar de la política de transparencia adoptada en los últimos años por el papa argentino.
La posibilidad de que la Santa Sede esté involucrada en la desaparición de Orlandi ha salido a relucir periódicamente, alimentando cascadas de noticias.
En octubre del 2018 otro descubrimiento de restos humanos durante obras en el jardín de la nunciatura en Italia generó todo tipo de suposiciones. Los exámenes científicos concluyeron que los huesos eran muy viejos y que no eran de Emanuela.
Entre las iniciativas tomadas en más de 30 años para desentrañar el misterio, la justicia italiana autorizó abrir en 2012 la tumba de Enrico de Pedis, jefe de la banda de Magliana, que aterrorizó a Roma entre 1970 y 1980.
Contenía solo el cuerpo del hombre, asesinado en 1990 en un ajuste de cuentas. El caso sorprendió ya que su tumba se encontraba nada menos que dentro de una importante basílica de la capital.
La desaparición de Emanuela multiplicó las teorías conspirativas, como la que hablaba de presiones de la mafia a los responsables de las finanzas de la Santa Sede, a cargo entonces de monseñor Paul Marcinkus, involucrado en una de las mayores quiebras financieras de Italia.
En la misma línea, se sostuvo que la joven fue secuestrada para pedir la liberación de Mehmet Ali Agca, el turco que intentó asesinar al papa Juan Pablo II en 1981.
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