El Gobierno busca saldar más esquemas de inmunización antes de que la variante Delta ataque. Pero la vacuna de Oxford y la rusa comparten ahora una debilidad que genera incertidumbre en la población.
Por Canal26
Lunes 23 de Agosto de 2021 - 10:27
Vacunación contra el coronavirus en Argentina.
La semana pasada llegó al país un lote pequeño de AstraZeneca, de 381 mil dosis, que no alcanzaba para cubrir a todos aquellos que ya habían transcurrido más de dos meses con la primera aplicación.
Con las vacunas que se distribuyeron el viernes, quedaban 231 mil argentinos a los que no les iban a poder completar los esquemas, al menos hasta que arribara un nuevo lote desde México. Pero el viernes se conoció la noticia de que Argentina sería una de las beneficiarias de España en su plan de donación de dosis para Latinoamérica.
Son 400 mil dosis más, de manera que la cuenta por ahora cerraría. Sin embargo, otra vez una cesión de vacunas fue lo que le permitió al Gobierno salir de una situación incómoda. A comienzos de agosto habían sido las dosis de Moderna, donadas por Estados Unidos, las que sirvieron para cubrir el faltante de 1,8 millón de segundos componentes de la Sputnik V.
El mal síntoma es claro: las donaciones pueden mitigar la escasez una vez o dos. Pero el recurso no es sustentable en el tiempo. Ya se sabe, por ejemplo, que Estados Unidos donará a la Argentina más vacunas -ahora se espera que sean de Pfizer-. La pregunta es si las utilizarán para menores de 18 años o se necesitarán como segundas dosis de las deficitarias.
Todo depende de lo que ocurra con las dosis que Argentina compró. El Ministerio de Salud informó, el 12 de agosto, que preveía la recepción de 2,2 millones de dosis de AstraZeneca en la semana que comienza este lunes 23 de agosto. Faltan nueve días para septiembre. El Gobierno corre con el objetivo de aplicar 7 millones de segundas dosis antes de fin de mes.
Argentina suministró, desde comienzos de agosto, 4,8 millones de segundas dosis, con lo que le restarían 2,2 millones para llegar a la meta de los 7 millones. Es decir que habría que sumar unas 244 mil segundas dosis por cada uno de los días que restan, lo que implica un 13 por ciento más de lo se inyecta ahora.
En los últimos días el promedio de segundas dosis aplicadas cada 24 horas fue de 220 mil. De no incrementarse las inoculaciones cotidianas, quedaría un rojo de 220 mil vacunas para saldar en septiembre. Desde lo sanitario no sería una diferencia relevante (se completaría en apenas un día), aunque los tiempos electorales maridan mejor con las promesas cumplidas.
El problema, en realidad, no es ése. Pese a la aceleración de las segundas dosis, la vulnerabilidad de los adultos mayores sigue siendo alta: 3 de cada 10 mayores de 60 años aún no ha completado su esquema de vacunación. Por franja etaria, las deudas se reparten entre el 24,8 por ciento de los mayores de 70, el 31,5 de los mayores de 60 y el 41,5 de los mayores de 50.
Sobre el total de la población, sólo el 26 por ciento recibió la segunda dosis. Y es que se partió desde muy atrás. En marzo, el Gobierno había decidido que el intervalo entre primeras y segundas dosis fuera de 90 días, tras un estudio británico que arrojó que ese lapso era beneficioso para el caso de AstraZeneca. Dicha laxitud, mientras duró, dio aire para avanzar con las primeras dosis.
Cuando la sombra de la variante Delta se irguió amenazante, el Consejo Federal de Salud acortó ese intervalo a entre 30 y 60 días, según la vacuna. El problema es que esa exigencia no llegó de la mano de una regularización del abastecimiento por parte de Gamaleya y AstraZeneca. Es más, durante agosto, cuándo más vacunas se necesitaban, hubo un bache.
Sobre la falta del segundo componente de la Sputnik V se ha dicho mucho ya. En cuanto al déficit de AstraZeneca, el cuello de botella parece formarse en el laboratorio Liomont, de México. Mientras el antígeno que fabrica Mabxience en Argentina voló a la planta alternativa de envasado de Albuquerque, Estados Unidos, los tiempos de entrega se habían acelerado, con lotes más abundantes.
Pero el circuito cambió. Ahora todo lo que se produce se envía a México. El 65 por ciento del total fabricado hasta hoy ha tenido ese destino. El problema no es sólo la lentitud, sino que, tal como había anunciado en su momento el Gobierno de ese país, la mayor parte de las vacunas que se envasan en México, se quedan en México. El resto se reparte en Sudamérica.
“En México tienen un lío bárbaro”. La confidencia es del directivo de un importante laboratorio argentino, ante una consulta de Clarín. No es cualquier directivo: asegura que desde Liomont lo llamaron por teléfono para pedirle asesoramiento, con el objetivo de poder escalar el trabajo que por ahora planea bajo.
Con las 381 mil dosis de AstraZeneca que la semana pasada llegaron por Aeroméxico, las dosis arribadas al país suman poco más de 10 millones, sobre el total de 22,4 millones del contrato que firmó Argentina el año pasado. Casi a fines de agosto, el país ha logrado obtener menos de la mitad del compromiso del laboratorio, que cobró el 60 por ciento por adelantado.
El anterior lote de AstraZeneca aterrizado en Ezeiza había sido de 204 mil dosis, el 11 de agosto. El último cargamento importante había arribado el 26 de julio, consistente en 800.500 dosis, pero en esa oportunidad todavía procedían de Estados Unidos. Y el 19 de julio habían llegado 1.349.700, desde el mismo país. Cuando el punto de origen cambió a México, los lotes se redujeron.
Es curioso que, a pesar de esta dudosa performance, el Ministerio de Relaciones Exteriores mexicano haya sostenido en su cuenta de Twitter (hace pocos días) que “para AstraZeneca el formulado y envasado en la planta en la planta Liomont fue crucial. ¿Qué se logró gracias a esta cooperación? Que la región accediera a la vacuna entre 6 y 12 meses antes de lo esperado”.
Otra curiosidad es la que dejan los ensayos de combinación de vacunas en Argentina: AstraZeneca puede ser segunda dosis de la Sputnik 1 ante la falta del segundo componente de la rusa. Pero ahora no sólo escasean las que envía el Instituto Gamaleya o termina Richmond en el país (y Gamaleya demora en autorizar), sino que también hay incertidumbre por las dosis de la de Oxford.
Ambas vacunas podrían ser suplidas eventualmente por algún nuevo lote de Moderna o de Pfizer, cuando haya. Aunque lo razonable sería que la Argentina pueda finalmente obtener lo que encargó: la totalidad de los 42,4 millones de dosis de AstraZeneca y Sputnik por ambos contratos, que suman casi 300 millones de dólares.
La falta de respuestas fluidas y cronogramas de entrega más precisos ha hecho que en los últimos dos meses la ministra de Salud, Carla Vizzotti, y la asesora presidencial Cecilia Nicolini, viajaran al Reino Unido y a Rusia para intentar traer en la valija certezas que empiecen a sellar, de una buena vez, los agujeros que atentan contra la campaña de vacunación desde su origen.
Fuente: Pablo Sigal - Clarin.com
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