Inundar Gaza con comida, esa es la premisa para las Naciones Unidas y distintas organizaciones humanitarias internacionales que buscan evitar la hambruna en la Franja. Los civiles soportan desde hace cinco meses la embestida del ejército israelí contra el grupo terrorista Hamas.
Como sucedió en otras guerras entre Hamas e Israel, los tiempos fueron marcados por diferentes relojes. Cada uno marcando un tiempo distinto: el reloj del accionar militar, el de los tiempos políticos, el reloj del costo humanitario para los civiles y el que corre para los secuestrados en cautiverio.
El ataque por parte de Hamas, el más sangriento en la historia de Israel, planteó desde el comienzo diferentes escenarios. Ante la escala de los atentados, el gobierno del premier Netanyahu contó con el apoyo de la población civil de su país y en un principio de los países aliados. Pero esos tiempos siempre fueron y son marcados de cerca.
El objetivo desde un primer momento fue, para el gobierno israelí, al menos públicamente, la destrucción de Hamas y la liberación de los más de 250 rehenes.
La escala de la respuesta por aire nunca fue tan poderosa, los civiles palestinos que debieron soportar muchas guerras a manos de Hamás e Israel, nunca vieron una lluvia de bombas tan poderosa y destructiva. Fue la puerta para un paso que hasta este 7 de octubre de 2023 ningún gobierno israelí parecía dispuesto a dar: llevar adelante una ofensiva terrestre a gran escala.
A diferencia de otros conflictos, Hamas lanzó un ataque coordinado en diferentes escenarios buscando causar la mayor cantidad de muertos y heridos civiles. Las torturas que llevaron adelante durante su ataque y la cantidad de personas secuestradas, hicieron que el gobierno de Netanyahu contara con otros tiempos y posibilidades a la hora de planificar rápidamente una ofensiva para lograr su objetivo: exterminar a Hamas y liberar a todos los secuestrados.
La profundidad y la escala del conflicto hicieron que en pocos meses, esas máquinas que marcan el tiempo se convirtieran en relojes de arena. Todo parece transcurrir más rápido. Si bien son los mismos segundos y minutos, poder ver correr el tiempo hace que todos los relojes se conviertan en uno. Y de esta manera el tiempo se acaba, para quien hace tan solo unos meses parecía poder contar con la eternidad para llevar adelante sus planes.
En estos días la magnitud de la destrucción en la Franja de Gaza y con ella, el costo en vidas humanas, llevó a los aliados que hicieron la vista gorda cuando los niños palestinos se amontonaban en las fosas comunes, a exigir planes a Israel respecto de su accionar en territorio palestino para garantizar la seguridad de los civiles.
Naciones como Estados Unidos, que apoyaron económicamente y militarmente a Israel en los primeros meses de ofensiva decidieron cambiar la retórica hacia la guerra e incluso comenzaron a construir lo que llaman un puerto transitorio para que desde ahí los barcos puedan descargar comida en Gaza. También lanzaron desde el aire, como si se tratara de un puente aéreo de la Segunda Guerra Mundial, toneladas de alimentos ante la dimensión cada vez más a la vista de lo que el hambre puede provocar en la población de Gaza.
Incluso políticos demócratas, los más prominentes de la comunidad judía en Estados Unidos, le dijeron al primer ministro israelí que su tiempo se había acabado, que su gobierno había perdido el rumbo y que debía llamar a elecciones anticipadas. ¿Pero estará mirando la hora Benjamin Netanyahu?
Ante unos jóvenes soldados israelíes en un campo cerca de Gaza, el primer ministro israelí afirmó que a él no lo corre la presión externa, y que por eso seguirá adelante con su plan de terminar con Hamas. Netanyahu no frenará su ofensiva contra la ciudad de Rafah, donde se refugian un millón y medio de civiles de los dos millones trescientos mil habitantes de la Franja de Gaza.
Una batalla que, como sucedió en el norte de Gaza, arrasada por las bombas, y otras en el sur, dejará un número muy alto de víctimas. Ante esta posibilidad, Estados Unidos le advirtió a Israel que debe compartir los planes que expliquen cómo para salvaguardar a esos civiles.
Las marchas pidiendo la renuncia del primer ministro que prometió seguridad y solución al problema del terrorismo crecen en número y frecuencia. Netanyahu, la persona que no pudo evitar el peor y más sangriento ataque de Hamas y quien sostiene que en Rafah se esconden los últimos hombres de esa organización, afirma que no se detendrá hasta concluir su trabajo.
A las marchas que piden su renuncia también se suman las críticas de los familiares y seres queridos de los rehenes, que consideran que no se cumplió hasta ahora la promesa de liberar de ese infierno a las personas secuestradas. Si bien muchos fueron liberados, otros fueron asesinados por los terroristas, e incluso algunos de manera trágica murieron por fuego del propio ejército israelí, mientras un número importante de personas siguen cautivas en algún lugar de Gaza. Recordemos que entre las personas secuestradas, de distintas edades y condiciones de salud, se encuentran muchos ciudadanos argentinos.
Esta semana un informe de la inteligencia estadounidense -hecho público seguramente para acortar los tiempos de la guerra de Netanyahu- afirmó que no es posible terminar con Hamas con una ofensiva militar. Al mismo tiempo el informe reconoce que Irán -la mano que armó durante años a esta organización terrorista- en esta oportunidad no estaba al tanto de la planificación de los ataques del 7 de octubre.
A los tiempos que se acortan, dados los resultados sobre el terreno de batalla, además se suman cada vez más polémicos informes que se hacen públicos sobre el accionar de las fuerzas israelíes. Desde la ONU se denunció que, al contrario de lo que afirmó Israel, la organización humanitaria más antigua de la ONU para Palestina, no solo no tenía a ninguno de sus miembros como parte de Hamas, ni tampoco participaron en los atentados. Incluso denunciaron que las personas confesaron porque fueron torturadas por sus captores israelíes.
Esta semana una denuncia en ese sentido, publicada por la BBC, generó polémica dentro de Gran Bretaña y llevó al gobierno británico a pedir explicaciones a sus aliados israelíes. En la investigación periodística se afirmaba que médicos del hospital Nasser en el sur de Gaza, fueron torturados y obligados a confesar por soldados que los mantuvieron en cautiverio.
Se suele decir que se sabe cuando una guerra comienza pero no cuando termina, y más allá de que los tiempos parecen haberse acelerado el interrogante es hacia dónde nos llevará este conflicto.
Siempre se habló de las implicancias externas y la posibilidad, como ya está sucediendo, de escalar a nivel regional. A la vista está lo que sucede en el norte de Israel, con miles de personas obligadas a dejar sus casas como consecuencia de los ataques de otro grupo terrorista aún más poderoso que Hamas -Hezbollah- y lo que sucede en el sur del Líbano como respuesta a esos bombardeos. También las líneas que conducen a Siria e Irak, con partidarios de organizaciones terroristas que atacan Israel e incluso en Yemen con los Huthis y sus ataques de misiles y drones contra buques internacionales y territorio israelí. Pero no fue todo esto lo que perjudicó más la política israelí en Gaza, sino el efecto en los votantes demócratas debido a la cantidad de civiles asesinados por la ofensiva ordenada por Netanyahu.
Si la relación entre Biden y el primer ministro no siempre fue muy buena ahora el efecto que el conflicto tuvo en las internas del partido del presidente y los temores que pudieran causar en la campaña presidencial de este año, llevaron a Biden a decidir endurecer su política hacia Israel y construir un muelle "temporario". Un puerto que nadie sabe qué efecto real tendrá para frenar la hambruna ni en cuánto tiempo estará totalmente operativo. ¿Qué sucederá si en medio de una escalada militar de Israel en la zona los ingenieros militares estadounidenses quedan en medio del fuego cruzado?
Al tiempo que los grandes estrategas de Estados Unidos y Europa piensan cómo inundar de comida a Gaza, los palestinos de a pie tienen una respuesta simple: que Israel abra todos los pasos fronterizos.
Esta semana el diplomático de más alto rango de la Unión Europea, sostuvo que el hambre se estaba utilizando como arma de guerra. Una declaración que se acerca a la acusación de países como Sudáfrica quienes denuncian que lo que está haciendo Israel es un genocidio.
Israel tiene el derecho a defenderse de un ataque terrorista, Hamas logró evidentemente parte de lo que buscaba: escalar el conflicto. Pero el derecho de defensa no omite que Israel es responsable por los daños de su ofensiva y por ende de la cantidad de personas que fueron asesinadas bajo sus bombas. El derecho internacional corre igual para todos, o así debería hacerlo, si bien el doble estándar es un hecho en la política real, lo que sucede en Gaza está a la vista.
Un dolor no es mayor que el otro dolor. No se anulan uno al otro sino que se multiplican. La falta de liderazgo no logró evitar el sangriento y más planificado ataque en la historia de Hamas. La falta de liderazgo mundial tampoco logró frenar lo que está por convertirse en una situación de hambruna para cientos de miles de personas.
A cinco meses de la guerra más dura para los civiles palestinos y para los israelíes, mucho queda por saber: ¿Por qué no se evitó el ataque terrorista si ahora se sabe que había información suficiente? ¿Se puede militarmente derrotar una estructura terrorista que controla Gaza? ¿Qué sucederá una vez que termine esta guerra en la Franja de Gaza? ¿Y en Israel?
Un refrán dice que el hombre es el único animal que repite más de una vez el mismo error. En este caso, podríamos decir, el mismo horror.
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