Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) anunciaron una histórica ampliación del bloque que sacudió el tablero geopolítico mundial. Pero… ¿Por qué?
Los BRICS surgieron como idea, a inicios del siglo XXI, cuando comenzaron las primeras reuniones entre los presidentes de Brasil, Fernando Henrique Cardoso; de China, Jiang Zemin; de Rusia, Vladimir Putin; y el Primer Ministro indio, Atal Vajpayee. Como término, “BRIC” fue acuñado por el economista británico Jim O’Neill para designar la letra inicial de este puñado de cuatro países denominados “emergentes” y potenciales protagonistas del siglo XXI.
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La primera cumbre oficial del bloque llegaría recién en 2009. El contexto no fue azaroso: las principales economías occidentales del G7 estaban siendo golpeadas directamente por los efectos de la crisis de 2008; y los emergentes no sufrían el mismo impacto. El primer encuentro oficial, y el de fundación del bloque, fue en 2009 en Ekaterimburgo, Rusia; y contó con las presencias de Lula da Silva (Brasil), Manmohan Singh (India), Hu Jintao (China) y Dmitri Medvédev (Rusia).
En la siguiente cumbre, la de 2010 en Brasil, los BRIC invitaron al presidente sudafricano, Jacob Zuma, dándole una silla de representación en el bloque al continente africano de la mano de Sudáfrica, que se convertiría en el quinto miembro, formándose así los BRICS.
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En un escenario de creciente competencia entre China y Estados Unidos, de la guerra en Ucrania con la participación directa de Rusia e indirecta de la OTAN, la tendencia a la ampliación de los bloques es un hecho. Este mismo año, desde el plano militar, la OTAN incorporó a Finlandia a su bloque y parece haber allanado el camino para Suecia.
Los BRICS, un bloque con influencia cada vez más creciente sobre el comercio global – representando el 25% del PBI global hasta antes de la expansión –, fundamentalmente por los impulsos de China, encontraron un espacio ideal para dar el salto hacia una expansión que parecía cuestión de tiempo.
En un contexto internacional donde cada vez más países intentan impulsar sus monedas nacionales para el comercio bilateral, buscando mermar la influencia del dólar sobre sus operaciones comerciales de exportación e importación; los BRICS avanzaron con la consolidación del Nuevo Banco para el Desarrollo de los BRICS que justamente busca impulsar operaciones en divisas de mercados emergentes.
La designación de Dilma Rousseff en ese organismo, tampoco fue casual, ya que le da un lugar clave a Brasil en el armado de la estrategia financiera del bloque también.
Más de veinte países presentaron su solicitud de ingreso a los BRICS entre el 2022 y el 2023, entre ellos, la Argentina.
En la cumbre de cancilleres de los BRICS de junio de este año, ya se preveía que el tema de la ampliación del bloque podía ser un hecho.
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El pasado miércoles, la cancillería sudafricana confirmó que habría una ampliación del bloque y empezaron todo tipo de especulaciones, sobre todo en relación a la ausencia del presidente argentino Alberto Fernández en la cumbre de los BRICS celebrada en Johannesburgo, pese a la invitación del bloque.
El día jueves, en el tercer día de la cumbre de los BRICS, Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, confirmó a los nuevos miembros: Argentina, Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y, la sorpresiva, Etiopía (sobre todo porque se especuló que Indonesia es quien entraría sexta, aunque por pedido propio, finalmente no ocurrió).
Los ahora llamado “BRICS+”, con la ampliación sumarán amplios recursos naturales, también humanos y nuevas tierras convirtiéndose en el bloque económico más importante del mundo (superando oficialmente al G7)
El mensaje a leer entre líneas, de parte de los BRICS es para el G7. Primero, porque hablamos de una ampliación de economías emergentes, varias de ellas históricamente aliadas a Estados Unidos (como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos), aunque hoy más próximas a China. Por otro lado, porque hablamos de una ampliación de los recursos a disposición del bloque.
El petróleo, por ejemplo, cuyo precio es fijado – últimamente – por Rusia y Arabia Saudita. A eso se suman otros proveedores destacados como Emiratos Árabes o Irán. Por otro lado, el rubro de los alimentos, donde Argentina es un destacado productor de alimentos a nivel mundial, y se suman Egipto y Etiopía que son productores de alimentos en clave regional. A eso pueden sumarse otros recursos como el gas natural, el oro o el litio. Sobre todo pensando en futuras incorporaciones como podrían ser las de Indonesia (productor petrolero) o de Argelia (productor de gas y petróleo).
Además, hablamos por lo general de países con una ubicación relevante desde lo geográfico. La triada Arabia-Emiratos-Irán, con el estrecho de Ormuz por donde circula buena parte del petróleo mundial; Egipto con el canal de Suez, clave para el comercio internacional; Etiopía con proximidad al golfo de Adén, paso importante del comercio global, y la Argentina con una estratégica comunicación entre el Atlántico Sur y el Pacifico, además de su presencia antártica.
El primer impacto geopolítico de este anuncio se vio reflejado sobre, por ejemplo, dos de los nuevos ingresantes al bloque: Egipto y Etiopía, que mantienen una vieja disputa por una nueva represa etíope sobre el río Nilo (de capitales chinos) y qué, el pasado domingo, anunciaron que han retomado las negociaciones para buscar una solución definitiva sobre ese litigio.
Sobre este tipo de temas, el polémico pero nunca ignorado, Henry Kissinger, explicó una vez que “Controlar el petróleo, asegura controlar las naciones; y controlar los alimentos, asegura ordenamiento interno”. Los ahora llamado “BRICS+”, que con esta ampliación sumarán amplios recursos naturales, también humanos y nuevas tierras convirtiéndose en el bloque económico más importante del mundo (superando oficialmente al G7), parecen dispuestos a consolidar un espacio de construcción alternativa y de disputa al Occidente clásico, desde una perspectiva del “Sur Global”.
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