En enero de este año, Brasil puso en operación su segundo submarino, en virtud de un acuerdo franco-brasileño de 2008. Este pacto contempla la construcción de cuatro submarinos convencionales y uno nuclear, este último posiblemente lanzado en menos de un año.
Fue en enero de este año cuando Brasil puso en operaciones un segundo submarino construido en su país, fruto del acuerdo de cooperación estratégica de defensa franco-brasileño celebrado en el año 2008 entre los presidentes Lula y Sarkozy. El pacto prevé un total de cuatro submarinos convencionales y un quinto de propulsión nuclear, que podría ser botado en menos de un año. ¿Hay un rearme brasileño?
Si a ello se le suman los aviones cazas Gripen fabricados con tecnología sueca, podemos afirmar que la vecina República Federativa del Brasil está provocando un desequilibrio regional a partir de un rearme sin precedentes en América del Sur. Esta peligrosa situación justifica algunas consideraciones geopolíticas al respecto. La historia quizás nos permita entender cuál es el propósito del, efectivamente, rearme brasilero.
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La ambición imperial de nuestro vecino es evidente a partir de su expansión territorial que se va dilatando desde una pequeña franja otorgada por el Tratado de Tordesillas en 1494, a constituir actualmente el quinto país con mayor extensión del mundo. Prácticamente todos sus vecinos sufrimos la pérdida de parte de nuestra soberanía en manos de la diplomacia o los ejércitos brasileros.
La primera barrera contra la expansión de los bandeirantes, verdaderos piratas terrestres al servicio del imperio luso-brasilero, fueron los ejércitos guaraníes formados por los jesuitas en el Siglo XVII. En el siglo siguiente, en 1776, fue también el avance lusitano sobre la frontera hispánica en estas tierras la que obligó a la creación del Virreinato del Río de la Plata, que inauguró su política exterior con una campaña militar, dirigida por el Virrey Ceballos, contra el sur de Brasil.
Obtenida ya nuestra independencia debimos enfrentar nuevamente al Imperio brasilero, para garantizar la integridad de la Banda Oriental, venciéndolos en diversas batallas navales y, por supuesto, en Ituzaingó. Es decir, desde el origen de nuestro país, la geografía y la ambición expansionista del Brasil, nos condicionan a actuar como factor de equilibrio regional. Fue justamente esa intervención argentina, como contrapeso del poder brasilero, la que mantuvo la paz en el continente sudamericano.
Más acá en el tiempo, se debe destacar que después de la Primera Guerra Mundial, Brasil afianzó una alianza con los EEUU y que intervino activamente bajo sus órdenes durante la Segunda Guerra Mundial, mientras que Argentina, dominada por la influencia británica, se negó a participar. El triunfo norteamericano y la derrota europea en el conflicto mundial, determinó el apoyo de los EEUU a favor del crecimiento industrial y tecnológico brasilero, que desplazó en pocas décadas la posición de privilegio que hasta entonces detentaba Argentina.
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En la década del 70, Brasil asume una postura antinorteamericana y más cercana a los países europeos, que ya estaban negociando inversiones y gasoductos con la entonces URSS. Pensaron, equivocadamente y al igual que varios países de Europa occidental, que EEUU iba a ser derrotado en la Guerra Fría. Tras la derrota soviética en 1991, y la instauración del nuevo orden mundial impuesto por los EEUU, Brasil intentó constituirse en líder regional y actuar como interlocutor de la región ante el mundo.
Aspiró - y aún mantiene la ilusión- a integrar con un asiento permanente el Consejo de Seguridad de la ONU, pero nunca logró reunir el apoyo de sus vecinos, ni de nuestro país. Bajo la primera presidencia de Lula se opuso a los acuerdos de libre comercio propuestos por EEUU; implementó un proyecto de rearme con apoyo europeo; celebró una alianza estratégica con China y se incorporó al grupo de países denominados BRICS como eje geopolítico enfrentado a EEUU y sus aliados; y hasta anunció su intención de desarrollar armamento nuclear, en contra de lo pactado con nuestro país en el Acuerdo para el Uso Exclusivamente Pacífico de la Energía Nuclear, firmado en Guadalajara el 18 de julio de 1991.
Actualmente Brasil profundizó la relación con China al punto tal que, aun sin haberse incorporado al proyecto insignia de la geopolítica china, la Nueva Ruta de la Seda (o BRI), cedió infraestructura energética, puertos, ciudades, tierras agrícolas, recibió fuertes inversiones chinas y se está transformando en el principal proveedor de granos y alimentos del gigante asiático.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en Beijing con su homólogo chino, Xi Jinping. Visita de Estado. Abril de 2023. Télam
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Gran parte de la dirigencia argentina (políticos, diplomáticos, militares, empresarios y académicos) parece tener cierta fascinación con nuestro vecino y proponen como principal proyecto geopolítico de nuestra República la subordinación al Brasil. Sin embargo, la cuestión merece una detenida consideración.
¿Pensamos acaso que EEUU va a permanecer impasible ante el avance chino en Sudamérica? ¿Acaso lo está haciendo en el resto del mundo? ¿O no están a la vista las guerras y conflictos que asolan a los otros continentes como nunca se vio desde 1945?
El predominio superlativo de Brasil produce un desequilibrio de poder en América del Sur que conduce indefectiblemente al conflicto. Es necesario que Argentina recupere su rol de contrapeso del expansionismo lusitano que tuvo a lo largo de su historia. Es posible que, con ese propósito, mucho más elevado que el de simple subordinado al que nos quieren condenar, la Argentina obtenga más ayuda y colaboración de los EEUU.
Solo a partir de un acuerdo hemisférico vamos a poder mantener un equilibrio regional que asegure la paz en nuestro continente.
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