El derretimiento de los hielos y las sequías están abriendo nuevos escenarios para los países en aspectos clave: rutas comerciales, producción de alimentos, migraciones masivas y dominio tecnológico.
Por Mauro Labombarda y Matías Tullio
Lunes 28 de Agosto de 2023 - 21:44
El territorio, la población, las fronteras, y también el clima, determinaron ciertas políticas de los estados desde tiempos inmemoriales. Ahora, el cambio climático está generando modificaciones en las condiciones geográficas a nivel global, lo que trae consigo una influencia fundamental en el curso de los acontecimientos políticos. Es de esa interacción que surge la geopolítica como área de conocimiento.
Si cambia el clima, cambia la geografía, y nacen así nuevas variables que se deben tener en cuenta en el análisis geopolítico. Pensemos lo siguiente: el cambio climático genera un aumento de la temperatura, lo que deja la puerta abierta al derretimiento de los hielos. Lenta pero continuadamente, a modo de ejemplo, se empieza a habilitar una vieja ruta marítima, la del mar del Norte, que estuvo siempre obstaculizada por los hielos y que permite llegar del Pacífico al norte de Europa de manera más breve que la circunvalación por África o por el canal de Suez.
Rusia ya está considerando esta situación como un camino que le abre una puerta muy importante, antes fuera de los cálculos y que le resuelve su geopolítica histórica de tener salida a aguas transitables y salida al Atlántico, a Europa del Norte, de manera más rápida. China también se está relamiendo: la salida por el norte, a partir de su alianza con Rusia, le permitiría sortear la conflictiva zona del mar de China meridional, al menos en parte.
Hoy no es casualidad que el gran proyecto geopolítico chino, la nueva ruta de la seda, le de prioridad al camino terrestre: China sabe que le pueden bloquear el mar. El gigante asiático tiene 20 países vecinos y conflictos con la mayoría. ¿Cómo llega a Europa? En tren. ¿Cómo quiere llegar a Medio Oriente? Por tierra, por Pakistán. Evade las rutas marítimas porque están bajo control estadounidense.
Es a partir de ahí que queda claro que ninguna ruta que pueda convertirse vital para el comercio internacional estaría fuera de atención de Estados Unidos, que domina los mares del mundo. Como parte de su política de obstaculizar el crecimiento chino, sería iluso pensar que se mantendría indiferente al desarrollo de una ruta a través del Ártico.
Esta nueva ruta, que está prácticamente habilitada, tiene 2-3 meses por año asegurados. Pero se está hablando de que en pocos años va a ser 5-6 meses anuales, más que suficiente para exportar. Así, cambia la geopolítica de Rusia, de China, de Europa y de EEUU.
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Una segunda cuestión a tener en cuenta, que nos toca de cerca como argentinos y sudamericanos es la producción de alimentos. Las sequías, que llegaron para quedarse, van a generar menor superficie de cultivo y la poca que haya, menor productividad. Es decir, vamos hacia aumento sustancial en el precio de los alimentos. Europa y China, grandes compradores de alimentos, podrían verse perjudicados.
Los grandes productores son Estados Unidos, Rusia, Brasil, Argentina, Australia y Ucrania, que está saliendo un poco del mercado por la guerra y los conflictos sobre los granos ucranianos. ¿Qué va a pasar con los consumidores? Los que más van a sufrir son los africanos, los asiáticos, los más pobres, ya que no producen ni pueden comprar.
Europa y China van a poder comprar, pero a un mayor costo, y ese es dinero que van a tener que destinar a alimentos y no a otras cuestiones, como desarrollo tecnológico, sea civil o militar. Y la gente también va a tener que gastar más. La guerra de Ucrania generó volatibilidad del precio de los alimentos. Si sumamos la sequía, tenemos una tormenta perfecta.
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Directamente ligada a la cuestión alimentaria, hay un tercer factor: el agua. La sequía genera carencia de agua, que tiene valor en sí mismo en el producto terminado. No nos imaginemos barcos cisternas robando agua. Pensemos más bien en la cantidad de litros de agua necesarios para producir un kilo de carne, trigo, maíz, o hasta el litio mismo. También la producción de gas y petróleo no convencional, como en Vaca Muerta. En un escenario de sequías a nivel global, es lógico suponer que los focos se van a posar en aquellos países que no tengan problema de abastecimiento de agua. Y en nuestro país la cuestión es su distribución, pero el agua sobra. Lo mismo para la región.
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Claro está que el tema merece tratarse con mayor profundidad, pero los ejemplos dados sirven para ilustrar una cuarta cuestión: la tecnológica. La solución del mundo al cambio climático es ir hacia la transición energética, dejar de lado combustibles fósiles por energías limpias. Europa se lo ha impuesto, China cada vez más, y EE.UU desde la asunción de Biden también.
En el plano de la energía verde China tiene el dominio tecnológico. Fabrica el 97% de los paneles solares que hay en el mundo. Tienen la tecnología, los costos más bajos, y está superando al resto de tecnología europea y estadounidense.
Si los países occidentales, que son los que más contaminan, se autoimponen la transición energética, ¿van a pasar a depender de China? ¿Puede Europa enemistarse con China en un escenario de esa naturaleza? No es casualidad que Trump negara el cambio climático. Tampoco un rasgo de locura. Hay intereses geopolíticos detrás.
No corresponde a la geopolítica definir que genera el cambio climático. Tampoco como contrarrestarlo, o si ello es acaso posible. Pero preguntarnos ¿por qué la ruta del Mar del Norte inquieta a Estados Unidos? ¿De qué manera la transición energética es un límite a las hostilidades europeas contra China? Y para Argentina, ¿cuáles son sus desafíos y cuáles sus oportunidades? Es plantear el desafío de incorporar los efectos del cambio climático, ya entre nosotros, como nuevas variables de análisis geopolítico en el trazado de políticas a corto, mediano y largo plazo.
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