Se trata de William Patrick Hitler, nacido en Inglaterra e hijo de un medio hermano del Führer. Tras chantajear a su tío, recaló en los Estados Unidos y terminó enlistándose en la Armada para pelear contra los nazis.
William Patrick Hitler, su madre y Adolf Hitler.
El largo laberinto que nos presenta la historia, lleva muchas veces a enfrentarnos a situaciones nada -o poco- conocidas. El hecho de aferrarse al relato oficial, al establecido, al que se da por cierto (y que no siempre lo es), nos ha impedido poner la mirada en circunstancias que resultan por demás curiosas e interesantes. Es por eso que valen -siempre- las preguntas y las dudas, cosas que llevarán indefectiblemente al descubrimiento de eso que en tantas ocasiones permanece oculto. La historia de William Patrick Hitler es un claro ejemplo, digno de ser contado.
No debe haber sido fácil para este hombre llevar semejante apellido. Ciertamente no lo fue. Con esto en perspectiva, y pese a no pocos intentos de su parte por congraciarse con su tío, el líder nazi Adolf Hitler, logró cambiar el curso de su propia historia revelándose ante los supuestos mandatos y demostrando sus convicciones que lejos estaban de ser las mismas que las de su famoso pariente.
William Patrick Hitler nació el 12 de marzo de 1911 en la ciudad de Liverpool, en el Reino Unido, en el seno de un hogar formado por Alois Hitler Jr. y su primera esposa, Bridget Dowling. El jefe de la familia tenía el incómodo "privilegio" de ser -ni más ni menos que- el medio hermano del Führer nazi Adolf Hitler. Esto no solo fue un pesado lastre para él, sino también para el resto de la familia y su descendencia. De hecho, eso mismo pudo comprobarlo años después el propio William, apodado "Billy" o "Paddy", solo su círculo de conocidos más cercanos.
Alois Hitler Jr. regresó a Alemania en 1914 pero, dado que se había convertido en una persona violenta, su esposa Bridget decidió no seguirle los pasos. Tal vez ella sintiera que era una bueno oportunidad para cortar con esa rama familiar que tanto le incomodaba. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Alois terminó abandonando a su familia y el pequeño William quedó al cuidado de su madre. Alois volvió a casarse (en claro estado de bigamia, ya que nunca se había divorciado), pero entabló nuevo contacto recién a mediados de los años '20, cuando le escribió a Bridget pidiéndole que enviara a William para que lo visitara en Alemania. Esto sucedió durante los días de la llamada República de Weimar. William llegó en 1929, cuando ya tenía 18 años de edad, para una corta estadia y luego volvió con su madre; en tanto que Alois tuvo otro hijo -al que llamaron Heinz Hitler- con su esposa alemana. Con el paso del tiempo, el niño luego se convertiría en un encendido nacionalsocialista, un nazi fanático y comprometido con la causa del Führer, que un tiempo después sería atrapado por los soviéticos y que luego murió mientras se encontraba encerrado en un campo de detención manejado por los "Rojos".
Por alguna razón, William Patrick Hitler no se quedó en Inglaterra y regresó a la Alemania nazi en 1933, posiblemente con el objetivo de sacar provecho del ascenso de su tío al poder. Adolf Hitler pareció estar a la altura de las expectativas del joven y le consiguió trabajo, primero en un banco, posteriormente en la fábrica de automóviles Opel y luego como vendedor de automóviles. Insatisfecho con el resultado, William Patrick Hitler le reclamó a su tío algo mejor, e incluso no son pocas las versiones que insisten en afirmar que llegó a chantajear al líder nazi con la venta a la prensa de historias vergonzosas sobre la familia Hitler si es que acaso no le daba esas mejoras que pretendía. Estas versiones no deben ser dascartadas, pese a que resulta incomprensible que alguien tan "empoderado" y autoritario como Hitler se "haya tragado" el mal momento como si nada. Teniendo en cuenta los antecedentes de su tío, no es descabellado pensar que de haberse concretado realmente esas amenazas, William Patrick Hitler hubiera terminado muerto en una zanja.
Conferencias de William Patrick Hitler en los Estados Unidos.
Como fuera, en 1938 Hitler pidió a William que renuncie a la ciudadanía británica, bajo la promesa aparente de un trabajo de alto rango en alguna de las reparticiones oficiales del Estado nazi. William pensó que se trataba de una trampa y -en lugar de tomar el ofrecimiento- huyó del país para no volver nunca más. Pese a que nunca pudo demostrarse, todo indicaría que los "aprietes" a Hitler continuaban. Así, se habló por aquellos años, sobre la amenaza de decirle a la prensa que el presunto abuelo paterno de Hitler era en realidad un mercader judío emigrado a Austria. En ese contexto, cuando Patrick volvió a la ciudad de Londres, lo primero que hizo fue escribir un artículo para la revista "Look" titulado "¿Por qué odio a mi tío?". Pero enn 1939, William y su madre redoblaron la apuesta y se embarcaron juntos en una gira de conferencias por los Estados Unidos, invitados por el magnate William Hearst. El destino tenía pensado para ellos un insospechado giro: debieron quedarse a vivir allí cuando el 1 de septiembre de ese años estalló la Segunda Guerra Mundial.
La vida de William Hitler cambió drásticamente en 1944, cuando harto del peso que implicaba llevar el infame apellido, decidió que había llegado la hora de luchar contra... su mismísimo tío Adolf Hitler. Así, se contactó directamente con el presidente de los Estados Unidos, Franklib Delano Roosevelt y le pidió formalmente que le permita enlistarse en las fuerzas armadas norteamericanas. La idea era una y solo una: quitarse la mancha del apellido Hitler en favor de la causa por la "libertad" desde el bando aliado. Sion embargo, las cosas tampoco le fueron sencillas, ya que el FBI -sin perder tiempo- dedicó largas jornadas de pesquisas e investigaciones en las sombras pretendiendo averiguar cuál era el plan de ese Hitler que pretendía pasarse a su bando.
Un Hitler en la Marina de los Estados Unidos.
La carta que William Patrick Hitler envió a Roosevelt decía lo siguiente:
" Estimado Señor Presidente:
¿Puedo tomarme la libertad de interrumpir su valioso tiempo y el de su personal en la Casa Blanca? Consciente de los críticos días por los que atraviesa la Nación, sólo lo hago porque es la prerrogativa de su alto cargo la única que puede ayudarme en mi difícil y singular situación. Permítame esbozar lo más brevemente posible mi problema, cuya solución podría lograrse fácilmente en caso de que usted se sienta movido a interceder por mí. Soy el sobrino y único descendiente del mal afamado canciller y líder de Alemania, que hoy tan despóticamente intenta esclavizar a los pueblos libres y cristianos del mundo.
Bajo su magistral dirección, Señor Presidente, hombres de todos los credos y nacionalidades están librando una batalla desesperada para determinar, en última instancia, si finalmente sirven y viven en una sociedad ética en Dios o son esclavizados por un régimen diabólico y pagano. En estos momentos todo el mundo debería hacerse la pregunta de qué causa está dispuesto a servir. Para la gente libre con un profundo sentimiento religioso no puede haber sino una sola respuesta y una sola elección, que los sostendrá siempre hasta el amargo final. Yo solo soy uno entre muchos, pero tengo una vida que entregar y puedo prestar un servicio a esta gran causa para que, con la ayuda de todos, triunfe en el final. Todos mis familiares y amigos marcharán pronto hacia la libertad y la decencia bajo las barras y estrellas. Por eso, Señor Presidente, le presento respetuosamente esta petición para preguntarle ¿me permitiría unirme a su lucha contra la tiranía y la opresión?
En la actualidad esto se me ha negado, porque cuando me escapé del Reich en 1939 yo era un súbdito británico. Vine a Estados Unidos con mi madre irlandesa para reunirme con mis familiares. Al mismo tiempo me ofrecieron un contrato para escribir y dar conferencias en los Estados Unidos y la presión no me dejó tiempo necesario para solicitar la admisión en el contingente. Tenía por lo tanto, que venir como visitante. He tratado de unirme a las fuerzas británicas, pero mi éxito como conferenciante me ha convertido probablemente, en uno de los mejores oradores políticos con la policía teniendo que controlar frecuentemente a multitudes clamorosas en Boston, Chicago y otras ciudades. Esto provocó en las autoridades británicas una respuesta negativa a mi petición. Los británicos son un pueblo estrecho de miras al mismo tiempo que amables y corteses, es mi impresión errónea o acertada, y creo que a la larga no podrían sentir simpatía por una persona con mi nombre.
El alto costo del procedimiento legal británico que exigiría cambiarme el nombre es una solución que escapa a mis posibilidades financieras. Al mismo tiempo, dudo que el Ejército canadiense facilitase mi entrada en sus fuerzas armadas. Tal y como están las cosas, y sin ninguna orientación oficial, me parece que tratar de alistarme como sobrino de Hitler es algo que requiere una extraña clase de valentía que soy incapaz de reunir, privado de cualquier apoyo oficial. En cuanto a mi integridad, solo puedo decir que es una cuestión que consta y se puede comparar de alguna forma al espíritu previsor con el que usted, por cada ingenio se conoce el arte de gobernar, arrancó del Congreso Americano esas armas que hoy son la gran defensa de la Nación en esta crisis. También puedo reflejar aquí que en un momento de gran complacencia e ignorancia traté de hacer las cosas que, como cristiano, sabía que eran lo correcto. Como fugitivo de la Gestapo advertí a Francia a través de la prensa que Hitler planeaba invadirla ese mismo año. También avisé al pueblo británico por los mismos medios de que la llamada "solución" de Munich era un mito que traería terribles consecuencias.
A mi llegada a Estados Unidos, informé a la prensa de que Hitler perdería a su Frankenstein en la civilización de ese año. Aunque nadie hizo caso a lo que dije, seguí dando conferencias y escribiendo en los Estados Unidos. Ahora, el tiempo de escribir y hablar ha pasado y solo soy consciente de la gran deuda que mi madre y yo debemos a los Estados Unidos. Más que ninguna otra cosa me gustaría ver pronto el combate activo y por lo tanto, ser aceptado por mis amigos y compañeros como uno más en esta gran lucha por la libertad. Su simple decisión favorable garantiza que el benévolo espíritu del pueblo americano, del que me siento parte, continua. Con el mayor de los respetos, le aseguro Señor Presidente que al igual que hice en el pasado, haría todo lo posible en el futuro para ser digno del gran honor que me se me concediera, con la certeza de que mis esfuerzos a favor de los grandes principios de la democracia serán al menos comparados a las acciones de muchos individuos que por largo tiempo han sido indignos del privilegio de llamarse a sí mismos americanos.
Por lo tanto, ¿puedo aventurarme a esperar, Señor Presidente, que en la confusión de este enorme conflicto no rechazará mi petición por razones de las que yo no soy de responsable? Para mí no podría haber mayor honor que servirle, y mayor privilegio que haber luchado y ser parte de la construcción del título con el que pasará a la posteridad como el más grande libertador del sufrimiento humano en la historia de la política. Sería feliz de darle cualquier información adicional que pueda ser requerida, y me tomo la libertad de adjuntar una circular que contiene algunos detalles sobe mi mismo. Permítame, Sr. Presidente, expresar mis mejores deseos para su salud y felicidad, junto con la esperanza de que pronto pueda liderar a todos los hombres del mundo que creen en la decencia hasta una victoria gloriosa.
Suyo sinceramente,
William Patrick Hitler".
William Patrick Hitler, en el bando de los Aliados.
Recién en 1944 le concedieron los permisos necesarios para unirse a la Armada norteamericana. Según una historia publicada en un periódico en la época de su reclutamiento, cuando se presentó ante el oficial del servicio militar, éste le dijo en tono irónico: "Encantado de verle, señor Hitler, mi nombre es Hess" (en clara alusión Rudolf Hess, el viejo ladero del Führer nazi.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, William Patrick Hitler se casó y cambió su "pesado" apellido paterno por el de Stuart-Houston. Vivió (y tuvo hijos) en la localidad de Patchoge, en los Estados Unidos, donde murió el 14 de julio de 1987. Su descendencia sigue viva en el país del norte de América.
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Nota: El artículo solo expresa investigación histórica.