Nueva Delhi es la sede de la nueva edición de la cumbre, un encuentro marcado por la creciente pugna entre Occidente y Oriente.
India acogerá, los días 9 y 10 de septiembre, una cumbre más del G20 (la n° 18 de su historia), el foro que integra a las principales economías del mundo y que busca promover, desde su fundación en 1999, una “cooperación” entre las economías más desarrolladas y los principales países emergentes.
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Las cumbres del G20 han contado, históricamente, con la presencia de los principales líderes del mundo y por eso su relevancia no es solo política, sino macroeconómica.
Apenas el año pasado, por la guerra entre Rusia y Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin decidió no asistir a la cumbre n° 17 en Indonesia.
Este 2023 existía una alta expectativa de que Vladimir Putin volviera a asistir a la cumbre del G20 por varias razones:
En primera instancia, porque la Corte Penal Internacional – que lanzó una orden de detención contra el presidente ruso – no tiene jurisdicción sobre países que no firmaron el Estatuto de Roma (1998). India es uno de los tantos países que no firmó dicho estatuto, por lo cual la CPI no tiene jurisdicción sobre ese país y eso abría la posibilidad a una potencial asistencia de Putin. En segunda instancia, porque India tiene excelentes relaciones con Rusia, históricamente, y cobraba fuerza una presencia rusa en el foro nuevamente.
Sin embargo, Vladimir Putin decidió no asistir a la cumbre y enviar en su lugar a Sergei Lavrov, el canciller de su país. El movimiento de Putin parece responder a una idea cada vez más consolidada en la política exterior rusa de evitar frecuentar organismos en donde Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, ha tenido y mantiene cierta influencia. El G20, después de todo, es un organismo que fue creado durante el auge del mundo unipolar, cuando Estados Unidos mantenía aún su hegemonía indiscutible sobre el mundo.
Pero si la baja de Putin es llamativa, más importante aún es la baja de Xi Jinping, el presidente chino. Desde Beijing confirmaron que Xi Jinping no asistirá a la cumbre del G20 y que en su lugar asistirá el primer ministro del país, Li Qiang.
La ausencia de China, el actor más relevante de cada cumbre del G20 junto a los Estados Unidos, desdibuja notablemente la cumbre y muestra que la “prioridad” geopolítica y económica de China parece estar cada vez más lejos de espacios como el G20.
Por el contrario, China parece construir y priorizar su propia agenda, en un marco de crecientes relaciones tirantes con Estados Unidos, viendo que espacios como el G20 son cada vez menos productivos para los intereses de Beijing. De esta manera, espacios como los BRICS (cuya cumbre hace solo dos semanas arrojó importantes novedades geopolíticas), crecen cada vez más en interés para China.
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Otro de los problemas de esta cumbre del G20, además de los faltazos mencionados, es que las economías occidentales del G7 (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Japón) intentaron – sin éxito – instalar que la guerra de Ucrania (o al menos el debatir nuevas sanciones para Rusia) fuera uno de los temas a tratarse en la cumbre.
El bloque occidental chocó con la reticencia del propio anfitrión (India) quien, como Indonesia el año pasado, se opuso a darle un enfoque de “paz” y “diplomacia” a un foro puramente económico y de negocios. La postura de India se entiende en clave de un país que si bien tiene muy buenas relaciones con Occidente, se ubica en Oriente y tiene enormes sociedades comerciales con países de ese sector del mundo, por lo que debe jugar a ser un “péndulo natural” en el escenario internacional y más aún ante este tipo de eventos.
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Con un Occidente insatisfecho por el no abordaje de la guerra en Ucrania en el temario, y con los ‘faltazos’ de los jefes de Estado de China y Rusia, es India quien asume – como organizador – el rol natural de animador.
Hace pocos días y ya preparando el G20, India realizó un movimiento que despertó la atención de propios y extraños: los distintos países asistentes al evento recibieron una carta de invitación a la cena principal aunque el documento fue firmado como “República de Bharat”.
Pocas horas después se conoció que el Primer Ministro indio, Narendra Modi, está promoviendo el cambio oficial de nombre del país de “India”, nombre históricamente utilizado por los europeos, a “Bharat” que significa lo mismo pero en lengua hindi, es decir, en el idioma y en la tradición milenaria propia de dicha nación. Este sería un novedoso mensaje de “descolonización” cultural a muy pocos días de una cumbre que tendrá justamente a ese país como organizador.
Y es que, el año próximo, India tendrá elecciones y la oposición al gobierno nacionalista de Modi se ha unido completamente, por lo cual, el gobierno - aunque cuenta con amplios respaldos - busca potenciar el sentimiento nacional y la cumbre del G20 es una oportunidad notable, sobre todo frente a las ausencias parciales de Rusia y China, y a un Occidente que no tiene con quien confrontar, lo que genera un escenario optimo y soñado para que India pueda ocupar el centro del escenario.
Asistimos a una cumbre del G20 donde las fricciones cada vez más evidentes entre el Occidente clásico (G7/OTAN) y los emergentes (agrupados en bloques como el renovado BRICS), empiezan a pasarle factura al histórico G20, cada vez más desdibujado frente a otras cumbres.
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