En 1960, John F. Kennedy y Richard Nixon protagonizaron una serie de discusiones que cambiarían para siempre la manera de hacer política.
En tiempos en los que los políticos se enfrentan por medio de las plataformas digitales, parece quedar muy atrás la época en la que los ciudadanos no le conocían las caras a sus líderes, salvo por las fotos que se podían observar en los diarios o si concurrían a los actos de campaña. Pero hubo un punto de convergencia en el que se comenzó a descubrir las personas que estaban detrás de los políticos y, así, poder reforzar (o cambiar) su percepción sobre ellos. Esto ocurrió hace 63 años en Estados Unidos.
El 26 de septiembre de 1960, los por entonces senador de Massachusetts John Fitzgerald Kennedy y vicepresidente Richard Milhous Nixon protagonizaron el primer debate presidencial televisado de la historia, el cual fue visto por unas 70 millones de personas y marcó para siempre la historia de las carreras electorales.
La charla tuvo lugar en los estudios de la CBS en Chicago y contó con el periodista Howard Kingsbury Smith como moderador. Cada candidato realizó una apertura de ocho minutos y una declaración final de tres. En el medio, Sander Vanocur de NBC News, Charles Warren de Mutual News, Stuart Novins de CBS y Bob Fleming de ABC News fueron encargados de interrogar a los postulantes sobre el tema en el que se basó el primero de cuatro encuentros: política interna.
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Que los candidatos aspirantes a la Presidencia puedan presentar y discutir sus ideas a la mayoría de la población estadounidense con tal facilidad dejó en claro el papel de la televisión para acompañar la toma de decisiones de las personas, que antes presentaba a los políticos en anuncios de unos 30 segundos, mientras que el enfrentamiento fue transmitido sin cortes.
Si bien el primer Gran Debate (se promocionó con ese nombre) fue de carácter intenso, la diferencia estuvo en la comunicación no verbal y la importancia de la imagen como transmisora de sensaciones.
De un lado estaba el carismático Kennedy, quien se preparó para presentarse ante las cámaras, con reuniones con Don Hewitt, productor y director de la CBS para discutir los ángulos de cámara y elegir cuáles servirían para su imagen, sobre la cual también trabajó. El candidato demócrata, más joven que su rival, fue maquillado por uno de sus asistentes y se presentó con un bronceado natural con aires de frescura.
Su atuendo estuvo conformado por un traje azul y una camisa opaca, una elección estratégica, ya que logró disminuir el brillo de los focos del estudio y diferenciarse de esta manera del fondo gris que se observaba en la mayoría de las casas estadounidenses, que poseían televisión pero no a color.
Por su parte, Nixon, de más experiencia en el mundo de la política (en ese momento era el vicepresidente de Dwight Eisenhower) pero alejado de la televisión, estuvo inundado por un nerviosismo que traspasó la pantalla. Como si fuera poco, se rehusó a participar de la reunión previa con la producción, ya que para él la disputa era "solo una presentación más de la campaña".
También presentó problemas de salud: había estado internado poco tiempo antes del debate debido a una cirugía en la rodilla izquierda, por lo que se lo notó cansado. Esta situación se agravó, puesto que arribó al estudio con fiebre.
Al contrario que Kennedy, el republicano no aceptó usar maquillaje y se vistió con un traje gris que parecía camuflarlo con el fondo. Este cóctel de dificultades fue letal ante las 70 millones de personas que vieron el enfrentamiento desde sus casas y que pudieron observar cómo la transpiración hacía brillar su pálida frente, transmitiendo todo lo contrario a la espléndida imagen de su contrincante.
El por entonces senador demócrata llegó 15 minutos más tarde al estudio, lo cual ya estaba acordado por la producción con el fin de evitar roces. Ya con todo preparado, comenzó lo importante. Más allá de que se trataba de un debate centrado en la política interna de Estados Unidos, había muchos asuntos puntuales propios de la época que no podían dejarse pasar, como la Guerra Fría con la Unión Soviética o la muy fresca revolución en Cuba, además de lucha por los derechos civiles, el activismo contra la guerra, el feminismo y las minorías sexuales.
Al finalizar el acto, las opiniones fueron más bien divididas. Aquellos que escucharon el debate por la radio tendían a pensar que el gran ganador había sido el experimentado republicano, mientras que quienes lo vieron por TV tuvieron una opinión totalmente contraria, creyendo que fue una clara victoria de JFK. Cabe destacar que aquel del 26 de septiembre fue el primero de cuatro encuentros, pero fue el más influyente, el más visto y el que quedó grabado por siempre en la memoria colectiva.
El Kennedy-Nixon estuvo rodeado por controversia, ya que se creía que la televisión estaba cambiando el rumbo del proceso político, brindando más importancia a la imagen y presencia que a lo que expresaba cada candidato. Y así fue.
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Las elecciones celebradas el 8 de noviembre de 1960 dieron como ganador a Kennedy por unos escasos 118 mil votos, reflejados en el 49,71% que obtuvo el demócrata frente a los 49,55 de su rival, en uno de los márgenes más estrechos en la historia estadounidense y que dio lugar a grandes cuestionamientos: ¿Cómo hubiesen sido los resultados si el encuentro no se televisaba y solo era transmitido por radio? ¿El resultado habría cambiado? Lo cierto es que aquel debate marcó un precedente que cambió la manera de ver y hacer política en la historia tanto de Estados Unidos como del mundo.
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